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Aplican la eutanasia a una anciana porque se aburría por las restricciones anti-covid

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Nancy Russell, una mujer de 90 años con una vida activa tanto física como intelectual, pide la eutanasia por el aislamiento anti covid en su residencia. La muerte por eutanasia de Nancy Rosell fue provocada el pasado 20 de octubre, tras 8 días en casa de sus familiares, donde sí estuvo acompañada.

La ley de eutanasia de Canadá establece que es legal que provoquen la muerte a un ciudadano si es mayor de 18 años, está lúcido en el momento de hacer la petición, no se observan presiones o influencia externa en la decisión, firma un documento de consentimiento informado y alega una condición médica «grave e irremediable».

Para que la condición médica sea aceptada, debe cumplir los siguientes requisitos sin excepción:

 Tener una enfermedad, dolencia o discapacidad grave.

Estar en un estado avanzado de declive que no se puede revertir.

Experimentar un sufrimiento físico o mental insoportable debido a su enfermedad, enfermedad, discapacidad o estado de deterioro que no se puede aliviar en condiciones que usted considere aceptables.

Estar en un punto en el que su muerte natural se haya vuelto razonablemente previsible. Esto tiene en cuenta todas sus circunstancias médicas y no requiere un pronóstico específico sobre cuánto tiempo queda de vida.

¿Puede considerarse el aburrimiento como una condición para la aplicación de la eutanasia? ¿O es parte de la pendiente resbaladiza que denuncian todos los expertos críticos con las leyes de eutanasia?

La cuestión se plantea en el caso de Nancy Russell, una mujer de 90 años que llevaba una vida activa tanto física como intelectualmente, según el testimonio de sus familiares y amigos, hasta la llegada de la pandemia.

Nancy vivía en una residencia y decidió adelantar el proceso eutanásico que preveía para su final debido a las restricciones vinculadas al covid 19, que le impedían pasear, hablar con otros, acudir a conferencias o visitar la biblioteca.

«Casi de la noche a la mañana, pasó de un estilo de vida muy activo a una vida muy limitada, y desde muy temprano, tuvieron un confinamiento completo de dos semanas sola en su habitación» ha explicado su hija Tory a la CTV, la primera cadena de televisión comercial de Canadá.

La mujer pidió en dos ocasiones que le fuera suministrada una dosis letal, puesto que en la primera ocasión el médico encargado no apreció motivo legal relacionado con un deterioro suficiente. El segundo médico, algunas semanas después sí accedió.

Susan Woolhouse, miembro de la Asociación Canadiense de Evaluadores y Proveedores de la eutanasia (MAiD, siglas en inglés de asistencia médica a la muerte, que es como se denomina oficialmente esta práctica en Canadá) considera que la pandemia del covid 19, con sus restricciones, está siendo un «acelerador» de las peticiones de eutanasia en el país.

La muerte de Nancy Rosell fue provocada el pasado 20 de octubre, después de pasar 8 días en casa de sus familiares, donde fue visitada por amigos y tuvo una vida social intensa.

A la pregunta sobre si las incomodidades y limitaciones derivadas de las restricciones por la pandemia de covid 19 pueden hacer legal una muerte provocada por eutanasia, surge otra: ¿era imposible que sus familiares le brindaran esa vida agradable, activa y amorosa de sus últimos días de forma habitual, de tal forma que le hubieran ahorrado el aislamiento y la soledad en la residencia?.

 

 

 

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