Ucrania acoge la fabricación barata de niños en vientres de alquiler: «Nos trataban como ganado»
Religión en Libertad / Traducción de Elena Faccia Serrano.
Un reciente reportaje de Aljazeera apunta a Ucrania como el nuevo paraíso de los vientres de alquiler, Benedetta Frigerio lo comenta en La Nuova Bussola Quotidiana, señalando que la denuncia debe ir donde el artículo, pese a todo, no va: a la fecundación artificial, en sí misma.
UCRANIA, FÁBRICA DE NIÑOS
«Nos trataban como ganado», explica Alina, que ha acabado en la fábrica de Ucrania del «útero de alquiler». El abogado Antonov habla de 2500 niños fabricados así cada año, pero nadie habla de los daños que estos sufren. Por lo tanto, no basta con rasgarse las vestiduras por la «subrogada», sino que es necesario explicar por qué la fecundación artificial, en cualquiera de sus formas (también homóloga entre cónyuges), es una barbarie que niega a los hijos su identidad.
El pasado 13 de septiembre, Aljazeera denunció la presencia de una nueva «fábrica de niños» que se está ampliando notablemente tras el cierre de las «fábricas» en la India, Nepal y Tailandia, prohibidas legalmente por sus Estados tras los escándalos y la explotación vinculados al vientre de alquiler.
Por necesidad o ánimo de lucro
«Es difícil encontrar un trabajo bien pagado en Ucrania; quería renovar mi casa y ahorrar dinero para pagar los estudios universitarios de mi hijo, que en Ucrania son muy caros», explica Alina, denunciando el trato recibido en BioTexCom, la empresa de «vientres de alquiler» más famosa del país, que ofrece 11.000 dólares por embarazo, más 250 dólares mensuales, prometiendo a las mujeres que «se ocuparían realmente de mí». Alina cuenta su decisión, no sencilla, pero seguramente menos difícil que irse de su país para trabajar en el extranjero y así mantener a su familia, como hacían las ucranianas hasta hace algunos años, tal vez encontrando trabajo como cuidadoras.
Las parejas gay alimentan parte del negocio de la maternidad subrogada, lo cual ha enfrentado a la comunidad LGBTI con los grupos feministas contrarios a los vientres de alquiler.
Por este motivo, en marzo de 2017, con la aprobación de su marido, decidió alquilar su útero para llevar en él al hijo de Anca, rumana de 38 años que, después de intentar varias veces la implantación de los embriones producidos por fecundación asistida homóloga, decidió dirigirse a la empresa ucraniana de producción de niños, más económica que las norteamericanas.
En resumen, no contenta con los cuatro intentos de fecundación artificial que no habían tenido resultado positivo -lo que significa cuatro o más embriones producidos en laboratorio y que después murieron-, Anca decidió producir el enésimo hijo y hacer que este creciera en el vientre de una mujer cuyo ADN no tiene nada que ver con el suyo, pero cuya voz oiría durante el embarazo, y que después no volvería a oír nunca más.
Y causando así un trauma de nacimiento, como explican numerosos estudios internacionales sobre el «bounding» (el vínculo feto-madre-padre): según demuestran estos estudios, desde el vientre el feto siente el amor/cercanía o el rechazo/distancia por la voz, los olores y también a través de la producción de hormonas.
Riesgos
El ministerio de Sanidad ucraniano aún no tiene datos oficiales del número de nacimientos que hay por medio de esta técnica, pero Sergi Antonov, abogado especializado en este campo, ha declarado que los niños fabricados así y que ven la luz son unos 2000 ó 2500 al año; de ellos, la mitad en BioTexCom.
El resto del relato es sobre el trato que recibieron Alina y las otras mujeres, obligadas a compartir habitación en los meses de embarazo: «Estábamos todas muy estresadas. La mayoría de las mujeres viene de pequeñas aldeas, en situaciones desesperadas. Pasamos las primeras cinco semanas llorando, sin poder comer«, agravando así la historia, ya comprometida de por sí, del futuro neonato, a quien nunca se menciona en el artículo de Aljazeera.
Efectivamente, además de los riesgos para la salud del feto durante un embarazo de este tipo, están los riesgos vinculados estrechamente a las técnicas de la fecundación artificial, que se salta la selección natural de los espermatozoides y de los óvulos mejores.
Y no solo, porque además de la separación del «vientre de alquiler» en el que el feto ha crecido, el método de concepción también perjudica a la psique del neonato: según algunas investigaciones, la concepción por medio de un acto de amor, de sumisión o de violencia tiene consecuencias muy distintas sobre el feto, dadas las sustancias distintas que el cuerpo, guiado por el cerebro materno, producirá. Imaginemos entonces lo qué sucede cuando todo se lleva a cabo en un laboratorio aséptico.
Los vínculos afectivos entre la madre gestante y el hijo con el que nada tiene que ver genéticamente se rompen para siempre al nacimiento. Hay ya estudios que evalúan ese impacto emocional.
Durante el parto las mujeres eran tratadas como «ganado», añade Alina. Además, antes de la concepción no se estudiaban con seriedad las condiciones de salud de cada mujer, por lo que, subraya Anca, «hemos tenido realmente suerte de que todo haya ido bien, pero Alina no debería haber sido una candidata para la maternidad subrogada; había demasiados riesgos».
Una denuncia incompleta
El artículo prosigue denunciando la historia de una pareja cuyos gemelos nacieron demasiado prematuramente de una mujer a la que BioTexCom había permitido viajar cuando el embarazo ya estaba muy avanzado, pero también la fecundación asistida puede causar nacimientos prematuros. Además, el relato tiene contradicciones, dado que antes se había afirmado que las mujeres tenían que permanecer encerradas en una habitación. No se sabe, por tanto, si el artículo ha exagerado a propósito algunos detalles; en cualquier caso, el objetivo de la investigación de Aljazeera parece ser únicamente la denuncia, no tanto del «vientre de alquiler», como de las condiciones en las que se permite, por lo que se pide una reglamentación («en Ucrania, la maternidad subrogada comercial no está reglamentada y dos tercios del sector actúa ilegalmente», resume la emisora árabe). Como si el problema fuera solo la salud materna y no la injusticia que sufre el niño, aunque las «subrogadas» fueran tratadas como princesas y la reglamentación incrementase esta práctica y el negocio.
Por esto, a quienes de verdad les importen los niños, si quieren poner el interés de ellos por encima de los caprichos de los adultos, no pueden limitarse a rasgarse las vestiduras por las «fábricas de maternidad subrogada». La principal inmoralidad, de la que surgen todas las otras, está en el origen, en haber permitido la producción de hijos en un laboratorio, fuera de la relación sexual hombre-mujer, por lo que en lugar de acoger un niño como un don que puede llegar o no llegar, en un momento no establecido por el hombre y en un acto gratuito, se prefiere transformarlo en un objeto de producción humana y fría.
En resumen, para condenar la deriva a la que hemos llegado, es necesario volver a explicar por qué la fecundación artificial, en cualquiera de sus formas, también la homóloga entre cónyuges, es una barbarie: porque le niega al pequeño su identidad, que deriva de haber nacido de un gesto de donación que va más allá del poder y del control de sus padres, y cuyo fruto misterioso (porque ellos no pueden programarlo hasta el fondo) es su vida.