Testimonios

El cumple de Rafita y una canción…

Este 27 de agosto estaría cumpliendo 48 años.

Lcda. Gloria Navas / Diputada de la República de Costa Rica /

Un 27 de agosto de 1974 di a luz a un bebito precioso: mi cuarto hijo, ¡un varoncito después de mis tres niñitas!

Fiesta y media con tremendo gozo y orgullo en mi corazón. Quién iba a pensar que 30 años después estaría elevándose hacia el Eterno en ese viaje perfecto hacia las alturas y profundidades de los misterios del Señor.

Hoy estaría cumpliendo 48 años. Mis lágrimas brotan como salvaje catarata para refrescar mi espíritu estrujado.

Eso no se me va a quitar, con eso me iré de este mundo, pero transformó mi vida en definitiva.

La mano del Poderoso me levantó del suelo, me puso un nuevo corazón y cambió la perspectiva de la vida puestos los ojos en Cristo Jesús, autor y consumador de la fe.

No es que lo haya alcanzado todo, pero pretendo seguir hacia adelante a la meta hasta alcanzar el abrazo eterno con mi hijito.

En medio de estos sentimientos recorriendo versículo tras versículo bíblico en busca de respuestas, me detuve en Isaías 53:3: “Despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, hecho para  el sufrimiento. . .”.

Recordé que el Evangelio está hecho para aquellos que necesitan misericordia, los que se sienten carentes de ayuda, desamparados, en soledad, con gran tristeza y desconsuelo.

Hace muchos años oí un testimonio de Joni Eareckson Tada, una joven que quedó paralítica a los 18 años. Ella en esa condición ha levantado todo un movimiento en favor de los que se encuentran lesionados seriamente.

De lo que recuerdo de impacto lo fue su declaración en cuanto a que muchos oraron por su sanidad pero que sus manos y piernas no respondieron. Aprendió y comprendió que su silla de ruedas le movió a “caminar” de la mano de Dios, sobre todo, para recibir la fuerza de un dínamo a diario por medio del Espíritu Santo. Esa fuerza la ha mantenido en ese ministerio de amor a nivel mundial.

Quedé tan impresionada en mi deseo de cambiar la dirección a mi vida que le pedí al Señor que yo quería también una silla de ruedas para imbuirme de ese poder y amor hacia el prójimo. Esa silla de ruedas lo ha sido la partida de mi hijo.

Por eso doy gracias al cielo por la prueba, las lágrimas y la ausencia de mi muchacho porque ahora debo caminar de la Mano del Poder de Dios para no caer. Ello ha transformado mi existencia como lo hace en la vida de muchos. Ahí en medio del dolor Él se acerca siempre, enjuga nuestras lágrimas en cualquier circunstancia y nos dice al oído: “no temas, yo estoy contigo, no te dejare ni te abandonare. . .” Por ello mi alma canta en medio del silencio de la noche.

Esto es esperanza cierta.

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