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Acaba en la comisaría por denunciar que una madre castró a su hijo para “cambiarle de sexo”

 Alvaro de la Peña Actuall/

Caroline Farrow es muchas cosas. Ha sido azafata –que considera su profesión- y en los últimos años se ha dedicado al periodismo, colaborando con Catholic Universe, EWTN o LifeSite. Hace unos años empezó a representar a Catholic Voices en varios debates donde se requería un punto de vista católico en la BBC y de ahí empezaron a llamarle para otros asuntos a nivel personal.

Hubo un momento que fue crucial en su carrera. Hablo del caso de Alfie Evans, aquel bebé al que un juez mandó retirar, contra el deseo de sus padres, el soporte vital que le mantenía con vida y que murió deshidratado y de forma inhumana sin poder salir del Reino Unido para someterse a un tratamiento experimental en Roma. Fue el momento en que dejó de ser una figura necesariamente católica, para saltar a la palestra nacional y hablar de otros asuntos, sobre todo relacionados con la ideología de género, en programas relevantes como Good Morning Britain, de la ITV.

Su actividad mediática la compagina con la crianza de sus cinco hijos menores de edad. Vive con su marido en una casa parroquial. Sí. Han oído bien. Su marido es sacerdote de la Iglesia Católica. Pero este, aunque interesante, no es el tema que nos ocupa hoy.

Hace unos días se encontraba haciendo una cena muy típica inglesa –gammon con patatas al horno y verduras, por si a alguien le interesa- y recibió una llamada. Imagínense la estampa. Lavado rápido de manos, grito general para que los niños le dejen hablar, carrerita al salón y demás prolegómenos.

– Caroline al aparato, dígame.

– Sí, buenas tardes. Le habla el inspector Smith, de la policía de Guilford. Quería informarle de que la fiscalía nos ha autorizado para que le interroguemos y que va a tener que personarse en comisaría mañana.

– ¿Pero de qué está usted hablando? Espere que apague el horno.

– Es que hemos recibido una denuncia de Susan Green en la que asegura que escribió un tweet en el que se refería a su hija como hijo. Si no se presenta mañana a las 11 de la mañana me temo que vamos a tener que arrestarle.

Espero que entiendan que me he permitido algunas libertades a la hora de reproducir o imaginar la conversación para poner de manifiesto lo surrealista del asunto. Ya se pueden imaginar el resto. Supongo que ahora tendrán la curiosidad de saber quién es esta señora Green. Y su… vástago.

Susan Green es la directora de Mermeids –o Sirenas, como se traduce al castellano-. Se trata de una organización benéfica que se dedica a “ayudar” a niños que creen ser niñas y viceversa. Uno de esos grupos que manipulan de forma grosera casos de disforia de género algo reconocido medicamente- para convertirlos en casos mediáticos y promover la cultura de la autodeterminación de sexo, o género, como prefieren ellos.

Un día Jack, el hijo de Susan Green, cuando tenía cuatro años, se dirigió a ella y le dijo que era una niña. A los seis, le pidió a su madre que le operase para convertirse en una mujer. Y ella en vez de decirle que eso era biológicamente imposible, le contestó que tenía que esperar hasta que fuese más mayor. Claro, se pueden imaginar la confusión del niño.

A los nueve, cuando se separó de su marido tras varias disputas sobre el asunto, el niño ya vestía ropa de niña en la casa y masculina en la calle y el colegio. Algo que cambió poco después, pues a los 10 años ya vestía como una fémina todo el tiempo. En breve, el niño, conocido ya como Jackie, empezó a intentar suicidarse más de siete veces tras empezar el instituto. Algo que la madre achacó – seguramente de forma correcta- a comportamientos abusivos de algunos compañeros, pero que intentó arreglar bloqueando la pubertad de su hijo, ayudada por un médico de Boston. Para terminar este resumen que creo necesario les diré que cuando Jack tenía 16 años, decidió llevar a su hijo a Tailandia para castrar a su hijo, algo que era ilegal en Reino Unido con esa edad.

Una vez hecha las introducciones, les diré que Susan Green y Caroline Farrow coincidieron en un plató de televisión hace unas semanas para debatir sobre un tema candente. Resulta que hay una guía que dicta en Reino Unido que cuando se separa a los niños por sexos en cualquier actividad (como dormir en tiendas de campaña o lavarse en una ducha común, por ejemplo) los niños que creen ser niñas van a poder ser parte del grupo de las niñas. Es más, van a poder ser incluso los líderes del grupo, lo que a veces supone ayudar a las niñas con tareas de higiene personal. Y lo más controvertido: los padres no van a tener el derecho a saber que sus hijas de 16 años van a ser obligadas a ducharse junto con su compañero de clase, porque se siente niña.

Días después del debate, Caroline Farrow publicó una serie de tweets en los que clarificaba el caso del hijo de Susan Green, hecho público por ella misma en una charla de TED. Caroline decía lo siguiente: 

Lo que ella le hizo a su propio hijo (la persona más joven del mundo en someterse a una operación transgénero) es ilegal. Le mutiló al castrarle, lo que le ha hecho estéril siendo todavía un niño”.

Y claro, la Policía del Pensamiento no pudo soportar los dos crímenes cometidosllamar por su nombre –castración- lo que ellos sólo permiten llamar “reasignación de genero” y además referirse a una persona por el pronombre que le corresponde según su sexo biológico. Eso fue suficiente para interrogar a esta peligrosa madre de cinco niños que merece mucha más atención policial que todos los otros asesinos, violadores y demás criminales sueltos por el país.

Caroline tuvo que hablar con su hija mayor, de 14 años, y explicarle que a lo mejor iba a la cárcel. Por suerte, la sociedad británica se ha levantado en armas y ha hecho que la Policía recule y deje de investigar. Pero Caroline tiene claro que el lobby ha intentado hacer de este el primer caso que siente precedente. Ya lo han intentado en Reino Unido varias veces, de hecho. Yo, si fuese ellos, iría a los colegios y denunciaría a todos los profesores de biología por dar una perspectiva sesgada de lo que es la biología, algo que claramente puede cambiarse a golpe de deseo y de protestas. Nótese la ironía.

En toda esta historia hay dos cuestiones que me chirrían profundamente y que comparto con ustedes.

La primera es que me resulta muy curioso que a los padres de Alfie Evans no les permitiesen volar para intentar salvar la vida de su hijo mientras a Susan Green le permiten sacar a su hijo menor para castrarle en Tailandia en una operación prohibida en Reino Unido.

La segunda tiene su gracia. Resulta que tras la campaña que realizó Caroline a favor de Alfie, hubo personas que iniciaron una campaña de acoso y derribo contra ella y su familia. Se ha llegado a crear un blog para publicar sus datos, como su dirección o el colegio al que van los niños, han hecho compras de muñeras sexuales de cientos de libras en su nombre, han llamado de forma repetida a su casa a horas impertinentes de la madrugada y han amenazado con “ir al confesionario a aterrorizar” a su marido.

Además, ha tenido que soportar que le llamen “sucia católica”, “puta católica”,  le digan que quieren hacerla “sufrir”, “aplastarle la cabeza contra la pared” o le amenacen con mandarle a “unos amigos a casa”. La Policía ya le ha comunicado que no encuentran ningún motivo para seguir investigando el asunto por motivo de odio. ¿Se imaginan que pasaría si cambiásemos la palabra “católica” por otras palabras mágicas? Yo sí. ¿Y ustedes?

 

 

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