OPINIÓN

Ese fin de semana…

Fernando Berrocal /Abogado y periodista/

Si al regreso de ese fin de semana, André Garnier, simplemente, hubiera declarado que “invitó a su amigo a pasar un merecido fin de semana de descanso porque estaba extremadamente cansado y que lo llevó en su helicóptero e hizo abrir su hotel en Punta Islita, acompañados de sus señoras esposas” nada hubiera pasado, porque en esos hechos no hay nada ilegal.

La absurda comedia de equivocaciones la inicia el mismo domingo la Casa Presidencial. A partir de ahí se inicia, a posteriori, una obra teatral que sólo tiene dos explicaciones: O que el miedo a la prensa y a la verdad, en las más altas esferas del gobierno PAC, se ha convertido en terror escénico o que, detrás de un legítimo y normal viaje de descanso entre dos parejas amigas, se escondía otra razón y que, efectivamente, cómo se ha estado especulando y nadie lo sabe a ciencia cierta, en ese fin de semana se requisaron los teléfonos del personal, agendaron otras reuniones  y hasta hubo un tercer helicóptero.

Son tantas las mentiras, las contradicciones y los extraños silencios… que el morbo ciudadano da margen para las más elucubradas especulaciones.

Conste que aquí no está bajo los reflectores de la opinión pública, la importancia fundamental del sector privado en la vida nacional y la urgente necesidad de la reactivación económica. Ni el tema se refiere a André Garnier como empresario y, mucho menos, a ninguno de sus socios empresariales.

Tampoco es un asunto de derechas, izquierdas o de centro ideológico. No.

Aquí lo que está bajo esos reflectores es André Garnier como político y los hechos objetivos de ese fin de semana y sólo, nada más, después de las mentiras, contradicciones y explicaciones absurdas, como los pagos del presidente por el pasaje en helicóptero o el pago primero sin IVA y después con IVA de su habitación del hotel cerrado por el coronavirus y otros hechos.

Todo esto en una risible tontería y un sin sentido propio de una obra teatral al estilo de El Tartufo de Moliere o del teatro moderno del absurdo de Brecht.

Pero esa tontería a posteriori derivó en un escándalo nacional y así surgió un potencial caso penal de fraude y simulación que, ahora, legítimamente está en manos de la Fiscalía General de la República. Un caso más de los cinco que ya tiene abiertos y acumulados el presidente de la República en el Ministerio Público, lo que es un hecho objetivo y sin precedentes históricos en Costa Rica.

Con un país al borde del total colapso económico y social, sólo en el falso e imaginario mundo de esa pseudo ética política de Otón Solís y en el Código de Ética del PAC y sus ausentes garantes, cabe esta extrañísima tragicomedia del presidente y su ministro, como una obra de teatro para llevar a los escenarios.

Pero la ley, en este país, es igual para todos y así debe ser siempre.

 

 

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