OPINIÓN

Jesús de Nazaret  ¿El rubio de galilea?

El Jesús rubio de ojos azules y de rasgos europeos (blanco) es una creación estadounidense.

    Dr. Carlos Araya Guillén / Educador /

 El “Cantar de los Cantares”, es decir, El Cantar por excelencia, es un libro de la Biblia que aparece en el Antiguo Testamento.

Es un texto que canta los poemas de amor de una pareja, un pastor y una pastorcilla (Sunamita).

La tradición judía lo atribuye a Salomón. Escrito rico en símbolos, que utiliza un lenguaje de un amor apasionado. Por eso, se le ha interpretado como un libro que canta el amor de Yahvé por su pueblo Israel y el amor de Cristo por su Iglesia.

Con ternura la pastorcilla expresa sus sentimientos a su amado en un escenario de maravillosa y bella naturaleza.  En uno de sus versos la amada confiesa “mi amado es blanco y rubio. Su cabeza es oro puro” (Cantares 5:10 RV 1960). Versículo que algunos cristianos, violentando y alegorizando el texto de Cantares, lo han utilizado para sustentar la creencia de que Jesús era de cabellos rubios.

Son muchos los hermanos en la fe que haciendo una eixégesis bíblica e ignorando la tarea hermenéutica, acomodan un versículo a sus intereses personales. Como dice la paremia tradicional “hasta los herejes tienen su texto bíblico de apoyo”.

Hoy existen iglesias que defienden a un Jesús de cabellos dorados como la Iglesia Central del Rubio de Galilea (IRG/Colombia), donde como parte de su liturgia, se canta el coro evangélico de Benecio Molina (2007), “El Rubio de Galilea, va pasando, ya”.

Otro ejemplo, es la Iglesia de la Santísima Trinidad en Sunderland, en el Norte de Inglaterra, ahí se encuentra una imagen de Jesús de larga cabellera rubia.

Sorprende que en las Sagradas Escrituras, no se encuentra ni un solo versículo que describa la fisionomía humana de Jesús.

Los mismos evangelios sinópticos omiten toda referencia a las características particulares del rostro de Jesús y a su apariencia externa humana. Detalle que no era necesario ni interesaba para el cumplimiento de su misión redentora.

Escasa ayuda para conocer como era Jesús, resultan las creaciones del arte cristiano o las menciones iconográficas sobre el particular de Antonino de Plasencia (303), San Epifanio (315-403), San Nicéforo de Constantinopla (760-811), y Andrés de Creta (650-740), quién aseguró haber visto un retrato de Jesús realizado, según se dice, por el evangelista Lucas que era médico y para algunos también pintor.

Tampoco las tradiciones “acheiropoietos” (imágenes no hechas por manos humanas) del paño de la Verónica o el Madylion de Turquía, entre otras, nos ofrecen información objetiva epistémica.

El Jesús rubio de ojos azules y de rasgos europeos (blanco) que hoy día vemos con mucha frecuencia, es una creación estadounidense.  Las imágenes de Jesús del cine de Hollywood no corresponden a la fisonomía judía de Jesús.

En 1940, el artista comercial Warner Sallman, creó la famosa “Cabeza de Cristo” (rubio y de ojos claros), que ganó adeptos en todo el mundo y apareció en calendarios, publicaciones cristianas, vitrales, pinturas, e incluso… postales con esa imagen de Jesús, fueron repartidas entre los soldados del ejército de Estados Unidos.

La creencia de la existencia de un Jesús rubio, sin duda, ha favorecido una percepción equivocada de su imagen en el imaginario popular y en la cultura religiosa. Nada más alejado de los textos de la Biblia.

Por eso, bien hace la Nueva Versión Internacional de la Biblia (NVI), en identificar “al amado” del Cantar de los Cantares como “apuesto y trigueño”, guardando fidelidad en su traducción al sentido del texto hebreo. Todavía más, la autorizada Biblia de Jerusalén traduce significativamente: “Mi amado es moreno claro” (Cant 5:10, 2017/p. 828)

Evidenciar la apariencia del rostro de Jesús y otras características físicas no tiene especial importancia.  Lo sustantivo es aceptar al Jesús Histórico como Hijo del Dios viviente, encarnado, el cual es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6).  

No hay bajo el cielo otro nombre dado a los seres humanos, mediante el cual podamos salvarnos. (Hechos 4:12 NVI 1999)   

Lo esencial es creer que Jesús de Nazaret, en su gran amor por cada uno de nosotros, se despojó a sí mismo (kénosis/vaciamiento) en forma voluntaria para insertarse en la historia humana y morir en la cruz para darnos la vida eterna. (Filipenses 2: 5-11 NVI 1999).

Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra. Amén.

(Los comentarios y artículos de opinión o de formación espiritual, son propios de las personas que los escriben y no necesariamente representan el pensamiento de este medio).

 

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