El Getsemaní de Jesús… y los nuestros
Mi hijo Rafita falleció en un accidente de tránsito hace ya 18 años, que para mí no han transcurrido tantos.
Lcda. Gloria Navas / Diputada de la República /
Inicio con una oración de perdón y acción de gracias. De perdón porque los afanes del mundo nos distraen de esa sagrada y necesaria intimidad con Él. De acción de gracias porque Él siempre está al alcance de la más pequeña y sencilla oración ante nuestros clamores. Y responde. . .amén.
Pensando en el sacrificio de Jesús, al aceptar en medio de su petición al Padre su voluntad en esa madrugada solitaria, comparto estos pensamientos.
Asumo que hacía frío, temblaba de angustia, temor y derramaba lágrimas a borbotones. Mientras tanto sus discípulos fueron dominados por el cansancio y el sueño en momentos cruciales que no terminaban de comprender. En suma, no lo apoyaron.
Jesús no se rebela. Clama pidiéndole a su Padre que le releve de ese dolor sacrificial con el peso del pecado de toda la humanidad: “Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya.” (S. Lucas 22:42).
En el devenir de nuestras vidas sufrimos muchas pruebas, unas livianas, de peso medio y otras ¡tremendas!
El impulso humano inmediato es buscar ayuda médica de inmediato si se trata de un padecimiento, o lo compartimos con amigos y amigas de confianza buscando consuelo y consejo en otras circunstancias.
En fin, ¿cómo nos deshacemos de esas cargas que son piedra de tropiezo y angustia profunda en nuestro camino de felicidad y comodidad de nuestras vidas? A muchos nos pasa y ¿cuál será la mejor actitud en medio de la desesperación? Pedimos oración y a veces no pasa nada …no viene la respuesta.
Para el que cree el hecho histórico no solo ocurrió, sino que toda la Escritura mantiene dirección para el ser humano, aunque nos parezca imposible.
Jesús resucitó. Venció a la muerte. Sí lo hizo. Su poder nos levanta en esta vida, de donde hemos caído o del lugar en que no logramos levantarnos. Claro está, ello requiere de obediencia y gran fe: Pasa de mi esta copa, pero no se haga mi voluntad sino la tuya.
Mi hijo Rafita falleció en un accidente de tránsito hace ya 18 años que para mí no han transcurrido tantos. Su presencia, amor y recuerdos bellos caminan conmigo.
Estaba mi hijito en una etapa maravillosa de su vida: 30 años, casi la edad de Cristo Jesús. En medio del dolor y la angustia durante los 10 días que permaneció en el hospital, fueron un Getsemaní para mí como madre del retoño amado.
Al sétimo día los médicos indicaron que tenía muerte neurológica. Al décimo día falleció. Antes de ese paso a la eternidad de mi muchacho, pude entregárselo al Señor: no se haga mi voluntad, sino la tuya. Pero fortaléceme.
Y la fortaleza y la esperanza cierta de nuestro reencuentro, vino por ese milagro del sacrificio y obediencia del Señor Jesucristo.
Antes era débil, ahora soy fuerte.
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