Hoy Amnistía Internacional es un lobby abortista, pero su fundador, católico converso, no quiso eso
J. Ginés / Religión en Libertad /
En Chile, en Nicaragua, en El Salvador, en África, o en países de tradición islámica, Amnistía Internacional es hoy uno de los principales lobbies de la industria del aborto, y presiona a los países para que aprueben leyes abortistas.
Pero esto es así desde hace sólo unos pocos años. Cuando la fundó el católico Peter Benenson, el objetivo de Amnistía Internacional era salvar vidas, no facilitar la eliminación de seres humanos. Aún en 2005, en Australia la Iglesia y Amnistía Internacional trabajaron juntos contra la ejecución del australiano Van Tuong Nguyen en Singapur en 2005.
Amnistía también jugó un papel importante por la libertad del sacerdote australiano y activista social padre Brian Gore, encarcelado en Filipinas en 1983 por el dictador Marcos.
Muerto el fundador, traicionaron su legado
Pero después Amnistía cambió sus objetivos para dedicarse a fomentar el aborto. Peter Benenson, su fundador, ya había muerto, y no vio como traicionaban su legado. Por eso, en los últimos años, numerosas entidades católicas y de otras confesiones cristianas han dejado de colaborar con esta asociación, antes meritoria, hoy desprestigiada ante cualquier persona defensora de la vida.
El obispo católico de Calgary, Frederick Henry, ya lo denunció hace unos años, al retirar su suscripción a AI: «La misión de AI es de un mundo en que cada persona goce de todos los derechos de la Declaración Universal de Derechos Humanos, pero parecen haber olvidado el artículo 3: todos tienen derecho a la vida, la libertad y la seguridad de la persona.»
Un activista converso al catolicismo
Peter Benenson, el fundador de Amnistía Internacional, fue un devoto abogado católico inglés. De hecho, era converso, de ascendencia judía rusa.
Fundó Amnistía Internacional en 1961, tres años después de convertirse al catolicismo desde una vida no creyente.
Murió en el mismo año que otros grandes líderes en humanidad: en 2005, como Juan Pablo II, el Hermano Roger de Taizé, Luigi Giussani de Comunión y Liberación o la Hermana Lucía de Fátima, todos ellos enmarcados en la generación que vivió la Segunda Guerra Mundial.
De familia judía rusa agnóstica
El abuelo materno de Benenson fue un rico banquero ruso judío que llegó a Inglaterra huyendo de la Revolución soviética.
Su padre, coronel en la administración colonial palestina, intentó llegar a ser parlamentario conservador, pero perdió los comicios. Murió cuando Peter tenía 9 años. Su madre, viuda durante la Gran Depresión, no lo tuvo fácil y trabajó como administradora en Marks & Spencer. Durante la Segunda Guerra Mundial organizó repartos de comidas.
Adolescente, con los niños de España
A los 15 años el joven Berenson leyó Un testamento español de Arthur Koestler, sobre presos y ejecuciones políticas, que le impactó.
Ya a los 16 años era un activista: organizó una campaña para que su colegio ayudase a los huérfanos refugiados de la Guerra Civil Española; él mismo «adoptó» un bebé (es decir, pagaba un dinero apadrinándolo).
Es paradójico y triste que el legado de aquel muchacho que tomó conciencia generosa apadrinando bebés hoy sea uno de los más poderosos lobbies dedicados a facilitar que se mate a los bebés en el seno materno.
Con los refugiados judíos
Después, el jovencísimo Benenson se volcó con los judíos que huían de la Alemania nazi y consiguió que familiares y amigos reuniesen 4.000 libras para traer dos jóvenes judíos alemanes a Inglaterra.
Durante la Segunda Guerra Mundial se unió al ejército británico en la oficina de prensa del Ministerio de Información; luego en el centro para descifrar códigos secretos de Bletchley.
Acabando la guerra, mientras empezaba su carrera de abogado se sumó al Partido Laborista.
En la España franquista
A principios de 1950 un congreso de Trade Unions (sindicatos) le envió a la España franquista como observador de unos juicios a sindicalistas. Indignado ante lo que vio, elevó una lista de quejas al juez del caso, con bastante éxito.
Se labró una reputación por los derechos humanos: grecochipriotas frente al Imperio Británico, animar a los partidos ingleses a enviar observadores a la revolución en la Hungría comunista de 1956, un juicio sobre traición contra el Congreso Nacional Africano en Sudáfrica… Organizó en 1957 la asociación Justice de derechos humanos, basada en Reino Unido.
Durante varias veces en los años 50 se presentó sin éxito a las elecciones al parlamento. Pero hizo contactos que luego utilizaría para fundar AI.
Católico desde 1958
A partir de 1958, con su conversión al catolicismo, Benenson deja de buscar en la política una solución a los problemas del mundo.
Como le había pasado a un converso inglés anterior, el hoy beato cardenal John Henry Newman, pasó un año en Italia, reposando por una enfermedad.
Allí, pensando y rezando, llegó a la idea de que se debe actuar para transformar las sociedades a través de una regeneración individual. El poder de los individuos puede cambiar el mundo.
Día de la Trinidad: nace Amnistía Internacional
Y así saldría en el Domingo de la Trinidad de 1961 la idea fundadora de AI: animar a la gente de todo el mundo a escribir cartas a las autoridades, demostrando interés y compromiso por presos en situaciones sin respeto a los derechos humanos.
Se indignó al leer que en Portugal, entonces una dictadura, habían detenido a dos estudiantes por brindar por la libertad en un bar.
Publicó entonces un artículo en la portada del diario británico The Observer pidiendo que se escribiese a las autoridades.
Un nuevo concepto: «preso de conciencia»
Benenson creó el concepto «presos de conciencia» que sería utilizado por todo el mundo en pocos años, así como el logotipo: un alambre de espino rodeando una vela, signo de esperanza y libertad.
Benenson fue miembro también de muchas campañas de derechos humanos y de Pax Christi, el Movimiento Católico Internacional por la Paz.
También fundó una asociación de enfermos celíacos, enfermedad que él mismo padecía.
Y en 1980 fue presidente de la recién creada Asociación de Cristianos contra la Tortura. A principios de los años 90 organizaba ayuda para los huérfanos que había dejado la hundida Rumanía comunista de Ceaucescu.
Una vela por los no rescatados
A los 25 años de AI, en una ceremonia delante de la iglesia de St Martin´s in the Fields, en Londres, encendió una vela cerca del lugar en que tuvo la idea de una campaña internacional de derechos humanos.
Sus palabras salen hoy en camisetas y webs: «La vela arde no por nosotros sino por todos aquellos que no hemos podido rescatar de las prisiones, los que recibieron un tiro camino de la cárcel, los torturados, los secuestrados, los desaparecidos. Por ellos es la vela».
Esos torturados, desaparecidos, víctimas escondidas, son en todo análogos a las víctimas del aborto: químico, quirúrgico, por troceamiento, por parto parcial, por experimentación con embriones, por comercialización con bebés muertos…
Son muchos los que lamentan que Amnistía Internacional abandonara la visión defensora de la vida de su fundador y se convirtiera en abanderada, hoy, de la cultura de la muerte, presionando en países hispanoamericanos para que, como hizo ella, traicionen su origen y valores.
(Publicado originariamente en ReL en agosto de 2013; en 2020 Amnistía Internacional dedica cada vez más esfuerzo y dinero a implantar el aborto en los países hispanos, asiáticos y africanos donde es ilegal)