OPINIÓN

Reflexiones de la época para la época

Apóstol Rony Chaves /

“Los sufrimientos del Enviado”

“¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante de él y como raíz de tierra seca, no hay parecer en él, ni hermosura, le veremos, más sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino, mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores; enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte, aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.”  (Isaías 53:1-12).

Dios a través de Isaías anunció el éxito de la misión del Enviado, su tarea sería hecha eficazmente. El anuncio de la victoria en su labor venía acompañada de un anuncio escalofriante:

“Miren, mi Siervo será prosperado; será grandemente exaltado. Pero muchos se maravillarán al verlo; sí, aun las naciones lejanas y sus reyes; en su presencia estarán estupefactos y mudos. Porque comprenderán y verán lo que jamás se les había dicho. Verán a mi Siervo azotado y ensangrentado, tan desfigurado, que sería difícil tomar por una persona a quien allí comparecía. Así purificará Él a muchas naciones”. (Isaías 52:13-15) (La Biblia al Día)

El éxito de la misión del Mesías o enviado del Dios Padre, iba antecedido de un caminar de sufrimiento, soledad y dolor.

La conquista mesiánica tendría un precio elevadísimo, la misma vida del Ungido. ¡Aleluya! 

El precio por la unción mesiánica traería tal martirio al Enviado, que el profeta nos hace un retrato de su rostro y cuerpo al final de tal proceso de prueba y aflicción.

Ante su Dios, el Mesías lucía como un tierno retoño que brota de una raíz de tierra seca y estéril (Israel, la Humanidad).

Pero a los ojos de los hombres, Él carecía de atractivo alguno, nada tenía que nos hiciera desearlo. Él quedaría al final del camino de prueba sin hermosura y sin buen parecer.

No le desearíamos para nada. Él sería despreciado y rechazado por todos, esto le convertiría en un “varón de dolores” experimentado y habituado al quebranto y al más amargo dolor.

 A su paso todos le volveríamos la espalda y miraríamos en otra dirección. Al Ungido se le menospreciaría y no nos importaría nada.

Sin embargo, todo su dolor y toda su aflicción serían por nosotros. Él sufrió nuestro dolor y por nuestras penas sería agobiado terriblemente.

Los hombres y también nosotros, afirma el profeta, creeríamos que su quebrantamiento y tribulaciones eran un castigo de Dios por los pecados suyos. Pero no, Él fue herido y azotado por nuestros pecados, molidos por nuestras rebeliones.

Él recibió el maltrato para que nosotros tuviésemos paz. El profeta declara que el castigo de nuestra paz fue sobre Él. ¡Aleluya!

El Enviado fue herido y golpeado para que nosotros fuésemos curados. ¡El pagó el precio por nuestro perdón y sanidad!

Fuimos nosotros los que nos extraviamos como ovejas descarriadas, cada uno desvió su camino y abandonó las sendas de la justicia de Dios para seguir las propias. Pero Jehová echó sobre Él todas nuestras culpas y pecados. En su martirio Él los llevó a la cruz por ti y por mí. El Enviado fue oprimido, golpeado y afligido, pero no abrió su boca. Él calló de amor y enmudeció, no pronunció palabra alguna. 

Como un tierno cordero lo llevaron al matadero. Y como una oveja muda lo llevaron ante sus trasquiladores. Él permaneció en total silencio ante los que le enjuiciaron y condenaron. 

Del juicio fue llevado a la cárcel y de la cárcel a la muerte, pero ninguno entendió que era por los pecados de cada uno que el Enviado moría, que Él sufría por el castigo que a nosotros nos correspondía recibir.

El Enviado sería muerto por nuestras rebeliones a la mitad de su vida, impidiéndole levantar su descendencia natural como todo hombre. Esto parece que borraría sus generaciones y todo por los pecados de otros.

A Él anunció el profeta, le sepultarían como a un delincuente pero en la tumba de un rico, pues jamás procedería mal ni hablaría perversidades.

La Biblia enseña claramente que todo esto fue plan de Dios, su maltrato y sufrimiento estaban en los diseños divinos para Él.

El plan era martirio y cruz, esto sería el precio a pagar por el Enviado para poder ver coronada con éxito su misión redentiva.

La Biblia al Día, narra maravillosamente el poder de ese increíble sacrificio del Mesías de Dios:

“Pero, cuando su alma haya sido convertida en ofrenda por el pecado, tendrá innumerables hijos, muchos herederos. Revivirá y los planes de Dios prosperarán en sus manos”. (Isaías 53:10).

La versión Reina Valera declara que Jehová le haría ver linaje y largura de días, así como hará posible que la voluntad suya fuese prosperada en manos de su Ungido. 

Dios profetiza a través de Isaías, que después de que su Siervo hubiese puesto su vida en expiación por el pecado, Él le haría gozar al ver el fruto de la aflicción de su alma. ¡Gloria a Dios!

Esta satisfacción vendría al ver la multitud de sus herederos que se levantarían ante su victoria en la Cruz. 

La Biblia al Día lo transcribe así:

“Y cuando contemple lo alcanzado mediante la angustia de su alma, estará satisfecho; y mediante lo que Él sufrió, mi Siervo justo hará que muchos sean tenidos por justos ante Dios, porque Él llevará todos los pecados de ellos.” (Verso 11).

El profeta Isaías bajo la inspiración profética del Espíritu Santo, cierra este capítulo impresionante con la gran promesa del Padre de honrar a su Enviado.

La Biblia al Día lo cita así:

“Por lo tanto, yo le daré la honra que corresponde al poderoso y grande, porque Él derramó su alma hasta la muerte. Fue tenido por pecador, y llevó los pecados de muchos, e intercedió ante Dios por los pecadores.” ( Verso 12).

Dios el Padre es quién escoge y envía, Él mismo se comprometió en sostener en su mano a su Enviado.

Jehová mismo como Creador, determinó ser su guardador y anticipó proféticamente cosas nuevas para el mundo a través de sus profetas.

Esas cosas nuevas serían desatadas con la venida y manifestación del Mesías, su Siervo y Ungido Jesucristo.

Dios soltaría el poder del perdón, la salvación, la sanidad y la liberación de los humanos a través del ministerio y unción de su Enviado. Este poder solo podía venir a través de la aflicción total de su cuerpo y de su alma. El precio a pagar sería altísimo.

La versión de la Biblia conocida como La Nueva Versión Internacional, cierra el capítulo 53 de Isaías con palabras llenas de esplendor.

“Por lo tanto, le daré un puesto entre los grandes, y repartirá el botín con los fuertes, porque derramó su vida hasta la muerte, y fue contado entre los transgresores. Cargó con el pecado de muchos, e intercedió por los pecadores.”  (Verso 12).

¡Amén y Amén!

 

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