Francisca Ramírez: (Líder campesina nicaragüense) «Vamos a volver a Nicaragua para sacar a Daniel Ortega»
Fuente: Álvaro Murillo / El País / España /
Francisca Ramírez dice haber trabajado siempre con obsesión en el campo para poder llegar a su edad actual, 42 años, y disfrutar de unas de las fincas más prósperas del Caribe nicaragüense. Casi lo logró, pero los planes del presidente Daniel Ortega se atravesaron en su sueño y hoy vive, autoexiliada en Costa Rica, lejos de su tierra y de sus tierras, a las que pretende volver cuanto antes. Es uno de los pocos rostros visibles de la revuelta en Nicaragua y se ha visto forzada a emigrar para proteger su vida y la de sus familiares. Era la única salida para no sumarse a la lista de 325 asesinatos que se le achacan al Gobierno de Ortega, a la de los cientos de presos políticos o a la de los desaparecidos durante el ya casi medio año de severa crisis política.
Esta mujer robusta de cara ancha, cabellos tupidos, gruesos y entrecanos pese a su edad, está conectada a cada noticia que llega de su país. Recibe mensajes constantemente y se apresura a terminar el encuentro con EL PAÍS para poder atender otra reunión en la soleada y calurosa tarde de sábado en la que se celebra la entrevista. Bastan unos minutos para saber que ella no está en Costa Rica únicamente para salvar su vida, sino preparando parte del camino para retornar en el momento oportuno y “sacar a Daniel [Ortega], sacarlo, sacarlo de ahí, por asesino”.
Pregunta. ¿Qué le hizo tomar la decisión de huir?
Repuesta. Mire, eso que ustedes han visto en las noticias en estos meses es algo que ha ocurrido desde el 2013 en las zonas rurales contra el movimiento campesino, desde que nos opusimos al proyecto de canal interoceánico Ortega entregó al chino Wang Ying. Represión dura, a balazos, con detenciones y persecución constante. Después del 18 de abril [el día que estallaron las protestas] nos sumamos porque en el fondo es lo mismo: pelear por la justicia contra un Gobierno que solo trabaja por su interés a cualquier costo. Un Gobierno que acaba matando a su pueblo.
P. ¿Recibió alguna amenaza directa?
R. Nosotros ya no estábamos en el pueblo [Nueva Guinea]. Estábamos escondidos desde un mes antes para evitar que nos capturaran por nuestra lucha para pedir libertad para los presos políticos, [para] que parasen de tirar plomo a la gente y [para reclamar] justicia por las más de 500 personas asesinadas hasta donde se ha documentado, aunque hay muchas más en zonas rurales donde no hay medios o donde la gente está muy atemorizada. Aquí tenemos un espacio para vivir; en Nicaragua casi no se puede.
P. ¿Es aún posible ejercer los liderazgos políticos dentro de Nicaragua?
R. Lo que pasa es que intentan acallarnos como sea. Allá no podía no hablar por teléfono. Ahora puedo estar aquí hablando con usted sin el peligro de que lleguen a tirarnos bala. Aquí puedo alzar la voz para pedir al mundo que, por favor, nos apoye ante esta dictadura. [Ortega] es un represor que armó a una pequeña parte del pueblo para perseguir al pueblo. Eso me obligó a dejar mi patria, pero con el compromiso de regresar.
P. ¿Vino a salvaguardar su vida o a trabajar en la organización de un movimiento contra Ortega?
R. Las dos. Estamos trabajando en eso, pero es que huíamos o nos agarraban. Estábamos lejos de mi pueblo, casi enterrados: éramos buscados por la policía y por paramilitares pagados con dinero del pueblo. Habíamos tomado la decisión de suicidarnos antes de que nos agarraran, porque sabemos lo que se vive en las cárceles. Desde 2013 he tenido amenazas, pero desde 18 abril han sido más las llamadas a mi familia o mí directamente. Un funcionario del Gobierno, Edén Pastora, dijo públicamente que yo me estaba buscando que me asesinaran o que me llevaran a una cárcel y me desaparecieran.
P. ¿Qué ha hecho desde que llegó?
R. Ha sido muy duro porque allá dejamos nuestras tierras y muchas gentes en riesgo. Aquí uno sufre; es difícil, pero es por una causa digna. Nos hemos encontrado grupos de nicaragüenses en distintas situaciones para animarnos y organizarnos, porque no hay otro camino. Buscamos la forma de regresar juntos, porque si volvemos cada uno solo vamos a morir. En esta etapa de la crisis, el objetivo de Daniel [Ortega] es hacer ver que todo está normal y está dispuesto a silenciar sin piedad ni pudor a las voces críticas. Es muy peligroso porque el Gobierno está como en una guerra y nosotros no tenemos armas. Ni las queremos.
P. ¿Qué pueden esperar de la comunidad internacional?
R. Ha habido reconocimiento a la lucha cívica, pero no bastan los comunicados y las condenas. Tienen que saber que no estamos luchando por ideología, sino por el derecho a la vida. Nosotros comenzamos pidiendo justicia, pero ahora vemos que se trata de un asesino que no va a cambiar y debe irse. Los países democráticos no pueden permitirse que gente como Daniel [Ortega] y Rosario [Murillo] gobiernen un país en este mundo.
P. ¿Es realista decir “volvamos juntos a Nicaragua y saquemos a Ortega”?
R. Tenemos que superar la tristeza y el deseo de tener un Estado de derecho. Tenemos que usar nuestro dolor para exigir que se vaya del poder. Seguro dirá que es un golpe de Estado con ayuda desde el extranjero, pero esos discursos ya nadie los cree.
P. ¿Cuánto pasarán aquí?
R. No podremos volver en un plazo corto, pero el mismo Daniel Ortega nos va a obligar a hacerlo. De él y sus actos dependerá el momento en que actuemos. Nosotros no vemos que quiera irse por la vía diplomática o quedando en libertad porque es un asesino. Sabemos que si no presionamos, no lo vamos a lograr. No tiene el respaldo de los empresarios ni del pueblo. Ya no cuenta ni con sus propios trabajadores, porque los está obligando a trabajar para defenderlo… médicos, maestros, policías que ya no quieren seguir. Está pidiéndoles que mueran con él o los mata él.
P. ¿Puede darse un conflicto armado?
R. La historia de esa guerra en los ochenta la tenemos muy fresca y por eso sabemos que todo tiene que ser por la vía pacífica. Un conflicto solo deja más pobreza y un país más dividido, con triunfadores que después pueden ser iguales a lo que se combatió, como estamos viendo ahora.