Mauricio Valverde Díaz / Director Ejecutivo / Federación Alianza Evangélica Costarricense /
John Stott, uno de los teólogos más destacados de nuestro tiempo, escribió la siguiente reflexión en torno al Ministerio Pastoral:
“Una característica de la iglesia contemporánea es lo incierto del rol de sus ministros. ¿Son los pastores en primera instancia trabajadores sociales, psiquiatras, educadores, facilitadores, administradores, o qué?”
Esta reflexión de John Stott cobra vigencia hoy en día. La pregunta sigue aun latente, ¿qué es en primera instancia un pastor? A la que podríamos agregar otras como, ¿qué diferencia al ministerio pastoral de otros quehaceres eclesiásticos? ¿qué aspectos convergen en la vida de aquellos que ejercen una labor pastoral?
Podríamos seguir enumerando preguntas y ensayar muchas respuestas.
Sin embargo, existe un elemento vital que no puede faltar en la vida de lo que han puesto sus manos en el arado para servir a Dios en los menesteres pastorales. Nos referimos a la vocación.
La vocación es algo que es inherente a la vida de la persona. En el ámbito eclesiástico podríamos decir que es una experiencia interior que se plasma externamente, mediante el ejercicio del ministerio al cual Dios ha llamado a sus siervos.
Probablemente, la vocación pastoral es algo que, desde muy niños en algunos casos o en edad avanzada en otros, Dios pone en el corazón de hombres y mujeres que Él llama al ministerio. Es un sello especial que Él pone en sus vidas.
La vocación tiene que ver con aquella experiencia primaria y fundamental en la cual un día se recibe la confirmación de parte de Dios del llamamiento al ministerio.
Ese día en que se decide dedicar el resto de la vida al servicio de Dios y su iglesia. Ese día en que la llama del pastorado es encendida para no apagarse nunca.
El apóstol Pablo, en la carta que dirigió a su joven discípulo Timoteo, quien en ese momento fungía como pastor de una comunidad cristiana en la ciudad de Efeso, le animó a mantenerse firme en su vocación:
“Te recomiendo que avives el fuego del don que Dios te dio…” (2 Timoteo 1:6).
Ese don ministerial, su labor como pastor, no debía únicamente permanecer encendido. Estaba en Timoteo la capacidad de avivar ese fuego como una muestra inequívoca de que su vocación por el ministerio pastoral estaba vigente y crecía cada día.
Muchos aspectos pueden caracterizar al ministerio pastoral, pero la vocación es el elemento primordial para ejercer el supremo llamamiento de apacentar la grey que Dios pone en manos de aquellos que han dicho un sí a su llamado. ¡Feliz día del pastor!
(Los comentarios y artículos de opinión o de formación espiritual, son propios de las personas que los escriben y no necesariamente representan el pensamiento de este medio).