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Info Vaticana: Parejas homosexuales, las «contorsiones» del papa para no decir la verdad

El tema no parece acabar dentro del liderazgo de la misma Iglesia Católica.

Tomado de  Info Vaticana / Medio católico / Foto:  El País / España /

(Riccardo Cascioli en La Nuova Bussola)- Los que protestan contra Fiducia Supplicans (FS) «pertenecen a pequeños grupos ideológicos».

Así se ha expresado el papa Francisco en otra entrevista, publicada en La Stampa el 29 de enero. Unos días antes, en el programa televisivo Che tempo che fa, invitado por Fabio Fazio, había dicho en cambio que quienes no aceptan FS «no la conocen».

Merece la pena retomar el tema, precisamente por el modo en que el papa interviene constantemente en defensa de la controvertida declaración publicada el pasado 18 de diciembre por el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Víctor Manuel «Tucho» Fernández.

No solo intervenciones, sino también la «promoción» de Fernández como miembro del Dicasterio para la Unidad de los Cristianos, presidido por el cardenal Kurt Koch: una señal elocuente.

Como es bien sabido, estamos hablando de la bendición de «parejas homosexuales e irregulares».

¿Y por qué merece la pena volver sobre ello? Porque ante la sublevación internacional que ha ocasionado, el papa no vuelve atrás -como le pedían muchos- sino que trata de barajar las cartas corroborando una narrativa claramente falsa e insultando a supuestos enemigos llamándoles cerrados de corazón, no verdaderos cristianos, que quieren dividir a la Iglesia.

Es triste ver a un papa jugando a ser un prestidigitador con las palabras para hacer avanzar su agenda, pero hay que tomar nota de ello, y también reconocer que no es la primera vez. Así que es bueno aclarar de nuevo los términos de esta cuestión.

A la acusación lanzada por el papa, a saber, que se critica la declaración porque no se conoce, el cardenal Gerard L. Müller respondió con mucha claridad hace unos días en el programa World Over de Raymond Arroyo en EWTN: «Nadie puede decir que los obispos y cardenales no han entendido FS. Todos hemos estudiado teología y somos capaces de entender un texto de veinte páginas». Y luego una pulla al cardenal Fernández y sus libros hard: «Nosotros estudiamos teología y no ginecología, no conocemos todos los detalles como otros, pero lo que hace falta es conocer las Escrituras, la Tradición y la doctrina de la Iglesia».

Y de hecho es el papa quien parece ignorar el contenido de FS. En La Stampa ha vuelto a subrayar «que no se bendice la unión, sino a las personas», pero eso no es lo que está escrito en la declaración.

Ya en las líneas introductorias el cardenal Fernández afirma al final de un largo discurso que «se puede entender la posibilidad de bendecir a parejas en situación irregular y a parejas del mismo sexo».

Y en ninguna parte del largo documento se hace referencia a la bendición de personas solteras, aunque estén en pareja.

A este respecto, sin embargo, hay otra sutileza que tiende a dar una imagen distorsionada de la Iglesia: el papa sugiere que hasta ahora se han negado las bendiciones a ciertas categorías de personas y que los adversarios de FS quieren seguir reservando las bendiciones a unos pocos elegidos: «Todos somos pecadores», ha dicho el papa a La Stampa, «entonces, ¿por qué elaborar una lista de pecadores que pueden entrar en la Iglesia y una lista de pecadores que no pueden estar en la Iglesia?

Esto no es el evangelio». Sí, vale, pero ¿quién ha tenido jamás la intención de hacer listas de pecadores? Más bien, son el papa y Fernández quienes lo están haciendo, creando una lista de «pecadores de élite», ya que el famoso «todos, todos, todos» se invoca exclusivamente para los homo-transexuales y los divorciados vueltos a casar.

En realidad, se trata de una forma astuta de desviar el tema, porque incluso el papa sabe que siempre se ha bendecido a las personas independientemente de su posición personal; ocurre también al final de cada misa para todos los presentes.

Así que un documento reiterando lo que la Iglesia siempre ha hecho sería absolutamente inútil, del mismo modo que una rebelión de tal envergadura sería incomprensible si no hubiera una novedad perturbadora.

A este respecto, en la entrevista con La Stampa el papa reescribe lo que sucede en la Iglesia para su propio uso: aparte de los africanos, que «son un caso aparte», ha dicho que «los que protestan con vehemencia pertenecen a pequeños grupos ideológicos».

Con todo respeto, es exactamente lo contrario: los que pertenecen a pequeños grupos ideológicos son los que intentan subvertir la doctrina de la Iglesia sobre la sexualidadcomo ya había descrito precisamente el cardenal Ratzinger en 1986.

Y estos grupos, digamos este lobby, han encontrado en el papa Francisco el gran padrino, como demuestra la historia de New Ways Ministry y sor Jeannine Gramick (aquí y aquí), que solo un ciego puede no ver.

En cambio, la oposición a FS es decididamente amplia, sobre todo en el sur del mundo (casualmente esas periferias tan exaltadas en este pontificado), pero también en Occidente y en la curia romana.

África, sin embargo, merece un discurso aparte, porque para el papa Francisco es la única realidad que tendría razones para oponerse: «Para los africanos -ha dicho- la homosexualidad es algo ‘feo’ desde el punto de vista cultural, no la toleran. Pero, en general, confío en que poco a poco todo el mundo vaya comprendiendo el espíritu de la declaración Fiducia Supplicans (…): quiere incluir, no dividir».

Tratamos aparte la gravedad de estas palabras reservadas a los africanos, que denotan también una cierta visión racista, pero hay un punto que merece ser subrayado: estigmatizando la cultura africana según la cual la homosexualidad es algo «malo», el papa Francisco pretende afirmar que en cambio es algo «bueno», lo cual es lo contrario de lo que afirma el Catecismo de la Iglesia católica.

Por lo tanto, es evidente -por si alguien aún tenía alguna duda- que Fiducia Supplicans tiene como fuente precisamente la convicción de que la homosexualidad es una variante normal de la sexualidad y pretende que toda la Iglesia acepte «pastoralmente» esta visión.

Es de esperar, por tanto, que cada vez más obispos y cardenales tomen conciencia de la gravedad de esta situación y trabajen para frenar esta deriva.

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