¿La oración del pecador es bíblica?
Los defensores de esta oración declaran que simplemente con repetirla, usted puede tener plena seguridad de la salvación.
Manuel Pizarro Espinoza / La Verdad Ahora /
Creo que muchos de nosotros en algún momento de nuestras vidas, hemos hecho una oración del pecador o similar a esta.
Yo la hice, porque es lo que la mayoría de las congregaciones hacen, e incluso quizá algunos de nosotros hemos guiado a otros, en una oración parecida.
Pero, el punto es ¿podemos realmente tener la confianza de basar nuestra eternidad en repetir estas palabras después del predicador?, ¿deberíamos asegurar a otros de su salvación eterna simplemente porque recitan estas palabras?
¿Qué dice la Biblia de la oración del pecador?
Debemos entender varias cosas:
En primer lugar, el acto de oración en sí mismo no salva, pero los defensores de la oración del pecador a menudo declaran que, simplemente con repetir esta oración usted puede tener plena seguridad de la salvación inmediata y eterna.
De hecho, dudar de su salvación después de hacer esta oración es descrito en círculos pentecostales como una incredulidad malvada en las promesas de Dios. Sin embargo, la Escritura nunca identifica la oración como el medio de nuestra justificación o de nuestra seguridad.
En el Nuevo Testamento, vemos personas que son salvas sin orar, un claro ejemplo de ellos es el ladrón en la cruz y su conversación con el Señor, cuya historia leemos en Lucas 23:39-43. Vemos esto también con Pedro predicando a los gentiles y la gente recibiendo al Espíritu Santo, lo encontramos en Hechos 10:34-48.
Se debería rechazar la oración del pecador porque no es una alternativa autorizada para la Gran Comisión que dice «Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». (Mateo 28:19-20).
Considere cuidadosamente las palabras en este versículo. Realmente solo hay un mandamiento en su contenidol: «haced discípulos».
¿Cómo se hace discípulos? Note que Jesús no dijo a los apóstoles que enseñaran algo incluso similar a la “oración del pecador”. En cambio, les pidió que hicieran discípulos por medio de dos cosas: «bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo», y “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”. Esa es la manera en que se hace discípulos.
¿Puede alguien ser salvo y a la vez pervertir las enseñanzas de Jesucristo?
La oración tiene un lugar importante en la vida del cristiano, pero no un rol en el plan de salvación.
Tomando en cuenta el hecho que no se encuentra nada como la oración del pecador en las Escrituras y considerando los peligros de esta oración, simplemente no parece ser razonable continuar usándola como si marcara la entrada a la vida cristiana.
A través de la Biblia, se hace claro que la oración no es el “interruptor” que activa la salvación, no, no, no, es solo la fe, ese el medio de nuestra justificación.
La salvación ocurre en el momento en que alguien por la fe dada por Dios, se aparta de su pecado al arrepentirse de ellos y pone su esperanza de salvación en Cristo, porque sabe que Él cargo con nuestros pecados en la cruz y debemos tener claro, que esto se logra únicamente por el poder del Espíritu Santo que nos regenera y se basa en la obra terminada de Cristo.
Una persona arrepentida, debe entender que la base para la salvación es la fe arrepentida en Cristo solamente.
Ahora cuidado aquí, esto no quiere decir que los pecadores no deban orar, la verdadera fe arrepentida se expresará a Dios en la oración, por ejemplo el recaudador de impuestos de Lucas 18:13 oró: Dios, ten piedad de mí, pecador, y Jesús dice que fue a su casa justificado (Lucas 18:14).
Significativamente, sin embargo, fue el abandono total de cualquier obra (incluyendo las oraciones) lo que trajo la salvación a este hombre.
No podemos asegurarle a alguien su salvación simplemente por hacer una oración, porque la salvación no es el resultado de acciones externas, sino por la fe dada por Dios.
Así que, si aseguramos a alguien de su salvación meramente sobre la base de una oración repetida, podemos traer gran confusión a la vida de esas personas cuando el fruto no aparece y la victoria sostenida sobre el pecado nunca llega.
Jesús dice una parábola con este mismo punto en mente. En la parábola del Sembrador, Jesús ilustra que no podemos conocer la condición del corazón de una persona solamente por su respuesta inicial al evangelio, sino solamente por el fruto que marca su vida (Marcos 4:1-20).
¿Podemos asegurarle a alguien que si se arrepiente, Cristo lo salvará?
Lo que podemos y debemos asegurar a la gente es que, si se arrepienten genuinamente de sus pecados y confían en Cristo, de ninguna manera los echará fuera (Juan 6:37). Pero, ¿cómo puede alguien saber si realmente se ha arrepentido?
Un nuevo creyente debe mirar a las Escrituras para evaluar su salvación. Si no lo hace, entonces continuará mirando hacia atrás a una acción externa (como presentarse en una reunión o hacer la oración del pecador), como la comprobación de su salvación.
La seguridad viene de comparar la vida del que se ha arrepentido con la Escritura en las siguientes áreas:
La obediencia
La vida del verdadero creyente estará marcada por patrones de obediencia. A medida que crece en amor a Dios, crecerá en obediencia a los mandamientos de Dios (Juan 14:15, 23; 1 Juan 2:3-6; 5:3).
Un verdadero creyente también tendrá una fe continua y sostenida en las promesas de Dios (1 Juan 3:23; 1 Tesalonicenses 2:13).
Los frutos
A medida que el creyente aplica las Escrituras y crece en la semejanza de Cristo, el Espíritu Santo produce en su interior «frutos dignos de arrepentimiento» (Lucas 3,8; Gálatas 5,22-23).
Estos pasos pueden ser pequeños al principio y ser frenados por el pecado, pero la santificación nunca se detendrá completamente (Filipenses 2:13; 1 Tesalonicenses 5:23-24).
Las actitudes y acciones de los creyentes incluso cambiarán y madurarán a medida que crezcan a semejanza de Cristo.
Esto es ilustrado por los comentarios de Jesús de que un buen árbol dará buen fruto (Mateo 7:17).
Cualquier experiencia, no importa cuán bien expresada o llena de emociones sea, que no resulte en la producción de frutos en el poder de la gracia no es una salvación genuina.
El Espíritu Santo
El Espíritu Santo toma residencia en cada creyente y está activamente involucrado en la santificación. Por su misma presencia, Él consuela, convence y da confianza en que somos hijos de Dios (cf. Romanos 8:16; 1 Juan 3:24)
Entonces, ¿qué hacemos?
Al terminar una interacción con alguien que ha respondido positivamente al evangelio, debe tratar de hacerlo de una manera que no de falsas seguridades pero que, al mismo tiempo, no arroje sospechas innecesarias sobre su profesión de fe.
Si no es la oración del pecador, ¿qué debemos hacer?
1. Ore usted mismo por ellos.
A menudo, lo mejor que se puede hacer al final de un encuentro evangelístico es solo orar por la persona.
No es meramente una formalidad, genuinamente se les está haciendo saber al recién convertido, cual es la obra que hace Dios, al enviar a su Espíritu Santo, para usar el poder de su Palabra para revivir un corazón muerto y darle vida eterna, incluso si alguien se convierte verdaderamente, es probable que no sepa ni cómo orar y nuestra oración con ellos comienza a enseñarles cómo hacerlo, además es probable que usted haya cubierto mucho terreno en su presentación del evangelio y esto puede servir como un indicador útil de su comprensión del evangelio y sus implicaciones.
Hay que animarlos a que aseguren su decisión y en lugar de hacerles sentir que usted sospecha que su deseo de arrepentirse pudiera no ser genuino, asegúrese de explicarles lo que significa seguir a Cristo (Lucas 14:25-33).
Luego, como dice Pedro, exhórtelos a estar seguro de su llamado y elección (2 Pedro 1:10). Manténgalos en cercano discipulado, para que confirmen lo que Dios ha hecho al dar frutos dignos de arrepentimiento (Lucas 3:8).
Al ponerlo de esta manera, usted enmarca el asunto positivamente mientras enfatiza su responsabilidad de caminar en fidelidad y continúe con los comienzos del discipulado.
Si residen cerca de su iglesia local, haga de ellos sus invitados. También puede invitarlos a su congregación, o a casa a cenar, a tomar café, o tal vez haya otra manera de hacer un seguimiento con ellos que tenga más sentido en su contexto, lo importante es estar disponible para darles seguimiento y presentarles una iglesia local de sana doctrina, donde se predique el evangelio verdadero de Cristo.
O si tuvo una conversación en su iglesia local, anímese a iniciar un discipulado, esa es la orden que dejo nuestra Salvador y Señor Jesucristo.
(Los comentarios, artículos de opinión, de testimonio o de formación espiritual, así como las informaciones que reproducimos de otros medios, sean noticias o debates, son propios de las personas que los escriben y no necesariamente representan el pensamiento de este medio).