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“Es mucho más difícil acabar con la obesidad que con el hambre”

Pablo Linde / El País/

En México, unas siete millones de personas están desnutridas y más de 24 millones padecen obesidad. “Si el país se lo propusiera, la primera cifra se podría bajar a un millón en cinco años, pero en ese mismo tiempo es imposible que se reduzca a la mitad la tasa de sobrepeso”, reflexiona Julio Berdegué, representante de la agencia de la ONU para la alimentación (FAO) en América Latina. “Es mucho más difícil acabar con el hambre que con la obesidad”, zanja.

Sin embargo, tras unos lustros de espectacular reducción, el número de personas que se acuestan con el estómago vacío lleva tres años creciendo. Es una de las razones que ha llevado a la FAO, junto a más de 30 socios, a organizar la primera Semana de la Agricultura y la Alimentación, que ha comenzado este martes en Buenos Aires. Un millar de personas pasarán lo que queda de semana debatiendo soluciones para la desnutrición, la obesidad, el cambio climático, la pobreza rural y los desafíos tecnológicos en el campo.

“Es un encuentro innovador porque hablarán entre sí grupos que normalmente no se encuentran. Viene una mezcla de científicos, empresarios, líderes sociales, funcionarios de la ONU, sector civil y de las ONG que compartirán visiones y experiencias diferentes. El objetivo es que de ahí salgan nuevas ideas”, subraya Berdegué.

El encuentro se centrará en buscar soluciones para América Latina y el Caribe, una región que produce alimentos para sus 646 millones de habitantes y otros 169 millones adicionales, pero donde 39 millones de personas pasan hambre.

En opinión de Berdegué, buena parte de las soluciones pasan por la voluntad política, que fue fuerte desde mediados de los noventa hasta mediados de los dos mil, pero que “quizás por los buenos resultados se relajó después”. “Puede que los gobernantes pensaran que el trabajo estaba hecho. Pero la lucha contra el hambre es como montar en bicicleta, si dejas de pedalear, te caes”, afirma.

Pero las buenas intenciones no bastan para una amenaza como la del cambio climático. Sobre este tema existe una “enorme concienciación” de los gobiernos, según el representante de la FAO. Pero falta dinero. “Todos los países de América Latina son pobres frente a este fenómeno”, matiza. Para eso hacen falta enormes inversiones que no pueden afrontar los estados sin la ayuda internacional.

En la misma línea se manifiesta José de Francisco, del programa FIRST, una alianza de la FAO y la Unión Europea para maximizar el rendimiento a cada euro invertido en más de 30 países. “Está claro que retomar el pulso a la lucha contra el hambre requerirá más inversiones. Pero no hay que olvidarse de que para que aporten frutos tienen que darse unas condiciones previas: es necesario diseñar estrategias ambiciosas, sí, pero también identificar a aquellos grupos, como mujeres o indígenas, a los que no se está llegando. También hay que asegurarse de que las instituciones realmente tienen la capacidad de hacer realidad aquello que se escribe en leyes y estrategias. O evitar contradicciones entre objetivos puramente económicos (como un mayor beneficio de la producción agrícola) y la reducción de la malnutrición”, subraya.

Precisamente, las tres agencias de las Naciones Unidas más vinculadas a la alimentación —(FAO, Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA)— han presentado este martes en Buenos Aires un informe sobre su trabajo conjunto. El documento hace hincapié en el corredor seco de Centroamérica, una zona de emergencia humanitaria donde la sequía está provocando desnutrición y migraciones. Los representantes de los tres organismos en la región explicaron que se trata de hacer examen a los logros y a lo que se puede mejorar para maximizar la compenetración entre los organismos, evitar duplicidades y ser más eficientes.

En el caso de Guatemala, por ejemplo, el PMA canaliza la asistencia alimentaria y brinda apoyo logístico; la FAO apoya técnicamente los sistemas de producción y el fortalecimiento a la agricultura familiar y el FIDA ha financiado inversiones para la producción y la conservación y la venta de los granos.

Los desafíos migratorios de la región, que tienen su exponente más claro en la caravana que partió de Hondura a Estados Unidos y en el éxodo venezolano son dos ejemplos claros donde la alianza de estos tres organismos puede tener un papel importante en el futuro más próximo. Porque, como recordaron sus representantes, lo que está llevando a mucha gente a salir de sus casas no es solo la inseguridad o la pobreza, es también el hambre.

 

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