Osadía para comunicar el mensaje más importante
La mayoría de los expositores cristianos que fallan, lo hacen porque sus vidas y testimonios no son concordantes con el discurso.
Mario Aguilar/ Conferencista /
Quiero introducir este artículo llevándolos al libro de los Hechos de los Apóstoles, en el capítulo 4. Dice en el versículo 13 que los “gobernantes, al ver la osadía con que hablaban Pedro y Juan, y al darse cuenta de que eran gente sin estudios ni preparación, quedaron asombrados y conocieron que habían estado con Jesús”.
Vamos por partes. Lo primero que desprendemos de este pasaje es que Pedro y Juan fueron osados, atrevidos, arrojados y audaces, y todo esto se requiere para servir a Dios. Lo segundo es que el Señor usa también a gente sin estudios ni preparación académica, así que, si usted lee este artículo y no ha pasado por un aula universitaria, siéntase dichoso porque el Señor quiere usarlo. Por último, esos dos oradores reflejaban a Jesús; se percibía tanto la presencia del Salvador que en aquel auditorio conocieron que habían estado con Él.
Siga leyendo, en el versículo 31 encontrará otro aspecto revelador en todo esto. Dice que todos fueron llenos del Espíritu Santo y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno. Aquí está la clave: para vencer el temor, para hablar con denuedo, valor, audacia, decisión y coraje, y ser intrépido, hace falta la presencia del Espíritu de Dios, acompañada de un deseo de aprender a comunicar cada vez mejor.
La mayoría de los expositores cristianos que fallan, lo hacen porque sus vidas y testimonios no son concordantes con el discurso, y muchos que logran éxito, lo hacen por tener elocuencia y buen verbo. Mi intención es desafiarlo a que usted no solo exprese bien el mensaje, sino que haya coherencia total y eso se logra solamente siendo obediente a la voz de Dios.
Leemos en Éxodo 14, en el relato bíblico de la partida hacia la tierra prometida, que el pueblo de Israel marchaba con aire triunfal. Por un instante, entré en una especie de estado de shock mientras lo leía, porque pocos segundos después se mencionaba que, al saber que los soldados egipcios venían en su contra, sintieron mucho miedo y de inmediato iniciaron los reclamos.
No han sido pocos los que se colocan frente a un micrófono con aires de grandeza y terminan avergonzados o diciendo —perdonen la expresión— “disparates bíblicos”, torciendo las enseñanzas, citando pasajes inexistentes, creando doctrinas erradas y presentándose como lo que no son: el centro de la historia; en realidad, el verdadero Señor es Jesucristo y nosotros somos solamente instrumentos.
En nuestras iglesias y organizaciones cristianas, las conferencias, predicaciones o sermones no duran menos de 40 minutos. Consideremos este dato: desde 1978, un estudio de la Universidad de Keele, en Inglaterra, logró precisar que cualquier persona tiene una capacidad de atención de 15 minutos. El cerebro humano entra en un estado de aislamiento si no se le estimula, así que podríamos estar creyendo que nuestro mensaje está en un nivel de retención ficticio; es decir, solo el saludo y unas cuantas palabras más recibieron atención de nuestro público.
Por eso, soy un fiel creyente de que a la capacidad que nos concede el Espíritu Santo, hay que agregar entrenamiento, capacitación, formación para no convertirnos en el principal obstáculo de que el mensaje más importante, llegue de la manera correcta
Tomado de mi libro “Conectar para Liderar”, el cual puede adquirir en forma gratuita por medio de la plataforma de Enlace Plus o mediante el correo marioaguilarpcr@gmail.com
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