FORMACIÓN

El libro de Los Proverbios

No se sabe cuándo fue escrito, aunque su contenido recoge un largo proceso de experiencia vivida por el pueblo de Israel.

Dr. Carlos Araya Guillén / Articulista /

Proverbios es un libro de la Biblia del Antiguo Testamento y del Tanaj (como llaman los judíos al Antiguo Testamento).

Pertenece al conjunto de los libros sapienciales, juntamente, con Job y Eclesiastés. Desde la tradición antigua judía se le atribuyó a Salomón, hijo de David.  (Prov 1:1).

Pero en realidad el libro constituye una colección de refranes y sentencias que surgieron de diferentes ambientes y épocas, (Xabier Pikaza, Gran Diccionario de la Biblia, pp. 174-175) y se recopilaron con una fuerte intención didáctica para orientar la vida cotidiana de los israelitas.

No se sabe con exactitud cuándo fue escrito, aunque se conoce, que su contenido recoge un largo proceso de experiencia práctica de vida y acumulación de sabiduría vivido por el pueblo de Israel, durante 1000 años:  proverbios célebres, sabios, cargados de agudos significados,  e inspirados en la propia cultura de un pueblo.

Por ejemplo, “las conocidas máximas de Amenelope serían del siglo X antes de Cristo; la colección reunida por los funcionarios de Ezequías, probablemente, del año 700 a.C.  La redacción final de los Proverbios puede ser ubicada al final del período persa (330 a.JC)”. (Mercedes López. Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia, p. 2035)

Su texto ofrece los proverbios de Salomón y la colección de dichos de Agur (Prov 30: 1-33), del Rey Lemuel de Masá (Prov 31:1-9) y de los sabios (Prov 22—24). Son sentencias universales que, más allá del espíritu religioso, orientan y regulan la vida cotidiana del ser humano. 

Más que una reflexión filosófica de principios éticos, o de doctrina teológica, constituyen una guía de moral práctica basada en los desafíos personales y en la fraterna convivencia social.

Si bien es cierto, el libro de Proverbios carece de elaborados patrones sistemáticos y conceptuales, de una metodología rigurosa y de un ordenamiento temático, su riqueza axiológica explica y justifica esas carencias. Son máximas sapienciales orientadas hacia la verdad, el camino recto, el bien, la misericordia y la humildad.

La finalidad de cada adagio y su estilo literario es cultivar e inspirar una conducta positiva mediante pensamientos completos muy fáciles de aprender y memorizar.  Cada texto, en su característico estilo literario sapiencial, es una enseñanza de disciplina, armonía, respeto y autoridad.

En pocas palabras, cada refrán es un claro consejo que supone para el creyente, el ejercicio de su fe en Dios. Y para los no creyentes, un consejo que persigue un fin útil personal, familiar y social.

En el libro bíblico estas máximas, con asonancia o consonancia, expresan con mediante discreción y certidumbre, la realidad tal y como es. Su objetivo es educar para la vida cotidiana en valores, oponiendo la bondad humana a la perversidad de los malos.

Leer el libro de Proverbios es una belleza. En cada consejo se siente la presencia y bendición de la Divinidad. Su lectura despierta sentimientos de una dulce ternura y verdad muy propias de la rectitud de los justos.  Es poesía y encanto. Es belleza en todas sus formas. Es descubrir el rostro del alma como hermoso misterio de la dignidad humana. Es comprender el tiempo en la sabiduría de sus años y en la veracidad de sus enseñanzas.

En la literatura sapiencial las máximas son atemporales, dinámicas y están siempre presentes en el ayer, en el hoy, y en el mañana de un pueblo.

Por eso los proverbios compilados hace miles de años, gozan de buena vida en nuestros días. Uno de ellos que brilla, con luz propia, es aquel que afirma: “El principio de la sabiduría es el temor (no miedo, sino respeto) a Dios” (Prov 1:7 RV 1960).

Otros: “Confía de todo corazón en el Señor y no en tu propia inteligencia” (Prov  3:5  DHH); “El hombre prepara el caballo para entrar en batalla, pero el Señor es quien da la victoria” (Prov 21:31); “El hijo sabio alegra a sus padres, el hijo necio los hace sufrir”. (Prov 10:1 DHH); “No abandones nunca el amor y la verdad, llévalos contigo como un collar”. (Prov 3:3 DHH).

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