Internacionales

¿Cómo combatir la viruela del mono?

 Aprendamos de la covid

Por James Krellenstein, Joseph Osmundson y Keletso Makofane / The New York Times /

Krellenstein, Osmundson y Makofane son expertos en salud pública y defensores enfocados en la prevención de enfermedades infecciosas.

Cuando los casos de COVID-19 se disparaban por todo Estados Unidos a principios de 2020, las autoridades sanitarias se mantuvieron en las sombras, en gran medida porque cometieron errores importantes en el desarrollo de una prueba para detectar la enfermedad.

Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) fabricaban la única prueba de COVID-19 disponible en ese momento en el país y, por desgracia, se descubrieron errores considerables en el diseño y la fabricación de las pruebas distribuidas por esta agencia en febrero de 2020.

Este descalabro, sumado a la reticencia inicial de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés) a permitir que algunos laboratorios autorizados desarrollaran o utilizaran sus propias pruebas de COVID-19, provocó que fuera prácticamente imposible tener acceso a pruebas en Estados Unidos en las primeras semanas de la pandemia.

Ahora que el planeta confronta la viruela del mono, debemos evitar errores parecidos, tanto en lo que respecta a la vigilancia de la enfermedad como a la comunicación con el público.

Aunque la viruela del mono y la enfermedad causada por el coronavirus no son iguales, sí podemos aprovechar algunas lecciones de la pandemia de la COVID-19 y otras anteriores: no es posible impedir la transmisión de una enfermedad que no vemos, y tampoco podemos ayudar a las personas si no les explicamos qué tipo de peligro enfrentan.

Desde nuestra perspectiva como expertos en salud pública y convencidos de su importancia, nos preocupa que la viruela del mono se propague por el mundo. Debido al acceso limitado a mecanismos de prueba y vigilancia, es difícil calcular las dimensiones del brote.

Nosotros, como hombres queer de Estados Unidos y Sudáfrica, también nos preocupan nuestras comunidades. En buena medida, aunque no del todo, la propagación de la viruela del mono, fuera de las regiones en las que es más común, ha sido entre hombres que practican sexo con otros hombres.

La viruela del mono es un tipo de virus del género orthopoxvirus, que por lo regular se transmite de animales a humanos.

Este nuevo brote es la primera vez que ha ocurrido una transmisión más amplia entre seres humanos fuera de los lugares conocidos de propagación del virus, como África central y occidental. Hasta ahora, se han confirmado casi 400 casos de viruela del mono en más de 20 países, entre ellos unos 12 casos en Estados Unidos.

En Estados Unidos, el proceso para detectar la viruela del mono todavía es complicado. Por ahora, si se sospecha que una persona ha contraído viruela del mono, el médico debe ponerse en contacto con un departamento de salud pública estatal o local para solicitar una prueba.

Entonces, un laboratorio asociado con los CDC somete la muestra a un examen genérico para identificar orthopoxvirus. Si el resultado de ese análisis es positivo, la muestra se envía a las oficinas centrales de los CDC en Atlanta para que se realice una prueba específica de viruela del mono y entonces sea posible confirmar el contagio.

Hay 66 laboratorios de salud pública capaces de hacer pruebas de orthopoxvirus. Los CDC calculan que los laboratorios asociados tienen capacidad suficiente como para procesar 6500 pruebas de orthopoxvirus por semana. Según los CDC, se trata de una cantidad superior a la demanda actual.

Entre el 17 y el 24 de mayo, los laboratorios recibieron menos de 60 muestras para hacer pruebas de orthopoxvirus.

Dado que algunos de los casos detectados hasta ahora al parecer no tienen relación con los viajes, nos inquieta el tipo de medidas que se han tomado para identificar la propagación comunitaria y hacer las pruebas correspondientes.

Nos preocupa que, si llegaran a necesitarse más pruebas, este proceso centralizado implique una pérdida de tiempo preciado y limite la capacidad de analizar muestras. Las pruebas de viruela del mono, al igual que las pruebas de COVID-19, están basadas en la tecnología de PCR, disponible en hospitales y laboratorios clínicos de todo el país.

Muchos laboratorios de hospitales importantes, establecimientos comerciales y departamentos de salud estatales y de varias ciudades tienen la capacidad de desarrollar, fabricar y realizar pruebas de detección de viruela del mono con rapidez si se les da la orientación necesaria y muestras para validar sus pruebas.

Incluso si a fin de cuentas no es necesaria la aplicación generalizada de pruebas, el costo de estar preparados es bajo en comparación con el enorme costo que pagaríamos si las circunstancias nos toman por sorpresa.

Si hay una mayor capacidad para realizar pruebas de viruela del mono en el país, las autoridades de salud pública podrán intervenir y desacelerar la posible diseminación del brote.

Los CDC deberían dar a conocer de manera generalizada la información sobre sus protocolos de prueba de viruela del mono para que más laboratorios puedan desarrollar y realizar sus propias pruebas de detección de esta enfermedad.

La FDA también debería ofrecerles orientación a todos los laboratorios autorizados para realizar pruebas de laboratorio complejas y aclarar qué tipo de facultad regulatoria, en su caso, implementarían sobre las pruebas de detección de viruela del mono desarrolladas por otras partes.

Los CDC establecen que cualquier departamento de salud estatal que confirme que un paciente tiene un orthopoxvirus debe asumir que la persona tiene viruela del mono y proceder de inmediato a aplicar medidas de contención, como el rastreo de contactos. La agencia también afirma que mantiene monitoreado el número de equipos de prueba disponibles en caso de que sea necesario incrementarlo.

Por fortuna, hay vacunas contra la viruela del mono y un antiviral autorizado por la FDA, que están listos en la Reserva Estratégica Nacional.

Es esencial darles prioridad a las personas en riesgo inmediato de contraer la viruela del mono, como aquellas con algún contacto cercano reciente. Vacunar a quienes no han estado expuestos —práctica llamada vacunación en anillo— puede evitar que continúe la propagación. También debe considerarse la vacunación proactiva de quienes están en mayor riesgo.

Para activar estas medidas, así como el despliegue efectivo de antivirales, es necesario el diagnóstico rápido de casos, por lo que las pruebas deberían tener carácter prioritario, junto con la vacunación.

Incluso si continúan los casos entre hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres, con seguridad no seremos los únicos que se enfermen. Las epidemias de enfermedades infecciosas están determinadas por el patrón y la frecuencia del contacto entre las personas, así como el patógeno y la inmunidad y susceptibilidad de la población.

La COVID-19 nos enseñó que las epidemias son impredecibles, y la salud de los seres humanos tiene conexiones globales: las variantes y los virus que surgen en un país pueden con facilidad cruzar fronteras y llegar a otro.

En nuestra comunidad de personas queer podemos crear conciencia sobre la posible presencia de una nueva enfermedad, al igual que muchas otras infecciones comunes. En el pasado, compartir lo que sabemos sobre nuestra salud y las opciones para intervenir con servicios libres de estigmas nos ha permitido guiar a nuestros médicos y comunidades.

Cuando comenzaron a presentarse brotes de meningitis bacteriana en comunidades gays, las autoridades sanitarias ofrecieron vacunas en sitios de vida nocturna activa y lugares donde los hombres se reunían para tener relaciones sexuales.

Debemos aprovechar la proximidad del verano y las festividades del Orgullo LGBT para poner en marcha iniciativas similares y ayudar a mantenernos seguros.

Las autoridades de salud pública deben desarrollar e implementar una estrategia de realización de pruebas y vacunación centrada en las comunidades con más probabilidades de resultar afectadas.

Si, por ejemplo, las pruebas y la información dirigida a la comunidad se concentran solo en las ciudades principales, podrían acentuarse las desigualdades sanitarias por raza, clase y ubicación geográfica.

No podemos permitir que la viruela del mono se convierta en una enfermedad de quienes no tienen acceso a los servicios de salud.

Al mismo tiempo que los expertos les ofrecen servicios profilácticos a quienes están en mayor riesgo, los investigadores deberían implementar proyectos diseñados para responder preguntas esenciales sobre la transmisión de la viruela del mono. Por ejemplo: ¿el virus se encuentra en la saliva y el semen, o solo en las lesiones cutáneas?

Por ahora, la falta de información científica precisa es un problema mundial, uno que podría haberse abordado mucho antes. El primer caso en un ser humano se registró en 1970, y en años recientes se han reportado transmisiones entre seres humanos. Este es un ejemplo más de la importancia de tomar en serio al interior de la comunidad científica a algunas enfermedades ignoradas, aunque al parecer no representen una amenaza real para la gente de raza blanca que vive en el norte global.

Quienes planeen estar en contacto cercano con otras personas deberían estar atentos de la aparición de lesiones cutáneas o síntomas asociados con este virus o muchas otras enfermedades de transmisión sexual y por contacto cutáneo, como la sífilis o el herpes.

Si la transmisión de la viruela del mono ocurre en parte a través de comunidades sociales similares, como en el caso del VIH, entonces los expertos en VIH e infecciones de transmisión sexual serán actores clave en la prevención de una emergencia sanitaria pública.

Estos médicos clínicos y profesionales han dedicado décadas a construir relaciones con la comunidad queer, y la confianza que han generado es vital para lograr una respuesta exitosa a una amenaza emergente.

En este momento no nos encontramos en una emergencia de salud pública debido a la viruela del mono, y esta enfermedad no es exclusiva de las personas gays. Si Estados Unidos toma en serio este momento y actúa con esmero y apremio, sin ningún tipo de estigma, es posible que evite una emergencia y garantice que no tengamos que lidiar con otra pandemia más este verano y otoño.

James Krellenstein es cofundador y director de PrEP4All, grupo de apoyo dedicado a aumentar el acceso a tecnología para la prevención del VIH y la COVID-19. Joseph Osmundson es microbiólogo molecular en la Universidad de Nueva York y autor del libro de próxima publicación Virology. Keletso Makofane es especialista en la epidemiología de redes sociales en el Centro FXB para la Salud y los Derechos Humanos de la Universidad de Harvard, y miembro del consejo de gobierno de la Sociedad Internacional de Sida.

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