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En Estados Unidos podría abrirse una nueva batalla sobre el aborto legal

 Pam Belluck y Jan Hoffman / The New Yor Times /

Mientras los partidarios de ambos lados de la batalla legal sobre el aborto en Estados Unidos están a la espera de que se reformule la Suprema Corte con dos magistrados nombrados por Donald Trump, una cosa es segura: un posible Estados Unidos sin aborto legal sería muy diferente del Estados Unidos antes de que el aborto fuera legal.

Cuando el juez Anthony Kennedy anunció su retiro la semana pasada, comenzó la especulación sobre la posible revocación del caso Roe contra Wade, cuyo fallo trascendental de 1973 despenalizó la interrupción del embarazo, cuyo postulado central es que el aborto debe ser permitido a la mujer, por cualquier razón, hasta el momento en que el feto se transforme en “viable”, es decir, que pueda vivir fuera del útero materno sin ayuda artificial. La mayoría de los expertos dicen que esa posible revocación está lejos, si es que alguna vez llega. Predicen que un escenario más probable es que el tribunal, ahora con más magistrados de derecha, apoyen los esfuerzos para restringir el aborto, dado que ya hay varias demandas contra las restricciones que han sido impuestas al aborto en el ámbito estatal y que han afectado la implementación local del fallo Roe. Si eso sucede en las cortes, dicen los expertos, incentivará a algunos estados a limitar el acceso aún más.

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Incluso así, un regreso absoluto a una era de abortos clandestinos hechos con ganchos para ropa parece improbable. Durante las décadas después de que el caso Roe se resolvió, una explosión de innovación científica ha producido medidas más eficaces, simples y seguras para prevenir la fecundación o ponerle fin a un embarazo; los avances han contribuido a que el índice de abortos en Estados Unidos haya disminuido a la mitad desde la década de los ochenta.

“Ahora vivimos en un mundo nuevo”, dijo Aziza Ahmed, profesora de Derecho de la Universidad Northeastern que escribe sobre las leyes de derechos reproductivos. “La mayoría de las mujeres estadounidenses usa algún tipo de método anticonceptivo. Damos por hecho que podemos controlar cuándo y cómo nos queremos reproducir. Consideramos que el embarazo está dentro de lo que podemos controlar”.

El caso Roe eliminó casi todas las restricciones legales para los abortos durante el periodo en que los fetos no se consideran viables para sobrevivir fuera del útero, lo que se cree que sucede hasta las veinticuatro semanas a partir del último ciclo menstrual de la mujer (más o menos veintidós semanas desde la concepción). Más del 90 por ciento de los abortos se llevan a cabo mucho antes, en el primer trimestre.

Al igual que las leyes basadas en el dolor fetal, que atacan en su esencia el fallo Roe, hay leyes estatales que quieren reducir las fechas sobre la viabilidad del feto. Iowa acaba de aprobar una ley para prohibir la mayoría de los abortos después de las seis semanas, cuando ya es posible detectar un latido cardiaco del embrión. Misisipi aceptó hace poco la prohibición de abortos después de las quince semanas. Las clínicas para abortos rápidamente interpusieron demandas después de que las leyes se aprobaron. Los legisladores que promovieron esas leyes dijeron que disfrutan esos desacuerdos en las cortes, y esperan que lleguen a la Corte Suprema.

Un informe reciente con datos de 2014 elaborado por el Guttmacher Institute, un grupo de investigación en pro del derecho al aborto, descubrió que aunque el índice nacional de abortos en Estados Unidos alcanzó su nivel más bajo desde la decisión Roe vs. Wade, el índice aumentó ligeramente en seis estados, cinco de los cuales introdujeron normas restrictivas para acceder al aborto.

Sin embargo, las mujeres ya tienen a su disposición herramientas poderosas: dispositivos intrauterinos mejorados e implantes hormonales que ayudan a prevenir el embarazo durante años con una sola aplicación; pruebas caseras de embarazo baratas que pueden detectar el embarazo en etapas tempranas; y pastillas del día después, algunas de las cuales incluso se pueden comprar sin receta y pueden prevenir la concepción si se ingieren hasta cinco días después de tener relaciones sexuales sin protección.

Gracias a los abortos medicados, las mujeres con hasta diez semanas de embarazo pueden tomar dos pastillas, la primera bajo supervisión médica y la segunda en casa, para poder dar fin a un embarazo sin necesidad de una operación. En 2013, casi un cuarto de los abortos en Estados Unidos fue con medicamentos, un aumento del diez por ciento desde 2004. Incluso en países que han prohibido todo tipo de interrupción del embarazo, entre ellos algunos en América Latina, las mujeres han logrado conseguir estos medicamentos mediante páginas web y organizaciones defensoras del derecho al aborto que se los envían.

En Estados Unidos, la Ley de Atención Médica Asequible (conocida también como Obamacare) ha logrado que el control de natalidad esté disponible para mujeres pobres y de clase trabajadora, y también para aquellas que cuentan con cobertura privada a través de sus empleadores, ya que establece como requisito que la mayoría de las aseguradoras cubran el costo total de los métodos anticonceptivos.

El informe de Guttmacher encontró que en estados donde aumentó el número de clínicas para la interrupción del embarazo, las mujeres no estaban necesariamente sometiéndose a más abortos. En general, los índices del aborto han disminuido casi de manera constante desde 1981, cuando el índice era de 29,3 por cada mil mujeres. En 2014, hubo un estimado de 926.200 abortos, lo que representa un índice de 14,6 por cada mil mujeres con edades entre 15 y 44 años.

No obstante, algún cambio legal que haga al aborto menos accesible podría tener efectos severos en millones de mujeres, particularmente en las estadounidenses negras, latinas y aquellas con problemas económicos. “A mayor número de normas para el aborto y sus procesos, menor calidad del servicio”, dijo Helene Gayle, copresidenta del comité académico

Un informe de este año elaborado por el comité de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina descubrió que tres cuartos de mujeres que se practican abortos son pobres o de bajos recursos, y el 61 por ciento son de raza negra. Estas mujeres son las más perjudicadas por las leyes que restringen el aborto en el ámbito estatal, como aquellas que exigen que haya periodos de espera o que limitan el número de clínicas que pueden llevar a cabo las prácticas. Algunas de estas iniciativas en veinte estados han sido promovidas con el argumento de que hay “dolor fetal”; aseguran que el feto puede sentir dolor a partir de las veinte semanas de concepción, una declaración que la mayoría de los expertos en medicina refuta.

“Las más afectados son las migrantes ya asediadas, las mujeres de bajos ingresos, las de alguna etnia o color, las transgénero y las lesbianas”, dijo Jéssica González Rojas, directora ejecutiva del Instituto Nacional de Latinas para la Salud Reproductiva, que trabaja con mujeres en el valle del río Bravo en Texas. “Tener una Suprema Corte más apegada a estas normas restrictivas constituye una prohibición de facto para este tipo de atención médica, el aborto y la anticoncepción. El acceso legal sin acceso real significa un acceso inexistente”.

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