El peligro de los silencios de una esposa
«Nada» es una de las respuestas favoritas de las esposas a la pregunta «¿Qué te pasa?», aun cuando es evidente que algo nos pasa.
Patricia Namnún / Coalición por el Evangelio /
La mayoría de las esposas deseamos evitar los conflictos. Sí, queremos que las cosas se arreglen, pero lo queremos con poca o ninguna fricción.
Queremos ser escuchadas, pero muchas veces preferimos guardar silencio porque, quizás, lo que tenemos que decir no va a ser del agrado de nuestros esposos y no queremos causar un ambiente incómodo en la relación.
El problema es que estos silencios o «nadas» no resuelven la situación ni la hacen desaparecer. Decir que estamos bien, cuando hay algo que necesita ser hablado, termina acumulando escombros en una habitación que sigue necesitando ser limpiada.
Por un lado, guardar este tipo de silencio invita a nuestros esposos a llenar los espacios en blanco. Lo que no decimos se asume y, por lo general, se asumen cosas que no son conforme a la realidad. Por otro lado, evitar las conversaciones que necesitamos tener nos puede llevar al resentimiento contra nuestros esposos.
Quizás fuimos heridas o sucedió algo que no entendimos bien, pero no hablarlo termina llevándonos al resentimiento.
Silencios bíblicos
A pesar de que guardar silencio no siempre representa una solución al problema, hay momentos en los que la Biblia sí nos manda a callar:
El que retiene sus palabras tiene conocimiento,
Y el de espíritu sereno es hombre entendido (Pr 17:27).
El que guarda su boca y su lengua,
Guarda su alma de angustias (Pr 21:23).
Hay momentos en los que callar es lo mejor que podemos hacer. Quizás estamos muy enojadas y podríamos decir cosas de las que nos arrepintamos. Pero no es lo mismo callar por prudencia —porque no es el momento de hablar— que callar solo para evitar conflictos y entonces guardar rencor.
Por otra parte, la Biblia también nos llama a dejar pasar la ofensa: «La discreción del hombre le hace lento para la ira, / Y su gloria es pasar por alto una ofensa» (Pr 19:11). Es decir, no todas las ofensas demandan una conversación. Necesitamos tener una actitud que esté dispuesta a dejar pasar la ofensa.
En su libro La libertad de perdonar, Jairo Namnún nos comparte algunos consejos que nos pueden ayudar a discernir cuándo es momento de dejar pasar la ofensa:
- Revisa tu corazón. ¿Estás molesta por las razones correctas? Es vital poder detenerte y buscar en tu corazón por qué estás molesta.
- Revisa la importancia.Hay cosas que genuinamente no valen la pena, donde nuestro problema es nuestra alta sensibilidad y no tanto el que nos hayan ofendido.
- Revisa los patrones.Si la causa de la ofensa parece ser algo atípico de la persona que nos ofendió, es probable que haya algún tipo de malentendido o que esa persona esté luchando con algo internamente. En ese caso, muestra gracia con simplemente pasar por alto la ofensa.
Hay momentos en los que callar o dejar pasar la ofensa es bíblicamente lo mejor que podemos hacer, pero a veces la situación amerita ser hablada.
Un compromiso con la verdad
Aunque lo veamos normal, cada vez que decimos que no nos pasa nada (cuando en realidad algo está sucediendo) estamos siendo deshonestas. Pero la Biblia nos llama a dejar la falsedad y a hablarnos la verdad unos a los otros (Ef 4:25).
En lugar de responder de una manera deshonesta, podemos cambiar el «nada» por: «Sí, me pasa algo, pero todavía no estoy lista para hablarlo, ¿podemos hablarlo más tarde?». O, si reconocemos que la situación nos molestó por orgullo, en lugar de decir «no me pasa nada» podemos responder y actuar de esta forma: «Sí me pasa algo, pero sé que no debió afectarme, así que estoy orando que Dios cambie mi corazón».
Lo que tengamos que decir puede ser que ayude a nuestros esposos a ver áreas que no estaban viendo. Pero sin duda también nos ayuda a nosotras, dándonos la oportunidad de conocer de qué manera hemos fallado, para reconocer nuestra falta y pedir perdón.
Sé que esto es difícil y soy la primera que necesita ponerlo en práctica, pero no estamos solas. En Jesús encontramos a alguien que supo guardar silencio cuando fue maltratado y que también habló la verdad en todo momento.
Uno que por Su obra nos ha capacitado, en el poder del Espíritu Santo, para que podamos vivir como es agradable a Él y sin temor, porque en Jesús estamos seguras. Así que no temas hablar la verdad, cuando lo que honre a Cristo sea dar una respuesta honesta a tu esposo.
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