Dr. Carlos Araya Guillén/
Este año, el 28 de setiembre de 2019, se cumplen 450 años de la primera traducción en castellano de la Biblia. Fue publicada en Basilea (Suiza), después de 12 años de un minucioso y esforzado trabajo de Casiodoro de Reina (1520-1594).
También fue el autor de la famosa Declaración de Fe Española que lo alejó de la Iglesia Católica y se convirtió en un perseguido de la Inquisición conocida también como el Tribunal del Santo Oficio. Su esfinge fue quemada públicamente, su cabeza tenía precio y su vida siempre estuvo en peligro por sus convicciones de libertad religiosa.
Casiodoro de Reina fue un monje español perteneciente a la orden de San Jerónimo que abrazó la fe de la Reforma Protestante. Nació en Montemolín (España) y fue sepultado en Fráncfort del Meno en Alemania.
Ocupa un distinguido lugar en la historia de las Sagradas Escrituras por ser el autor de la primera traducción completa de la Biblia es nuestra lengua castellana, es decir, vernácula. En la Universidad de Basilea se conserva un ejemplar original de esa edición.
En su portada se colocó la imagen de un Oso para evitar símbolos religiosos que estaban prohibidos por la inquisición, por eso se conoce con el nombre de la Biblia del Oso.
Si bien es cierto, fue un atrevimiento hacerlo desde los originales hebreo, arameo y griego y dejar a un lado los textos latinos existentes y los de la vulgata de Jerónimo de Estridón, fue una bienaventurada decisión la de afirmar el derecho del pueblo laico a leer la Biblia en su propia lengua y conocer la buenas nuevas del evangelio sin la mediación de la Iglesia y los sacerdotes.
Porque para cada cristiano, ciertamente, la Palabra de Dios “es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, hasta la médula de los huesos y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón”. (Hebreos 4:12 RVR 1960).
“Y, es útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia”. (2 Timoteo 3:16 RVR 1960)
Amén y amén.
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