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Elecciones presidenciales con transfondo evangélico

Rodrigo Corella Quesada / Licenciado en Administración de Empresas/  periodicomaranata.com/

Fue sorprendente para muchos, propios y extraños, el gane de Fabricio Alvarado en la primera ronda.

Con un gasto en campaña ridículo con respecto a los demás partidos de contienda y dejando en el camino a candidatos con mucho más currículum político. Cabe preguntarse como ciudadanos  costarricenses, ¿qué originó este fenómeno político?.

Muchas razones, pero a continuación adjunto mis consideraciones al respecto:  

1-Su carta de presentación en la arena politica “luchar por Costa Rica, defendiendo los principios y valores de la familia y la vida, con las manos limpias”, encontró eco en una sociedad cansada y ofendida por el atropello a la familia y la fe en Dios.

Su gran virtud, fue saber leer los tiempos y pudo captar la frustración de la mayoría de las familias costarricenses. Y con liderazgo y valentía ofreció una opción de lucha por defender a nuestro país.

2-La sociedad costarricense está conformada en un alto porcentaje por familias fundamentadas en la fe en Dios (católicos y evangélicos), cuyos principios y valores han sido atropellados e ignorados por las nuevas corrientes de pensamiento, que se basan en la satisfacción de los placeres del hombre sin ningún límite y en donde la fe en Dios es un estorbo, hasta el extremo de ridiculizar cualquier forma de pensamiento basado en la fe divina.

3-Lamentablemente los partidos políticos tradicionales, no tuvieron esa lectura de la sociedad y continuaron con su política partidista, enfocados en llevar agua a sus propios molinos, apoyados en la deuda política y sin importar verdaderamente el futuro de nuestra nación. Con una marcada ausencia de liderazgo político a nivel de partido.

Expectativa para la segunda ronda

La sociedad costarricense  quedó atrapada en una disyuntiva nunca esperada. El fracaso de la fórmula tradicional de hacer política y la falta de liderazgo, dio como resultado la escogencia entre dos posiciones contrapuestas con sus pros y contras cada una.

a-Un candidato oficial de un partido semi-tradicional, sin liderazgo firme, con una línea de gobierno totalmente caracterizado por las corrientes modernas de pensamiento en donde se excluye la fe en Dios de la sociedad y en donde quedó demostrado que la mayoría de promesas de campaña no se cumplieron, característico de los partidos políticos tradicionales y en donde el modelo de corrupción se ratificó con los escándalos de los últimos meses.

Este líder a todas luces, cuenta con el apoyo de la mayoría de los medios de comunicación y con aquella parte de la sociedad no temerosa de Dios, que comulga con las ideas humanistas de darle al hombre la satisfacción de vivir la vida placentera, donde los deseos y preferencias sexuales se disfrazaron de “Derechos humanos”. 

Todo esto con el respaldo y apoyo de los organismos internacionales que comparten esas posiciones, integrados por simpatizantes con  afinidad a dichas corrientes, que no concuerdan con los principios y valores que se apoyan en la fe de un Dios soberano.

b-Es ahí donde aparece un candidato evangélico, sin currículum político suficiente,  excepto  los cuatro años de diputación.  Sin nada que ofrecer de la política tradicional -para bien del país-  pero con la valentía y el liderazgo de defender la soberanía de Costa Rica, hasta donde la Constitución y la sociedad se lo permitan.

Él sobresale con  humildad y empeño de ofrecer una alternativa de gobierno de unidad nacional, que le permita al país despegarse del atascamiento, de la ingobernabilidad originada en la mezquindad de los partidos políticos tradicionales, de condicionar todas las gestiones de desarrollo y bienestar a los intereses partidistas y compromisos personales de campaña, empañados muchas veces de corrupción.

Rol de la comunidad evangélica

EL pueblo evangélico arrastra un estigma social y cultural que nos hace parecer ciudadanos de segunda categoría, característica cimentada en la actuación de algunos miembros de la comunidad evangélica, cuyo accionar contravienen los principios y valores de la Palabra del Señor y que han llegado a esa condición, precisamente por dar cabida a deseos y motivos de satisfacción meramente personal, descuidando la responsabilidad inherente a su condición espiritual.

No por ello se debe generalizar el calificativo despectivo, porque dentro de la comunidad evangélica en su mayoría, se aglomeran personas nobles, humildes, de buenos principios, profesionales competentes, empresarios exitosos, capacitados para cumplir con las responsabilidades ciudadanas.

Pero ante la coyuntura actual que atraviesa el país, cabe preguntarse  ¿qué rol le corresponde realizar al pueblo evangélico?

Pueden existir varias respuestas, pero con fundamento en la Palabra del Señor,  debemos recordar que el llamado principal de la Iglesia no es  nombrar presidentes de un país, la misión fundamental es responder a la petición de Jesucristo de ir y hacer discípulos, o sea compartir el mensaje de Dios, de ahí que tenemos que tener mucho cuidado que el tema político no nos haga perder la visión.

Todo lo anterior, sin dejar de ver una gran oportunidad del momento histórico que estamos viviendo, para manifestar nuestra fe y nuestras creencias firmes de que la familia es sin lugar a dudas el fundamento correcto de la sociedad y de que los principios y valores tienen que defenderse con ahínco y valentía.

 No podemos quedarnos callados y temerosos de una sociedad confundida y manipulada por filosofías de hombres que rechazan la fe en Dios y exaltan el intelectualismo como distingo social de éxito y reconocimiento. Si fuera cierto, no estaríamos donde estamos con todos los desequilibrios económicos, sociales y culturales enrumbados  a empeorar.

La Palabra del Señor dice: “la victoria que vence al mundo es nuestra fe”. Hoy la circunstancia del país, demanda a los hombres y mujeres que creen en la Palabra, que actuemos en fe.

Fe es creer que los principios y valores que se establecen en la Escritura deben respetarse y cumplirse para tener una sociedad más equitativa y justa.

También cabe preguntarse,  si la confusión que caracteriza a la sociedad actual, no es en parte culpa nuestra (el pueblo evangélico) que no hemos dado el testimonio suficiente para que los principios y valores estén por encima de los deseos y las preferencias que actualmente se defienden como derechos humanos.

El grado de confusión es tal que en los centros de educación, centros de formación de nuestros niños y jóvenes, en los últimos años, se dio más énfasis a la “educación  sexual» que a principios y valores como: respeto, responsabilidad, disciplina, compañerismo, cooperación, honradez, puntualidad, justicia, etc.

Es tiempo de cumplir con el mandato bíblico “si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14).

Al final, les dejo una inquietud para reflexionar; ¿Queremos que el Señor sane a Costa Rica de tanta maldad ? ¿O queremos nombrar un presidente para vanagloriarnos?

VENDO TERRENO EN FRAIJANES (VEA ESTE VIDEO DE 25 SEGUNDOS)

 

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