OPINIÓN
El ciego Bartimeo
Marconey Araya / articulista/
La esperanza que Jesús había despertado en el mendigo ciego Bartimeo era imparable. Nadie podía acallar aquel grito.
Cuando oyó que quien pasaba por allí era Jesús, encontró su oportunidad y comenzó a dar voces y gritos… pero el grito o los gritos de los pobres molestan a los que creen estar integrados en la sociedad. Dice el texto que “muchos le reprendían” ¿acaso estarían los discípulos de Jesús entre aquellos que querían callar aquel grito? Pero Bartimeo no hacía caso, no podía obedecer… era su gran oportunidad, declararse en rebeldía contra los que querían acallar su grito.
Jesús se detuvo. Él no podía pasar de largo. Jesús hoy también está detenido al lado de los sufrientes y necesitados del mundo. Somos nosotros, los que nos decimos ser sus seguidores, los que no nos detenemos ante este grito.
Él nos dio ejemplo. Ejemplo que si no seguimos puede hacer que caminemos por el mundo con una fe muerta, eliminada por los excesivos rituales insolidarios, hipócritas como sepulcros blanqueados por fuera.
Detenernos como lo hizo Jesús. Es lo que creo, que deberían hacer los creyentes ante el grito de los marginados y necesitados del mundo. Es una pena que ese grito sea silenciado y que se haya resignado.
Hoy, más de medio mundo en pobreza, permanece callado y resignado… quizás porque no ha encontrado eco a su grito. Se les ha destrozado la garganta y el corazón… pero Jesús paró. Jesús se detuvo para sorpresa de la multitud. Nunca fue sordo al grito de los necesitados . Nunca pasó de largo..
Los creyentes del mundo, los discípulos del Maestro, nos deberíamos parar ante el grito de los necesitados y oprimidos del mundo. Y cuando ese grito no resuena como una gran sirena atronadora, nosotros deberíamos iniciar el grito para que ellos, tocados por la esperanza, se pusieran a gritar junto a nosotros.
Un grito de esperanza, un no a la injusticia y al desigual reparto, un no al robo de dignidad de tantas personas en el mundo.
Los cristianos deberíamos ser inconformistas, con un inconformismo positivo, transmisores de esperanza… hasta contagiar a los necesitados del mundo para que no caigan en la resignación. Alguien tiene que detenerse y reflexionar.
Jesús ya no está corpóreamente entre nosotros, pero nos asiste con su Espíritu. Nos corresponde a sus seguidores pararnos al lado del lacerado, del apaleado y tirado a los márgenes del camino, y hacer visible la presencia de Dios en esta tierra.
¿Soy yo de los que se detienen ante el grito de auxilio del prójimo sufriente, o soy de los que tratan de callarlo?.