FORMACIÓN

Lealtad – la sal del pacto

Charles Simpson / Revista Vino Nuevo /

 El compromiso de Dios con el hombre y de los hombres con otros hombres

Pacto es una palabra relativamente nueva en mi vocabulario. Hace poco me puse a revisar un libro de teología básica que había usado en mis estudios de seminario.

La palabra pacto ni siquiera aparecía en el índice de temas. Me pareció extraño que tantos de nosotros hayamos subestimado una palabra que Dios enfatiza tan poderosamente. El nombre mismo que se le ha dado a las Sagradas Escrituras es el Antiguo y el Nuevo Pacto. Dentro de estas designaciones generales hay numerosos pactos y reafirmaciones de que Dios es un Dios que hace pactos y los guarda.

El error no es siempre una mentira, sino más bien, una verdad fuera del equilibrio. Ser más equilibrado, debiera ser la oración de todo maestro y de todo cristiano.

¿Qué podría ser más errado que pasar por alto el fundamento de todos los tratos de Dios con el hombre y la base del trato de todos los hombres entre sí, es decir amar con lealtad? ¿Qué otro fundamento podría sostenerse y estabilizarnos hasta que lleguemos a la madurez? Gracias a Dios por Su lealtad en Su pacto con nosotros. ¡Que así sea la nuestra!

“Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno y qué pide Jehová de ti: Solamente hacer justicia, y amar misericordia (lealtad) y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:8).

La misericordia es del agrado de Dios. Jesús dijo: «Bienaventurados los que tienen compasión, pues recibirán misericordia» (Mateo 5: 7). Algunas traducciones de Miqueas 6: 8 usan lealtad por misericordia. ¿Cuál es la relación entre estas dos palabras?»

Israel era una nación de pactos. Cuando un vecino estaba pasando por una necesidad, el necesitado era un hermano del pacto.

Un pacto es una alianza y significa unirse o «coligarse con otro». Todo israelita estaba coligado por un pacto. Mostrar misericordia con un hermano era prueba de lealtad. Entre más grande era la necesidad de uno, más grande la expresión de lealtad del otro.

Esto es del agrado de Dios porque refleja Su propia naturaleza.

Dios es fiel con quienes ha hecho un compromiso – aún a Su propio costo. Dios se ha «coligado» con Su pueblo y quiere que estos se amen con el mismo amor (1 Juan 3: 16). El pueblo de Dios es único en toda la tierra porque tiene un pacto con Dios y está coligado entre sí.

El amor de Dios no es un «matrimonio de ensayo» – ni amor de conveniencia; es una relación de pacto. «Para bien o para mal – hasta que la muerte nos separe.» Estas palabras dichas en los votos del matrimonio, reflejan el amor de pacto que nos tiene nuestro Señor Jesucristo. (Vea Deuteronomio 7: 7-9). El amor de Dios es un amor de pacto. Es Su amor que ha sido derramado en nuestros corazones. Por lo tanto, debemos amarnos con el mismo amor.

«Te amo, cariño. Eres muy bella y te quiero para mí.»

«Me alegro que me quieras, pero ¿me estás proponiendo matrimonio?

«Bueno … este … no.

«Te amo, pero no quiero estar atado a una sola persona. Amémonos y seamos libres. «

Dios no ama así. Dios dice: «Te amo y quiero hacer un pacto contigo».

Entre las naciones del medio oriente, la sal ha sido símbolo histórico de lealtad y permanencia. La sal era necesaria para el uso diario en la preparación de los alimentos y de los sacrificios (Levítico 2:8-13, Números 18: 19). Las personas declaraban su amistad cuando comían juntas. La sal estaba siempre presente cuando se compartían los alimentos.

Si se quería expresar un sentimiento de amistad entre dos personas se decía: «Hay sal entre nosotros». Esto significaba que habían comido juntos regularmente y habían pasado sal. (Tome en cuenta que en esos días casi todas las comidas eran compartidas en los hogares y «pasar la sal» significaba compartir el hogar tanto como la comida y la amistad.)

Decir: «Él ha comido de mi sal,» equivalía a: «Sí, somos amigos íntimos.» (Vea La Enciclopedia Bíblica Internacional – Pacto de Sal). 

Una persona criada en este ambiente de conciencia de lo que es un pacto, jamás pensaría en «pasar sal» con otro y luego traicionarlo o actuar con falsedad.

La sal tiene una propiedad cohesiva. Los bloques de sal se pueden dejar al descubierto y ser chupados por los animales y siempre mantendrán su cohesión interna.

La arena es totalmente opuesta. El movimiento más tenue hará que cada grano individual de arena se separe.

Estas características de sabor, cohesividad y poder de preservación, han hecho que la sal sea históricamente valiosa.

La palabra «salario» viene del latín «salarium» que era la parte del sueldo que se daba a un soldado para que comprara sal. «Salarium» – viene de la palabra sal.

Un hombre que «vale su sal» es alguien digno de su salario, tan valioso y de tanta calidad como la sal (una persona de lealtad y perseverancia).

El intercambio de sal entre las personas ha significado tradicionalmente un voto de lealtad o de fidelidad para guardar su palabra. La celebración de un pacto se sellaba generalmente compartiendo una comida, la sal estaba siempre presente y era pasada entre los participantes. Nuestro pacto, o lealtad mutua a Dios y a Su pueblo se ha venido celebrando por casi 2000 años compartiendo una comida.

Leonardo da Vinci pintó su famoso cuadro de la «Ultima Cena,» con la que Jesús selló su pacto, representando cuidadosamente el carácter de cada uno de los discípulos.

A Judas lo pintó destacando dos cosas en especial: sosteniendo la bolsa del dinero y derribando la sal sobre la mesa. Leonardo da Vinci entendía bien, aun en su día, la actitud bíblica con respecto a la sal.

Caracterizó la deslealtad de Judas en su descuido con la preciosa sal. Judas no tenía sal – era falso. Derramó su propia sangre aturdido por la incredulidad de su propia falsedad. Judas también era religioso y su trato fue con los líderes religiosos de su tiempo.

La traición –común en los últimos días  

Jesús advirtió a sus discípulos que cuando ellos entraran en un pacto con Él como Señor, que todas las otras relaciones serían probadas. Si bien es cierto que Jesús trae paz a nuestro corazón, la espada probará toda relación que no reconozca su señorío. Aun las relaciones familiares serán probadas y a menudo destruidas (Mateo 10: 34-40).

En Mateo 24 Jesús describe en parte la tribulación que vendrá en los últimos días sobre los verdaderos discípulos, debido a la decadencia social.

Pero todo eso es solo el principio de los dolores de alumbramiento. «Entonces os entregarán a la tribulación, y os matarán y seréis odiados de todas las naciones por mi nombre. Y entonces muchos tropezarán y caerán y se traicionarán y odiarán unos a otros. Y aparecerán muchos profetas falsos que engañarán a muchos. Y debido al aumento de la iniquidad, el amor de muchos se enfriará. Pero el que persevere hasta el fin, ese es el que será salvo. Y se predicará este evangelio del reino por todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin». (Mateo 24: 8-14).

En medio de la presión de esta tribulación, muchos que mencionan el nombre de Jesús encontrarán más conveniente desistir o apartarse de la comunión y traicionar sus viejas relaciones. El fuego de la persecución probará el carácter de todos los hombres. Únicamente los que son verdaderamente piadosos, mantendrán su lealtad a sus hermanos cuando enfrenten el sacrificio de sí mismos aun hasta la muerte.

Dios le dice a Jeremías cuando se queja del trastorno social de sus días: «Si corriste con los de a pie, y te cansaron, ¿Cómo contenderás con los caballos? Y si en la tierra de paz no estabas seguro, ¿Cómo harás en la espesura del Jordán?» (Jeremías 12:5).

Si hay cristianos que no pueden ser leales unos con los otros ahora que cuesta tan poco hacerlo. ¿Qué harán cuando les cueste caro? La lealtad es de poco valor cuando no se necesita. La lealtad, como la sal, se vuelve más preciosa cuanto más escasa. La Escritura profetiza de una escasez de lealtad. 

Daniel caracteriza así la última sociedad del mundo en el capítulo 2 y verso 43: «Se mezclarán … pero no se unirán el uno con el otro». Pablo los llama «quebrantadores de pactos» (desleales) (Romanos 1: 31).

Estos están en la misma lista con los homosexuales, los avaros, los homicidas, los chismosos, los aborrecedores de Dios, los jactanciosos, los inventores de lo malo, los desobedientes a los padres y los despiadados. La alternativa en los últimos días será de romper los pactos o aprender a guardarlos.

La sal en el sacrificio    

En Levítico 2: 8-13 Dios instruye a Israel que presente sus ofrendas sin levadura. La levadura en la Biblia simboliza la insinceridad o la hipocresía (1 Corintios 5:6-13).

Pablo amonesta a los corintios porque se jactaban más allá de su actual condición espiritual. La iglesia tenía levadura. Daba la apariencia de ser más de lo que en realidad era. Su verdadera moral y su condición espiritual estaban muy por debajo de lo que aparentaban ser. Había malicia y pecado entre ellos.

Ananías y Safira (Hechos 5:1-10) mintieron con respecto al tamaño de su sacrificio y cayeron muertos delante del altar.

La levadura es lo que causa los agujeros en el pan. Como un pan, la Iglesia se ha llenado de mucho aire caliente.

Durante la Pascua Israel tenía que sacar toda la levadura que estuviera dentro de la casa. Dios acepta una ofrenda pequeña pero no una ofrenda inflada.  

Toda jactancia eclesiástica o religiosa bajo el pretexto de testificar, será probada por Dios para ver si es pan todo lo que dice ser pan.

En Levítico 2:11 Dios dio orden de no poner miel en la ofrenda. Él quería el incienso natural cuando la ofrenda fuese quemada y no una dulzura artificial. La adulación o el acercarse a Dios con la boca solamente no es de su agrado, cuando el corazón está lleno de avaricia y de resentimiento. Dios requería que toda ofrenda tuviese sal. Esa era «La Sal del Pacto». En la mesa de Dios en Su casa, la sal se pasaba siempre – como recordatorio de la lealtad de su amistad.

Pablo nos ruega que presentemos nuestros cuerpos en sacrificio vivo delante de Dios. También este sacrificio debe ser con sal.

Sal en la nación   

2 Crónicas13 nos relata la historia de Abías, rey de Judá, nieto de David.

Abías es atacado por Jeroboam, rey de Israel, un rey sin Dios y quien ha pervertido a Israel. El ejército de Jeroboam es dos veces mayor que el de Abías. Delante de esta situación, Abías le envía un mensaje a Jeroboam recordándole que este había sido un siervo de su propio padre Salomón. Ambos habían crecido juntos, pero Jeroboam se había revelado contra el linaje de David.

» ¿No sabéis vosotros que Jehová Dios de Israel dio el reino a David sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos, bajo pacto de sal?»

De alguna manera Dios y David habían compartido la sal. Dios jamás sería desleal al pacto de sal que Él había hecho con David.

Abías sabía que Jeroboam conocía a Dios. Aunque el ejército de Abías estaba en desventaja dos a uno, tuvo el valor de decirle a Jeroboam que era un hombre «sin sal», un rebelde seguido por rebeldes, – «hombres vanos y perversos.»

Aun en el momento que Abías hablaba, el ejército de Jeroboam se preparaba para atacarlo por la retaguardia.

Cuando los hombres que eran leales a Abías y al linaje de David se vieron superados en número y rodeados «alzaron un grito de guerra.» Cuando los de Judá gritaron con fuerza, Dios desbarató a Jeroboam y a su ejército hiriendo a 500.000 de sus hombres escogidos.

Un hombre desleal es un hombre sin valor para pararse en el día de juicio.

La nación de Dios, Israel y su nación espiritual, la Iglesia, no se caracterizan por el tamaño de sus ejércitos, sino por la calidad de su compromiso. Cualquier nación se beneficia en los tiempos de presión con la cohesividad de su ciudadanía. La mayoría de las naciones, las denominaciones e instituciones nacieron como fruto de un compromiso genuino entre sus padres fundadores y requieren un compromiso continuo para poder sobrevivir.

La designación hebrea para los Estados Unidos es «La Tierra del Pacto.» Los Estados Unidos nacieron por la relación de pacto que existía entre hombres comprometidos.

En noviembre 11, 1620, mientras el Mayflower se encontraba anclado en la bahía de Plymouth en el Cabo Cod, cuarenta y uno de sus pasajeros peregrinos firmaron el siguiente tratado conocido como el Pacto de Mayflower:

En el nombre de Dios. Amén.

Nosotros, cuyos nombres aparecen escritos abajo, los leales súbditos de nuestro temido soberano Señor, el Rey Jacobo, por la gracia de Dios, de la Gran Bretaña, Francia e Irlanda, Rey, Defensor de la Fe, etc.

Habiendo emprendido para la gloria de Dios y el avance de la Fe Cristiana y el honor de nuestro Rey y País, un viaje para establecer la primera colonia en las partes del Norte de Virginia; los presentes solemnemente y mutuamente en la presencia de Dios y uno del otro, pactamos y nos unimos en un Cuerpo Civil Organizado para nuestro mejor gobierno y preservación y avance de los fines antes dichos y en virtud de lo cual establecer, constituir y forjar aquellas justas e imparciales leyes, ordenanzas, decretos, constituciones y oficios, de tiempo en tiempo, que parecieran ser más necesarias y convenientes para el bien general de la colonia, a la que prometemos toda la debida sujeción y obediencia.

Las circunstancias que rodearon a esta banda de esforzados peregrinos casi devastaron su número y se burlaron de su propósito.

Enfermedad, hambre, exposición al ambiente y el perenne temor a los indios hostiles eran unos pocos de sus muchos obstáculos.

La disensión entre ellos hubiera provisto un aliado interno, pero la relación de pacto que tenían los llevó a una verdadera unidad y comunidad. Dios honró su sal.

Desde entonces muchas veces más se ha elevado el «grito de guerra» y Dios ha honrado a sus descendientes.

Nada nos causa tanta inquietud nacional que ver la falta de unidad y la deslealtad que han caracterizado los acontecimientos de los últimos años. Ha llegado el tiempo para renovar el pacto. Ya que la lealtad proviene de la misma naturaleza de Dios y ya que Satanás es el anticristo original, no cabe duda que nuestra alternativa es escoger a Dios o a la desintegración nacional.

Lealtad no significa un acuerdo total, pero el compromiso sí es total. Significa mantener el compromiso que tenemos por el bienestar de otro frente a cualquier circunstancia que lo impida. Lealtad significa «defender y apoyar» cuando no hay nadie quien defienda y ese apoyo es costoso.

 Sal en la Iglesia   

El Sermón del Monte expone los principios por los que se rige el Reino de Dios-La Nación de Dios.

Las Bienaventuranzas en Mateo 5: 1-12 describen la clase de personas que Dios bendice por caminar en los principios del reino: los humildes, los mansos, los que tienen hambre de justicia, los compasivos, los puros de corazón, los que procuran la paz, los perseguidos.

En el verso 13 dice de estos hombres: «Vosotros sois la sal de la tierra.»

Hombres así caminarán lealmente con Dios y unos con otros. Son únicos en la tierra. Hombres y mujeres así, reflejando el carácter de Dios, compasivos y cohesivos, vencerán juntos los obstáculos de origen natural y espiritual.

Los que frente a la presión pierden su cohesión, serán separados y esparcidos como arena y pisoteados por los enemigos naturales y espirituales.

Hay una nota de sobriedad expresada en el verso 13.

Aquellos que jamás hayan experimentado lo que es lealtad de pacto, pueden recibir de Dios su naturaleza para amar, pero si la llegan a conocer con todo su vigor moral y después cayeran y la traicionan ya no quedará ninguna esperanza para ellos. «¿Cómo se podrá hacer salada otra vez?»

Marcos 9:50 expresa el mismo pensamiento.

La sal ¡es buena, pero la pérdida de su valor pareciera casi irreparable.

La seriedad de caer aquí nos recuerda el pasaje de Hebreos 6:6.7, Hebreos 10:39 también habla de retroceder para destrucción. El libro de Hebreos se concierne con las relaciones de pacto. Esta es la forma más profunda y privilegiada entre las relaciones personales con Dios y los hombres. La violación de esta confianza, después de haberla gustado, es una manifestación muy seria de indignidad.

Todos nosotros debemos estar agradecidos por la gracia de Dios y debemos ser solícitos para demostrar gracia mientras aprendemos a caminar bajo un pacto.

Marcos 9:50 nos amonesta a tener sal y a estar en paz los unos con los otros. El mismo carácter de Dios en nosotros nos motivará a ser fieles.

La paz crece en un ambiente de lealtad. La confianza mutua se fundamenta en la naturaleza del compromiso mutuo. La confianza en la inmutabilidad de la fidelidad de Dios, detiene el intento del adversario de disturbar nuestra paz con Él, aun en medio de la adversidad.

De la misma manera, la conciencia de que nuestros amigos están comprometidos con nuestro bienestar previene que las circunstancias difíciles destruyan la paz que haya entre nosotros.

Por muchos años me esforcé en ser leal a la «verdad» por encima de mi lealtad a las personas. Por supuesto, que esto significaba lealtad a mi propia verdad en particular y a mi propia doctrina.

Para mí no era nada «derribar» a un «hereje» en el nombre de Jesús antes de que pudiera decir «Biblia.» Podía desenfundar en un santiamén y disparar versículos que literalmente lo derriban – en amor, por supuesto.

¡Bang! » ¡Te di, Fred! Siento haberlo hecho, pero estaba errado. Tenía que proteger a Dios de ese individuo. «Más tarde cuando oraba y estudiaba la Biblia … buscando más munición, oía aquella voz apacible: «Charles, le disparaste a Fred … «

«Sí, Señor, lo hice por Ti. .. » «Pero Charles, Fred estaba diciendo la verdad. Mira este versículo … «

«Señor, no había visto eso antes …

Pobre Fred. Señor, lo siento … De ahora en adelante defenderé la posición de Fred … y cualquiera que diga algo en contra suya.

Empecé a ver que el pacto de Dios no es con doctrinas, por importantes que sean, el pacto de Dios es con personas.

La fidelidad de Dios es con personas. Jesús murió por las personas. El hombre no existe para servir a las verdades.

 Las verdades existen para servir a los hombres. «El día de reposo se hizo para el hombre, y no el hombre para el día de reposo» (Marcos 2:27).

Si la medida de paz que hay entre los cristianos es indicación de su sal, la Iglesia está en suma necesidad de sal. «Tened sal en vosotros y estad en paz los unos con los otros.»

Sal en nuestra conversación    

Cuando Dios habla, se compromete a cumplir sus palabras. En 2 Corintios 1: 18-20, Pablo apunta que la palabra de Dios no es sí y no, sino ¡si y amén!

Se puede contar con lo que Él dice. Sus palabras no regresan vacías. Dios nunca habla solo para hacer conversación.

Dios juzgará toda palabra vana o sin propósito y advierte que el excesivo hablar se presta para la ofensa.

Jesús exhortó a sus discípulos a no jurar, sino a que dijeran sí o no con veracidad. Si se vuelve necesario afirmar nuestras declaraciones con juramentos y aseveraciones repetidas eso es indicio de que no tenemos confianza en nuestras palabras. «Que tu sí sea sí y tu no, no.»

«Su palabra es su garantía.» Es una frase que se usaba para caracterizar la fidelidad de un hombre a su propia palabra y consigo mismo. Con una persona tal un contrato era innecesario.

Debido a la conversación excesiva y a la falta de compromiso, la sociedad ha desarrollado el arte de una comunicación ambigua que no expresa asentimiento ni negativa.

Es la habilidad de hablar sin comprometerse a ningún punto de vista, dejando a quien habla en libertad de cambiar de posición en cualquier momento que vea que su punto de vista no es popular o es erróneo.

Este tipo de comunicación evasiva le evita a la persona la humillación de retractarse o el costo de defender lo que es justo.

Jesús dijo: «Porque la boca habla de lo que llena el corazón» (Mateo 12: 34). Siendo esto cierto y observando la preponderancia de hablar sin comprometerse, bien se puede concluir que hay una gran aversión en los corazones de los hombres a comprometerse con cualquier causa. La integridad y la confianza de nuestro hablar revela la condición de la fibra de nuestro corazón.

Se dice que Teodoro Roosevelt dijo en cierta ocasión: «Mi próximo secretario será un hombre manco»

Cuando le preguntaron la razón él contestó: «¡Porque estoy cansado que mi secretario actual borre con la mano izquierda lo que escribe con la derecha!»

El arte de «casi decir algo» no es agradable para Dios. Necesitamos cristianos de palabra. No podemos vivir de insinuaciones y de indirectas.

Hace poco leí un cartel que decía:

«No puedo entrar en detalles. Ya le dije más de lo que oí.»

«Su conversación debe ser siempre agradable y de buen gusto, y deben saber cómo contestar a cada uno» (Colosenses 4: 6 Versión Popular). «Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno» (Revisión de 1960).

Una relación de pacto no da lugar para respuestas falsas o trilladas que oculten nuestra verdadera condición y sentimientos. La confianza y la verdad morarán juntas.

Una iglesia con sal será la luz del mundo – una ciudad puesta sobre un monte. La lealtad que el pueblo de Dios tenga para Él y entre sí, será la evidencia lúcida de un discipulado genuino y de un carácter piadoso.

El amor de pacto es la evidencia de que Cristo está en nosotros y nosotros en Él. Es el fundamento inconmovible cuando todo lo demás se tambalea. Es el testimonio más fuerte de que Jesús fue enviado por el Padre y de que es nuestro Señor sentado a su diestra.

«Para que todos sean uno; como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, para que también ellos sean en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste» (Juan 17:21).

«Nadie tiene un amor más grande que este; que uno de la vida por sus amigos» (Juan 15:13). 

Reproducido de Vino Nuevo Vol. 1-Nº 11. Usado con permiso.

(Los comentarios y artículos de opinión o de formación espiritual, son propios de las personas que los escriben y no necesariamente representan el pensamiento de este medio).

 

 

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