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Trump proclama la santidad de la vida humana y retira la bandera arcoiris de las embajadas

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Trump se hace querer. Aunque solo sea por cómo saca de quicio a lo peor de cada casa, ya habría razones para tenerle ley. Trump ha declarado el día de la «Santidad de la vida humana» en la conmemoración del fallo del Supremo que legalizó el aborto en Estados Unidos.

Me pasa con Trump que no puedo acabar de darle por perdido. Es como ese novio sinvergüenza que cuando una le va a dejar por imposible hace algo que te llega al alma. Ha hecho muchas tonterías, ha dejado de cumplir muchas promesas esenciales de su programa, su uso de las redes sociales es, como poco, cuestionable y no tiene exactamente los modales del Duque de Norfolk.

Pero se hace querer. Aunque solo sea por cómo saca de quicio a lo peor de cada casa, ya habría razones para tenerle ley. Tantos progres no pueden coincidir por casualidad, algo bueno tiene que tener el hombre.

Y lo que tiene no está en esa economía que ha puesto como un cohete, ni ese modo de amagar y no dar -mucho, al menos- en las guerritas que el estamento militar y los neoconservadores están empeñados en librar, ni siquiera en que se tome realmente en serio su promesa central de poner coto a la inmigración ilegal, ese célebre muro con México que no se levantará jamás. No, su papel más importante es el de ser la muleta roja que se agita delante del toro para que embista… Y se ponga en evidencia.

Viene a ser como si cada dos por tres sacara un PIN Parental. Ya saben que la iniciativa de Vox en Murcia no va a cambiar directamente gran cosa en el metódico lavado de cerebro de nuestros menores conocido como ‘sistema de enseñanza’. Pero, en cambio, ha servido para que todos veamos las ganas que tienen nuestros mandarines de modelar sus cerebros a imagen y semejanza de los poderosos en el menor detalle y las perversiones que a menudo se enseñan en estas actividades extraescolares.

Pues eso Trump lo hace una semana sí y otra también. Las dos últimas tienen ya aullando a la progresía mundial y a la propia al borde de un ataque de nervios.

Para empezar, ha rescindido la política habitual de la era Obama de permitir que la bandera  arcoiris  ondeara en las embajadas de Estados Unidos en otros países junto a las barras y estrellas. Desde ahora, está prohibido. Y aunque es una medida que tiene todo el sentido del mundo, no les quepa duda de que rabiarán.

¿Por qué habría de acompañar bandera alguna a la de la nación en un edificio que representa precisamente a esa nación, y a ninguna otra cosa? Y, además, ¿por qué la de un grupo minoritario del que se puede decir cualquier cosa menos que esté sufriendo discriminación o desventajas legales en Occidente?

 Si los LGTBI consiguen crear su propio país -algo más que dudoso, por razones obvias de reemplazo generacional-, pueden hacer de esa su bandera nacional e izarla en todas sus embajadas, como también pueden, sin llegar a esos extremos, lucirla en sedes y edificios particulares. Pero no tenía demasiado sentido ponerla al mismo nivel que la del país en los edificios que le representan.

Pero la segunda es aún mejor. Ha aprovechado el aniversario de Wade vs Roe, el infame fallo del Tribunal Supremo americano que convirtió el aborto provocado en un derecho constitucional para todo el país, para proclamar la ‘Santidad de la Vida Humana’. Con un par.

“Toda persona, nacidos y no nacidos, pobres, abatidos, discapacitados, enfermos y ancianos, tiene un valor inherente”, empieza la proclamación. “Aunque cada camino es diferente, ninguna vida carece de valor o es intrascendente; los derechos de todas las personas deben defenderse. En el Día Nacional de la Santidad de la Vida Humana, nuestra nación reafirma con firmeza y orgullo nuestro compromiso de proteger el preciado don de la vida en cada fase, desde la concepción a la muerte natural”.

Desde la concepción -adiós aborto- a la muerte natural, fuera eutanasia. Este hombre es algo serio, aunque el Gobierno siga dando su libra de carne a esa multinacional del troceo fetal que es Planned Parenthood -que no paga impuestos- y aunque acabar con la lacra del aborto legal no esté en su mano.

Sencillamente que el presidente, la primera autoridad del país más poderoso del mundo, diga esa sencilla frase -desde la concepción a la muerte natural- cambia radicalmente el debate público y permite que nadie pueda decir que “el asunto del aborto está ya cerrado”.

Por supuesto, nunca va a estar cerrado. Por supuesto, todos los poderes de la tierra pueden comprometerse a mantener ese genocidio silencioso y no por eso vamos a dejar de luchar y llamarlo por su nombre y denunciarlo como la gran vergüenza colectiva de nuestra civilización. Pero, qué quieren que les diga, tener a todo un presidente norteamericano de nuestra parte en esta lucha no nos va a hacer ningún daño.

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