Internacionales

¿Y si Trump no puede postularse? Muchos pasos están claros, pero otros no

Nicholas FandosNick Corasaniti

Por Nicholas Fandos y 

La Constitución dice que el vicepresidente es el siguiente funcionario en la línea de sucesión, si el presidente muere o ya no puede servir, pero las cosas se complican a partir de ahí.

WASHINGTON — El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, resultó positivo en una prueba de coronavirus y eso ha planteado la posibilidad, por remota que sea, de que pueda quedar incapacitado o morir en el cargo si sus síntomas empeoran.

Aunque eso sigue siendo muy poco probable y, el viernes, pocas personas en Washington estaban dispuestas a discutir esa posibilidad cuando Trump fue trasladado al Centro Médico Militar Nacional Walter Reed para recibir tratamiento, la Constitución y el Congreso establecieron hace mucho tiempo un plan de sucesión para garantizar que Estados Unidos esté protegido de adversarios y conflictos internos cuando el mandatario electo no puede ejercer su cargo.

La Constitución deja en claro que el vicepresidente es la primera opción para para suceder al presidente en caso de que muera en el cargo, y puede intervenir para asumir temporalmente los deberes de la presidencia si el comandante en jefe queda incapacitado. El vicepresidente Mike Pence, de 61 años, dio negativo a la prueba de coronavirus el viernes.

Sin embargo, otras situaciones se vuelven mucho más complicadas y están envueltas en una serie de diatribas legales sobre qué hacer si un presidente no puede ejercer sus funciones pero se niega a renunciar a ellas, o si gana las elecciones pero no puede ejercer los deberes del cargo, o qué sucedería si el presidente y el vicepresidente están incapacitados.

A continuación explicamos qué sucedería en diversas situaciones que pudieran comprometer al presidente de Estados Unidos:

¿Qué pasa si Trump muere o no puede servir?

La Constitución y las leyes son más claras en los casos en que un presidente muere o debe renunciar a su cargo. La vigesimoquinta enmienda establece que: “En caso de destitución del presidente de su cargo o de su muerte o renuncia, el vicepresidente se convertirá en el presidente”.

El ascenso de un vicepresidente no es algo inédito en la historia de Estados Unidos. En ocho ocasiones, un vicepresidente ha tenido que asumir el cargo más alto de la nación debido a la muerte del mandatario, la más reciente sucedió en 1963 por el asesinato de John F. Kennedy, cuando Lyndon B. Johnson se convirtió en presidente. (En 1974, el vicepresidente Gerald Ford asumió la presidencia después de la renuncia de Richard M. Nixon).

La Constitución establece que el Congreso debe decidir qué sucede si el vicepresidente también muere o no puede servir, y se han promulgado varias leyes para prever las contingencias.

La más reciente es la Ley de Sucesión Presidencial que se promulgó en 1947, después de la muerte del presidente Franklin D. Roosevelt en 1945 (se modificó nuevamente en 2006). El estatuto dice que el presidente de la Cámara es el siguiente en la línea de sucesión, seguido por el presidente pro tempore del Senado y luego vendrían los miembros del gabinete, comenzando por el secretario de Estado.

La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, de 80 años, dijo el viernes que había dado negativo en la prueba del virus y estaba segura de que se habían implementado los planes correctos en caso de que fueran necesarios.

“La continuidad del gobierno siempre ha sido prevista”, dijo en una entrevista con MSNBC. “Siempre digo que es una reliquia del pasado, sin embargo, eso determina cuál es el trabajo que nos corresponde, y eso es lo que haremos”.

El senador Charles E. Grassley, republicano por Iowa, es el actual presidente pro tempore del Senado. Tiene 87 años.

¿Qué sucedería si el presidente está demasiado enfermo como para cumplir con sus funciones?

Según la vigesimoquinta enmienda, que fue ratificada en la década de 1960 para aclarar la discapacidad presidencial y la planificación de la sucesión, los mandatarios pueden delegar sus poderes, de manera voluntaria, a sus vicepresidentes en caso de enfermarse gravemente o verse incapacitados para realizar sus funciones.

Si Trump se enferma gravemente podría notificar, por medio de cartas, a la presidenta de la Cámara y al presidente pro tempore del Senado que se ve imposibilitado para “cumplir con los poderes y deberes de su cargo” y así transferir sus poderes a Pence quien, en efecto, se convertiría en presidente interino. Trump puede reclamar todas sus funciones al recuperarse.

El viernes en la tarde, cuando se esperaba que Trump partiera hacia el Walter Reed, Judd Deere, un portavoz de la Casa Blanca, dijo que el presidente permanecerá en plena posesión de sus facultades y poderes.

“No hay transferencia”, dijo. “El presidente sigue en el cargo”.

Desde que se ratificó la enmienda en 1967, los vicepresidentes solo han tomado el poder en tres casos, y siempre por periodos muy breves. En 1985, cuando el presidente Ronald Reagan tuvo que ser anestesiado para someterse a un procedimiento de colon, otorgó sus poderes al vicepresidente George Bush durante unas ocho horas, aunque evitó invocar formalmente la enmienda. Y, en 2002 y 2007, el presidente George W. Bush transfirió temporalmente sus autoridades al vicepresidente Dick Cheney durante la realización de unas colonoscopias.

¿El presidente puede ser reemplazado de manera involuntaria?

La vigesimoquinta enmienda también contempla la destitución forzosa de un presidente, incluso si está demasiado enfermo para delegar sus funciones o en caso de que se niegue a hacerlo.

Para los autores de la enmienda, estas posibilidades no eran meras hipótesis descabelladas. Después de sufrir un derrame cerebral en 1919, el presidente Woodrow Wilson pasó el resto de su mandato parcialmente paralizado y ciego; su condición se mantuvo mayormente en secreto.

La enmienda le otorga al vicepresidente, que debe actuar con el gabinete o con un grupo designado por el Congreso, poderes para intervenir. Si la mayoría de cualquiera de esos grupos decide e informa a la Cámara y al Senado que el presidente “no puede cumplir con los poderes y deberes de su cargo”, entonces “el vicepresidente asumirá inmediatamente los poderes y deberes del cargo como presidente interino”. Ese mandato nunca se ha utilizado y las consideraciones políticas podrían dificultar su ejecución.

El arreglo duraría hasta que el mandatario informara al Congreso que “no existe ninguna incapacidad”, por lo que podría cumplir con sus deberes. Si el grupo que lo removió no estuviera de acuerdo, la decisión le corresponde al Congreso, con el requisito de que dos tercios de la Cámara y el Senado deben ponerse de acuerdo para separar al presidente electo del poder.

¿Qué podría pasar si hay una disputa sobre quién está en el poder?

Aunque la sucesión presidencial está claramente consagrada en la ley, algunos juristas argumentan que es posible que no sea coherente con la Constitución, lo que plantea problemas potencialmente desastrosos si los dos principales líderes de la nación ya no pueden servir.

Algunos académicos constitucionales han planteado dudas sobre si la presidenta de la Cámara y el presidente pro tempore del Senado son elegibles para reemplazar al presidente, argumentando que los redactores de las leyes solo contemplaron la posibilidad de que los calificados para ejercer esa acción fuesen los altos funcionarios del poder ejecutivo.

Jack L. Goldsmith, profesor de la Facultad de Derecho de Harvard, advirtió este año que esa disputa, aparentemente remota, podría desencadenar un enfrentamiento. Es posible, por ejemplo, que Pelosi y el secretario de Estado, Mike Pompeo, el próximo funcionario del poder ejecutivo en la línea de sucesión, puedan reclamar la presidencia.

“Todos estos son escenarios de pesadilla porque esas disposiciones de la ley constitucional realmente nunca se han puesto a prueba”, dijo Goldsmith.

Tampoco está claro qué pasaría si el presidente y el vicepresidente quedan temporalmente incapacitados. Norman J. Ornstein, un académico especializado en temas del Congreso en el American Enterprise Institute, dijo que la situación podría resultar en un duelo a corto plazo por reclamos de autoridad presidencial entre el jefe de gabinete de la Casa Blanca, el secretario de Estado u otras figuras.

“Uno piensa en la ambigüedad de las cadenas de mando mientras tenemos adversarios en todo el mundo”, dijo. “Podríamos tener algunos problemas serios y un gobierno a la deriva, mientras algunos actores compiten por el poder”.

¿Y si Trump ya no puede postularse?

Las cosas se complican, rápidamente.

Primero, el Comité Nacional Republicano tendría que elegir un nuevo nominado, un proceso que involucraría a la presidenta Ronna McDaniel y los 168 miembros nacionales, tres por cada estado y territorio. Pero como muchos estados ya han comenzado a imprimir, enviar por correo y aceptar boletas, y algunos han comenzado los sufragios en persona, es poco probable que el nombre de un nuevo nominado se imprima en las boletas a tiempo para el día de las elecciones.

Entonces correspondería a los estados individuales decidir cómo proceder, y la mayoría no ha establecido reglas para esta situación.

“Se trataría de lo que dice o no dice la ley de cada estado sobre lo que sucede en esta eventualidad, y muchas leyes estatales simplemente guardan silencio sobre esta posibilidad”, dijo Richard L. Hasen, profesor de derecho en la Universidad de California, Irvine, quien también discutió el tema en su blog Election Law. “Así que pueden surgir preguntas sobre qué se debe hacer”.

La pregunta se volvería más compleja si Trump gana las elecciones, pero no puede gobernar. Algunos estados, pero no todos, obligan a sus electores a votar por el candidato que gane el estado, pero incluso la mayoría de los estados con leyes electorales vinculantes no mencionan lo que podría suceder si un candidato muere o no puede servir.

Esa situación podría ser resuelta por el Congreso, que certifica los votos del Colegio Electoral, o podría determinarse en los tribunales.

Nicholas Fandos es un reportero nacional que trabaja en la oficina del Times en Washington. Ha cubierto el Congreso desde 2017 y forma parte de un equipo de reporteros que han registrado las investigaciones del Departamento de Justicia y el Congreso sobre el presidente Trump y su gobierno. @npfandos

Nick Corasaniti cubre política estadounidense. Fue uno de los reporteros que cubrió la campaña del presidente Donald Trump en 2016 y ha escrito sobre campañas presidenciales, al Congreso, las gubernaturas y las alcaldías para el Times desde 2011. @NYTnickc • Facebook

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba