OPINIÓN

Los vínculos entre la genética, la función cerebral y el amor

Entre los genes implicados en el amor están los de la dopamina, la hormona del placer en el cerebro, que influyen en la forma en que nos enamoramos.

César Paz-y-Miño,  es investigador en Genética Médica, Facultad de Ciencias de la Salud “Eugenio Espejo” de la Universidad UTE / Reproducción de Edición Médica/ Ecuador /

La ciencia del amor ha fascinado a la humanidad durante siglos y, aunque muchos la consideran un tema romántico o místico, la biología, la neurofisiología y la genética juegan un papel fundamental en nuestra comprensión del amor.
 
La genética se introduce en el amor cuando alude a la influencia de ciertos genes en nuestro comportamiento romántico. 

Los genes tienen un impacto en nuestras actitudes hacia el amor, el compromiso y la lealtad. Ciertas variantes genéticas se correlacionan con la satisfacción en las relaciones románticas.
 
Entre los genes implicados en el amor están los de la dopamina, la hormona del placer en el cerebro, que influyen en la forma en que nos enamoramos. La dopamina se libera cuando estamos enamorados y nuestra atención se centra en la persona que amamos.

Como resultado, las personas con genes que producen niveles más altos de dopamina pueden sentirse más atraídas y felices en sus relaciones románticas. También está involucrada la adrenalina y la noradrenalina, sobre todo en la fase inicial de enamoramiento.
 
En la neurofisiología del amor se ha encontrado que el cerebro humano activa diferentes áreas cuando está enamorado, muchas de las cuales están asociadas con la recompensa, la motivación, el placer y el apego.
 
Algunas porciones cerebrales están involucradas en las funciones del amor. En ese estado, la corteza cerebral responsable del juicio y la toma de decisiones, se vuelve más lenta, lo que puede explicar por qué los amantes a veces pierden la capacidad de tomar decisiones racionales.

Así mismo, la corteza interna (cingulada anterior) que regula las emociones y la toma de decisiones, se estimula, influyendo en la continuidad de la relación.

Una parte importante del tallo cerebral (la amígdala), relacionada a las sensaciones primarias, se activa durante la atracción inicial y es responsable de los sentimientos de miedo, lo que sugiere que la atracción durante los primeros momentos del amor puede tener un componente de ansiedad.

A medida que se desarrolla la relación, la actividad se traslada al hipocampo (tallo cerebral), otro sector cerebral que es responsable de la memoria y el aprendizaje. De esta forma, las experiencias compartidas con la pareja se refuerzan en la memoria emocional.
 
Muchos genes se han relacionado a los sentimientos de amor y tienen que ver con las funciones del cerebro y otros órganos.

Unos genes afectan la producción y control de la dopamina, hormona de la recompensa del cerebro. Los portadores de una variante específica del gen llamada «alelo 7», son propensos a comportamientos de búsqueda de novedades y de riesgo de pareja, que pueden ser tanto positivos como negativos en una relación.

Otro gen relacionado al amor es el de la Oxitocina, importante para el apego, manifestaciones afectuosas, cariñosas y la vinculación emocional.
 
Se encontró que otra importante hormona, la serotonina, tiene mucho que ver con el amor. Su presencia en el cerebro es afín con la regulación del estado de ánimo, la impulsividad y la agresión.

Las personas que tienen una variante específica de este gen, conocida como «alelo L«, tienen una mayor actividad de la serotonina y son más propensas a mantener relaciones amorosas estables y duraderas.
 
Un gen interesante que está asociado a la monogamia y la fidelidad es el de la vasopresina que controla arterias cerebrales; sus mutaciones, se relacionan con el compromiso de pareja y de la fidelidad.
 
Psicológicamente, el amor está en la esfera más alta de las actividades biopsíquicas. Los procesos como el apego, la intimidad, el compromiso y las necesidades emocionales, influyen en la formación y el mantenimiento de las relaciones amorosas.

Juega papel importante la satisfacción en la relación, la pasión, la ternura y la compatibilidad química entre parejas basada en los sentidos (olfato, gusto, tacto, visión y audición). Se ha investigado genes que tienen mutaciones y participan en estos procesos.
 
Existen genes y áreas cerebrales implicadas en el amor y en la forma en que nos relacionamos con otras personas.

La identificación de más de estos genes y áreas cerebrales contribuirá a comprender la complejidad del amor y sus mecanismos biológicos.  La genética puede influir en aspectos como la atracción física, las preferencias de pareja y la manera en que formamos y mantenemos relaciones románticas. 

La genética es solo uno de los muchos factores que contribuyen a nuestra experiencia amorosa. En conjunto, estos factores involucrados biológicos, genéticos, neurofisiológicos, psicológicos y de comportamiento humano, proporcionan un entendimiento integral del amor.

Todos se combinan para descifrar cómo el amor se experimenta, se expresa y se sostiene en nuestras vidas.

El amor es un fenómeno complejo y multifacético y no se limita únicamente a estos factores, sino que también está influenciado, e incluso varía, por determinantes culturales, históricas, sociales, económicas y personales.

El amor es la esencia de la equidad y el equilibrio de la humanidad.

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