FORMACIÓN

Cuando el potencial de los grupos se desata

Chris Shaw / Revista Apuntes Pastorales /

¡Es difícil exagerar el potencial que tiene un grupo! Es un hecho histórico que los cambios más profundos en las personas siempre han ocurrido en el marco de la vida de un grupo.

No podemos dejar de regocijamos en el renovado interés en nuestro continente por este tema, aunque nos sentimos obligados a corregir a aquellos que piensan que las células se inventaron hace diez años.

La dinámica de reuniones por las casas ha sido parte de la historia de la Iglesia desde su mismo nacimiento y una parte importante del crecimiento de la Iglesia en cada generación

Mi vida espiritual comenzó en un grupo de estudio bíblico, dirigido por el director de esta revista.

¡Qué experiencia fabulosa fue ser parte de aquel grupo!

Desde esa época, he tenido el privilegio de participar en decenas de grupos y también, de ser facilitador en otras tantas.

Cuando un grupo es atractivo y dinámico, la vida de las personas se contagia de una pasión y un entusiasmo que crece semana tras semana. Nos damos cuenta que los encuentros son buenos porque la gente no quiere perderse las reuniones.

Los miembros participan activamente en los diferentes proyectos que son parte de las actividades del grupo. Hay espacio y tiempo para compartir los asuntos más íntimos del corazón. Se forman vínculos entre las personas que, en muchos casos, son de por vida.

Cuando la parte formal de la reunión termina, nadie se quiere ir. Están a gusto. Se sienten valoradas y valiosas.

¿Quién de nosotros no quiere ser parte de tal grupo?

A la misma vez, tenemos que confesar que muchos grupos languidecen por falta de vida. No hay participación. Las enseñanzas tienden a ser pequeñas predicaciones. Los temas de estudio son aburridos. Las preguntas no estimulan al diálogo.

Las relaciones entre las personas son tensas porque no se ha creado el marco necesario para que dejen de ser asistentes a una reunión. Probablemente todos nosotros hemos participado en ocasión de este tipo de encuentros. ¡Asistir a esta clase de grupo es un suplicio!

Siempre pienso en estos dos extremos, cuando algún pastor me dice que quiere implementar un programa de células en su congregación.

Si el pastor logra que su gente se integre a grupos dinámicos, apasionantes y motivadores, realmente habrá realizado una notable contribución a su congregación. Tales grupos son el medio ideal para evangelizar, discipular y realizar proyectos.

Si por lo contrario está pensando en obligar a la gente a incorporarse en mini-reuniones de poco atractivo, entonces no habrá logrado más que agregar otra actividad a la vida de la congregación.

¿Dónde radica la diferencia entre el uno y el otro? Hay muchas dinámicas en juego en un buen grupo —demasiadas para enumerar en este espacio. Podemos afirmar, sin embargo, que al menos 70% de la dinámica de un grupo depende del tipo de persona que la está conduciendo.

No es meramente una cuestión de estilos, ni tampoco de las actividades del grupo. Un buen líder es efectivo porque siempre encuentra la forma de contagiar a otros de entusiasmo y pasión por las cosas de Dios.

No está tan preocupado con lo que quiere comunicar a las personas de su grupo como en entender qué es lo que el Señor está haciendo en la vida de cada uno de ellos. Su meta es colaborar con esta obra divina.

Tiene un amor profundo por las personas. Realiza entre ellas una labor pastoral, sin necesitar del título ni el reconocimiento oficial para hacerlo.

Posee una convicción de que cada una de las personas que participa en el grupo tiene un valor eterno.

Le interesan las experiencias, los comentarios y los aportes de cada individuo.

Con esta clase de persona como facilitador de grupo, las dinámicas se dan solas.

De esta realidad se desprende un principio importante. El mejor trabajo que puede hacer un pastor para organizar a su congregación en células es el de invitar a los futuros líderes a que hagan una experiencia de grupo primeramente con él.

En este grupo podrán ver en funcionamiento las dinámicas de un buen encuentro. También podrán ser formados en aquellos aspectos que permitirán, el día de mañana, que ellos dirijan con sabiduría un grupo que impacte la vida de otros.

Como complemento a ese valioso trabajo, Apuntes Pastorales le hace llegar los comentarios, la sabiduría y las sugerencias de otros que han tenido amplia experiencia en este tema.

Lea sus artículos, analice sus perspectivas y anímese a construir su propia experiencia, allí donde Dios lo ha puesto.

Uno de mis héroes es Juan Wesley, un líder que allá por el siglo dieciocho, descubrió el valor de los grupos. Wesley participó de uno de los más grandes avivamientos en la historia de la iglesia.

Agrupó a los convertidos en células para un proceso metódico de discipulado —de allí surgió el nombre «Metodista».

Cuando falleció Wesley, tenía 70.000 personas en estas células. A 50 años de su muerte, el movimiento nucleaba a 500.000 discípulos. ¡Qué tremendo!

El potencial de un buen grupo realmente no puede ser exagerado. ¡No se pierda la oportunidad de descubrir lo que Dios puede hacer a través de este apasionante medio allí en su propia congregación!

Tomado de revista Apuntes Pastorales – Volumen XX – Número 4.

(Los comentarios y artículos de opinión o de formación espiritual, son propios de las personas que los escriben y no necesariamente representan el pensamiento de este medio).

 

 

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