Soñar no cuesta nada
Fernando Berrocal / periodista y abogado / Foto. Carlos Barria/ Reuters/
Debo decir con absoluta franqueza qué a mí, ideológicamente, no me gustan para nada las políticas aislacionistas y proteccionistas del presidente Trump y, mucho menos, su empeño de construir un muro en la frontera con México.
Pero no puedo negar, con igual transparencia, que me agrada mucho y tiene mi más profundo reconocimiento, su firme actitud y su apoyo incondicional a la causa de la democracia y la libertad de Venezuela.
Si esta actitud del presidente Trump, más allá de los tejes y manejes de la política interna norteamericana y las eminentes próximas elecciones, en que el voto latino será fundamental, llegaran a significar un cambio en las relaciones multilaterales y bilaterales de los Estados Unidos con América Latina, en lo político y en lo económico, mi satisfacción y alegría sería mayor.
Significaría el necesario renacer de la OEA y de la cooperación hemisférica.
La razón es muy sencilla: si los Estados Unidos, en lugar de optar por el aislacionismo y el proteccionismo económico y construir un muro de 2.500 kilómetros en su frontera sur, optaran por integrar aún más su economía con Canadá y México e incluir en ese gran espacio de desarrollo y progreso económico a los países de Centroamérica, Panamá y el Caribe, se terminarían las enormes oleadas migratorias de pobreza hacia el norte y nuestra región se vería impulsada hacia nuevos y altos niveles de desarrollo y buen vivir.
En estos días, 20.000 hondureños marchan hacia el norte, huyendo de la pobreza y de la falta de oportunidades, en la llamada Madre de las Marchas.
La reacción del presidente Trump ha sido ordenar el cierre de la ayuda de Estados Unidos a Guatemala, Honduras y El Salvador. Gran error, porque las migraciones solo se terminarán con desarrollo económico. Esa es la verdad.
Europa integró un gran espacio económico de desarrollo común y construyó la Unión Europea (UE), cuando economías fuertes y altamente desarrolladas como las de Alemania, Francia y los países nórdicos, integraron a los países de menor desarrollo del Mediterráneo y, posteriormente, a raíz de la caída del muro de Berlín y el colapso del comunismo en la Unión Soviética, a los países del este europeo. Ese es el experimento político, institucional, económico y social, más importante y significativo del siglo XX y la post II Guerra Mundial.
Tanto que nadie duda, excepto los conservadores británicos atrapados en las glorias del pasado, que el BREXIT y el aislacionismo producirán enormes problemas económicos y sociales al Reino Unido, reducido a la condición de pequeña isla y fuera del espacio común de Europa.
Me pregunto: ¿Por qué no construir, progresivamente, una pujante Alianza para el Progreso y una zona de desarrollo económico y tecnológico común entre Canadá, ¿Estados Unidos, México, Centroamérica, Panamá y el Caribe?
Y luego… ir más hacia el sur de América.
Ese es el signo de los tiempos en época de globalización y acelerados cambios tecnológicos que, unidos a los mercados, las comunicaciones y el comercio internacional, transformaron al mundo en una irreversible aldea global.
Soñar no cuesta nada…