Los dioses romanos Júpiter y Mercurio en la Biblia
Dr. Carlos Araya Guillén / Educador /
Para entender mejor la “presencia” de los dioses paganos “Júpiter” y “Mercurio” en el libro de los Hechos de los Apóstoles, escrito por Lucas, hay que leer con atención el capítulo 14 que relata la actividad misionera de Pablo y Bernabé en Iconio, Listra y Antioquía.
También hay que prestar especial importancia al contexto histórico del cristianismo del siglo I, bajo la dominación del Imperio Romano, con los Emperadores Nerón, Galba (año de los 4 emperadores), Vespaciano, Tito y Domiciliano.
Los creyentes fueron perseguidos a partir del Gran Incendio de Roma (64 ), hasta el Edicto de Milán en el 313. También fueron perseguidos por los judíos que no creían y adversaban las creencias cristianas por herejes.
Entre el conjunto de circunstancias características de esa época, estaba la mitología romana con sus dioses, alegorías, leyendas y tradiciones.
Equivalente al dios griego Zeus, el principal dios de la religión romana era Júpiter (en latín lupitter) hijo de Saturno y Ops. Era la deidad suprema, venerada y amada por su fuerza y poder natural.
Por la luz de su sabiduría se le invocaba para bendecir las acciones de los magistrados (pretores y cónsules) y otras autoridades en la dirección de la Ciudad Estado.
Otro dios importante fue Mercurio (en latín Mercurius). Hijo de Júpiter y Maia Maiestas se desempeñaba como intérprete, protector de los viajeros y mensajero del Olimpo.
Se le representa con un calzado provisto de alas y era objeto de culto y alabanzas mediante las Hermeas.
Tanto Júpiter como Mercurio, eran adorados en ceremonias públicas y sacrificios. Sus templos eran sagrados.
Su designio era inevitable y se cumplía al pie de la letra. Tenían la potestad de asumir la forma humana (antropormorfismo) y aparecerse en cualquier momento en una casa, ciudad o templo.
Por eso, cuando el apóstol Pablo sanó a un paralítico en Listra que estaba “imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento y que jamás había andado” (Hch. 14: 8/BRV/1960), diciendo a gran voz “levántate derecho sobre tus pies” (Hch 14:10/BRV/1960), la gente admirada por lo que Pablo había hecho, lo confundieron con Mercurio y en lengua licaónica expresaron que dioses bajo la semejanza de hombres descendieron para traer bienestar.
Y decían “dioses”, porque incluyeron a Bernabé, hombre bueno, lleno de fe y del Espíritu Santo, que junto con Pablo predicaba las buenas nuevas de salvación y hacía grandes maravillas en medio de los gentiles, siendo confundido con Júpiter.
Tal era el alboroto que el sacerdote de júpiter, cuyo templo estaba frente a la ciudad, trajo toros y guirnaldas delante de las puertas y juntamente con la muchedumbre quería ofrecer sacrificios” (Hch 14:13/BRV/1960) y ofrendas para que los dioses no se irritaran.
Sin embargo, dice la Biblia, que cuando Pablo y Bernabé se enteraron de la “confusión” rasgaron sus ropas y se lanzaron entre la multitud dando voces y diciendo: “Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que anunciamos que os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay”. (Hch. 14:15/BRV/1960).
La enseñanza bíblica es clara, los siervos de Dios (en griego doulos) son personas de valiente testimonio profético, quienes predican la verdad del Dios vivo y verdadero, y en el mundo asumen la praxis de su fe fieles a la Palabra que se revela en las Sagradas Escrituras.
Pablo y Bernabé rasgan sus ropas en defensa de la fe que ilumina con la luz del amor de Dios manifestado en la Cruz de Cristo y su resurrección.
Las Buenas Nuevas con su mensaje de esperanza es para todos los hombres y mujeres de buena voluntad sin distinción alguna de credo, raza, color, sexo, idioma, afiliación política o posición social.
El cristiano de nuestros días, está llamado a cumplir con el mandato de Jesús de anunciar la buena noticia del Reino de Dios en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en abierta lucha contra los falsos ídolos del poder y del dinero al servicio de la injusticia y la destrucción de la vida.
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