OPINIÓN

El dominio propio

El dominio propio significa dejar atrás esos egos que nos enferman el alma cuando nos creemos “dioses” al alcanzar poder y dominio aquí en la tierra.

Lcda. Gloria Navas / Diputada de la República /

Como personas de fe imperfectas mas perfectibles, conocemos que debemos dar buenos testimonios porque así lo declara el Evangelio de San Mateo 28:19 y 20.

De lo que de Él recibimos y aprendemos, debemos compartir.

Es el alimento espiritual diario el que debemos ingerir desde el amanecer y digerir como una constante derivada del cafecito con el pancito de cada mañana.

Sin embargo, la experiencia nos enseña que tal parece que a pesar de las buenas intenciones, nos equivocamos con cierta frecuencia cuando torcemos el camino.

Es aquí cuando nos enfrentamos con esos momentos en que debemos pegar un frenazo vital para no calentar una mala actitud.

Solo así podremos enderezar la ruta hacia el Gran Yo soy: el camino, la verdad y la vida.

Como cristianos seguidores del Nuevo Testamento -entendido este como la última voluntad del Creador declarada a la humanidad- creemos que ese testamento fue abierto con la muerte vicaria del testador, el Señor Jesucristo. (Ver carta a los Hebreos).

Él nos conduce a toda verdad. La Escritura nos habla en consecuencia sobre el entrenamiento y la meta diaria que lo es el fruto del Espíritu Santo, según la carta a los Gálatas 5:22.

De todas las virtudes que debemos practicar, amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad y humildad, se nos instruye sobre el dominio propio.

Ello implica torcernos la mano a nosotros mismos para controlar la ira, los rencores, los malos deseos y tantos otros defectos producto de nuestra naturaleza pecaminosa, la que debemos desechar si en verdad nuestra voluntad es alcanzar la esencia divina a la que hace mención la II carta del apóstol Pedro, v. 3 y 4.

El dominio propio significa dejar atrás esos egos que nos enferman el alma, cuando nos creemos “dioses” al alcanzar poder y dominio aquí en la tierra.

Cuán importante es comprender que ese sentir nos conduce al mal camino, al separarnos de los consejos eternos contenidos en el Sermón del Monte.

Ellos nos transforman en la luz y en la sal del mundo para bendecir y alcanzar las relaciones elevadas con nuestro prójimo.

Eso le agrada al Eterno y Poderoso Señor.

Aunque parezca difícil… es posible.

(Los comentarios y artículos de opinión o de formación espiritual, son propios de las personas que los escriben y no necesariamente representan el pensamiento de este medio).

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