FORMACIÓN

 Contactos de aliento

Por Virgil Vogt / Vino Nuevo /

En nuestra comunión como hermanos y herma­nas en Cristo, hemos sido llamados a alentarnos y edificamos los unos a los otros (1Tes. 5: 11). A veces lo hacemos sin darnos cuenta o sin hacer el intento.

Algunas personas tienen un don efectivo para animar, ¡y lo usan! Pero la mayoría de noso­tros necesitamos ayuda. ¿De qué forma podemos dar aliento? ¿De qué forma afirmamos y edifica­mos a nuestros hermanos y hermanas?

Animar es diferente que enseñar o corregir, su meta no es cambiar la dirección o la conducta de alguna persona. Es fortalecer y dar vigor a un hermano en su dirección o actividad elegida.

Conectar un cable

La palabra griega en el Nuevo Testamento que se traduce como animar o alentar, contiene la idea de acercarse al lado de otro, ¡como hacemos en los días más fríos del invierno con algunos de nuestros automóviles, cuando no pueden arrancar y necesitan ayuda!

Cuando una batería está débil que no puede hacer funcionar el encendido del motor, traemos otro auto a su lado y conectamos la batería fuerte a la débil con cables especiales. Nada cambia en el auto que no quiere encender. Pero con la infusión directa de poder de un vehí­culo a otro, la debilidad es vencida y el auto sin recursos es ayudado a funcionar por cuenta pro­pia.

Hay ocasiones en las que nosotros los cristianos, necesitamos hacer contacto con la fuerza que hay en otros para dar un comienzo o para seguir ade­lante en las circunstancias difíciles. Necesitamos que alguien venga a nuestro lado y nos eche un cable.

«Porque precisamente para esto os lo he enviado, para que sepáis de nuestras circuns­tancias y que conforte vuestros corazones» (Col. 4:8).

Este ministerio de animar es diri­gido en las Escrituras específicamente a nues­tros corazones.

En el diario vaivén de la vida nos agotamos y nos debilitamos. El voltaje en nuestros circuitos espirituales baja y el sistema completo comienza a fallar. Nos desalentamos (1Tes. 5: 14), necesitamos ayuda.

Una palabra de ánimo conecta la fe y la vitalidad que está en su corazón con los circuitos espirituales en mi corazón. A través de este contacto yo pue­do obtener fuerza de usted.

La analogía de los cables nos será útil para ilustrar algunos otros factores que son importan­tes en este ministerio.

1.Tome tiempo

Si usted va en su auto, co­rriendo a la tienda o a la reunión y el auto de su hermano está a un lado del camino con proble­mas, debe interrumpir su actividad si ha de brin­darle ayuda. Tenemos que estar dispuestos a hacer a un lado nuestra propia agenda si hemos de enfo­car las necesidades de otras personas.

Por ejemplo, pudiésemos estar a punto de decir algo importante cuando una hermana comience a compartir la lucha que tiene. Si vamos a dar una palabra de aliento, debemos tomar tiempo para escuchar y responder. Si no estamos dispuestos a interrumpir lo que estemos haciendo y a prestar atención a las necesidades de los demás, no podre­mos ser usados para animar a nadie.

2-Acérquese – bien cerca

La capacidad de ani­mar depende del grado de comprensión y de cuánto podemos identificarnos con la otra perso­na en su debilidad.

A menudo tendremos que pe­dirle que nos cuente más de lo que esté sintiendo. Debemos desarrollar el arte de escuchar con em­patía. Recordando nuestras propias experiencias y reconociendo los puntos en los que enfrentamos problemas similares, esto nos ayudará a acercarnos más.

A veces es bueno verbalizar este sentido de cer­canía cuando alguien comparte su problema. No siempre podemos asumir que la otra persona esté consciente que la comprendemos e ir adelante a hablar de la solución.

Las personas necesitan oír explícitamente que las comprendemos, que las aceptamos y las amamos como son. Necesitan sa­ber que estamos firmemente a su lado.

En los grupos pequeños de nuestra comunidad hemos visto que muchos de nosotros necesitamos responder más, ser afirmativos y expresivos des­pués de que alguien ha compartido una gran nece­sidad o un problema difícil.

Las luchas intensas de la vida tienden a marginarnos de los demás y de Dios. Nos sentimos aislados, solos, confundidos y temerosos.

Después que hemos compartido algo de esta naturaleza en un grupo o con otra perso­na, es de gran ayuda oír que nos comprenden, que nos reafirman y que nos aceptan. Podremos tener luchas, pero no tenemos que estar solos.

3-Haga un contacto fuerte de corazón a cora­zón

Los cables que se usan para conectar las ba­terías entre sí son gruesos para permitir una co­rriente plena de energía de una batería a otra.

Tenemos que ser fuertes y directos si hemos de dar ánimo. Necesitamos hablar de lo profundo de nuestro corazón a las profundidades del corazón del otro.

Nuestras palabras deben ser claras y enérgicas. Muchas veces es importante estar fí­sicamente cerca, tocar a la otra persona, abrazar­la, mirarla directamente a los ojos. Por supuesto que debemos ser sinceros y no ir más allá de lo que podemos hacer con integridad.

Busque ocasiones para animar

Todo esto se aplica especialmente a aquellas personas que están detenidas sin poder funcionar y con serios problemas. Pero también hay muchas otras oportunidades.

Recuerdo aquella vez en que Joan, mi esposa,  me obsequió un pequeño tambor africano que un amigo nuestro le había traído de Kenya.

Propuse llevar el tambor y tocar­lo en el servicio matutino del domingo junto con el grupo musical. La primera vez que lo hice sentí un poco de incertidumbre. Una razón era que el sonido del tambor me parecía demasiado débil dentro del contexto de las otras voces y me pre­guntaba si 10 podrían oír.

Además, aunque dis­frutaba en tocarlo, tenía muy poco entrenamien­to y experiencia. Por eso me sentí un poco nervio­so hacerlo públicamente.

Pero después de la reu­nión varias personas se me acercaron para decirme cuánto había contribuido el tambor a la música realzando la adoración. Aunque fue una situación sencilla, sus palabras de aliento significaron mu­cho para mí.

Algunas veces tenemos que aventuramos a ha­cer cosas nuevas en las que no hemos tenido en­trenamiento ni experiencia. Nos preguntamos de qué manera calzará nuestra contribución, si en realidad hace falta o si somos de ayuda.

¡Qué bueno es oír de otros que lo hacemos bien! Una palabra de aliento da fuerza e inspiración para se­guir adelante. Renueva nuestro entusiasmo y nos ayuda a hacer con dedicación la tarea que Dios nos ha encomendado.

Bernabé, hijo de consolación

Un aspecto crucial para dar ánimo radica en nuestra capacidad de ver el bien que Dios está haciendo en cada situación, ya sea en circunstan­cias ordinarias o en las que son particularmente difíciles.

Esta habilidad es demostrada especial­mente en José, a quien llamaban Bernabé, uno de los líderes de la iglesia en el Nuevo Testamento, notable por su ministerio de estímulo.

Este minis­terio era una parte tan íntima de su vida que los otros apóstoles le habían dado el sobrenombre de Bernabé, «que traducido significa hijo de consola­ción» (Hechos 4:36).

Así confirmaron y pusieron de manifiesto lo que debió haber sido la caracte­rística predominante en la vida y servicio de este hermano de Chipre.

Su carácter sincero y generoso se refleja en la venta de su propiedad y la donación del precio de lo vendido a la iglesia (Hechos 4: 37). Si bien otros hicieron lo mismo, el ejemplo de Bernabé sobresa­le por su contraste con Ananías y Safira (Hechos 5: 1-11). Bernabé fue una persona que se dio a sí mismo libre y sinceramente.

Para dar libremente se requiere que primero es­temos seguros del amor de Dios. De igual ma­nera, cuando vemos la gracia de Dios en nuestras vidas podremos descubrirla y alentarla en otros. Bernabé «vio la gracia de Dios» (Hechos 11 :23).

Esta cualidad de Bernabé lo capacitó para cum­plir con una asignación estratégica y difícil en la iglesia primitiva.

Fue elegido para ser enviado a Antioquía cuando la iglesia en Jerusalén oyó que los gentiles se habían convertido al Señor en esa ciudad (Hechos 11: 22). Esto sucedió antes que la iglesia decidiera firmemente la inclusión de los gentiles.

Muchas preguntas y temores rodeaban aun la posibilidad, profundas interrogantes teo­lógicas y morales quedaban aun por resolver.

Otros hombres que vinieron a Antioquía en esta ocasión pudieron haber enfocado inmediata­mente la objeción de la ley judaica, pero no Ber­nabé.

«Entonces cuando vino y vio la gracia de Dios, se regocijó y comenzó a animarles a todos para que con corazón firme permanecieran fieles al Señor» (Hech.11 :23).

Bernabé pudo ver la gracia de Dios en la situa­ción. Vio lo que Dios estaba haciendo. Pudo per­cibir el propósito del Señor y a eso respondió. Se alegró y alentó a los creyentes para que conti­nuaran fieles en el cumplimiento del propósito de Dios en sus vidas. ¡Eso es animar de verdad!

Qué bendición puede ser para nosotros una per­sona que tenga fe para ver la gracia de Dios en las situaciones. Es refrescante y estimulante recibir el ministerio de un hombre como Bernabé.

Determinemos encontrar la gracia de Dios en cada uno y en cada situación. Confirmémosla y afirmémosla directamente uno a otro.

Dios quie­re levantar a muchos “hijos de consolación” dentro de la iglesia en nuestros días.

Este artículo fue publicado originalmente en New Covenant y se reprodujo luego en la Revista Vino Nuevo. Usado con permiso.

(Los comentarios y artículos de opinión o de formación espiritual, son propios de las personas que los escriben y no necesariamente representan el pensamiento de este medio).

 

 

 

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