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Con 11 y 12 años ven ya pornografía… en su propio smartphone: «El porno no se busca, se encuentra»

Javier Lozano /ReL /

Hay relación entre el preocupante consumo de pornografía online entre adolescentes y la edad a la que empiezan a tener un smartphone? La realidad deja al menos un dato concluyente: la edad media con la que inician a ver contenido pornográfico también coincide con la del primer teléfono inteligente. Antes se situaba a los 12 años, pero el arco es más amplio ahora y está entre los 8 y los 13 años.

Este es un problema de primera magnitud en estos momentos. Recientemente, en un programa de entretenimiento de La Sexta, Beatriz Martín Padura, directora de FAD Juvenil, la antigua Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, hablaba del problema de manera conjunta: la pornografía entre los menores y la adicción a las pantallas.

En dicha entrevista afirmaba que «el 75% de los adolescentes consume pornografía” por lo que ante datos como este países como Italia se están planteando prohibir los smartphones hasta una edad concreta.

El Plan Nacional sobre Drogas habla de adicción a las pantallas, algo muy grave, pero menos frecuente que el “uso compulsivo”, que sería el paso previo. Algunas de las señales de aviso serían “no poder dejar de ver internet o las redes” sabiendo que tienen que hacerlo, o responder de manera irascible al quitar a los menores el teléfono.

La propia FAD Juventud se vio obligada a incluso a sacar una campaña cuyo lema es “Educa a tus hijos antes de que el porno lo haga por ti”, con la que trataron de alertar a los padres sobre las consecuencias del consumo de pornografía en niños y adolescentes. 

Catherine L´Ecuyer, especialista en temas de educación y muy crítica con el uso de pantallas, incidía en la relación entre la pornografía y los móviles asegurando que el 62% de las niñas y el 93% de los niños han consumido pornografía en línea antes de los 18 años y la primera visualización ocurre a los 12 años, “coincidiendo con la edad de introducción de los smartphones”.

“Sería bueno dejar de plantear las soluciones en términos de sistemas de vigilancia y de control como los filtros – que los niños se los saltan con facilidad- y preguntarnos si es lógico o razonable que un niño tenga un smartphone con 7, 12 o 13 años”, añadía L´Ecuyer

Los datos sobre la pornografía son desoladores. Así lo refleja la asociación Dale una Vuelta, formada por especialistas de ayuda contra esta adicción:

11 años es la edad media para iniciar el consumo de pornografía.

-93% de los hombres vieron pornografía durante la adolescencia.

-62% de las mujeres vieron pornografía durante la adolescencia.

1 de cada 10 menores europeos hace sexting (envío de fotos de contenido erótico o sexual por el móvil).

90% de los niños entre 8 y 16 años han visitado una web porno.

-La pornografía en internet tiene más visitas que Twitter, Amazon y Netflix juntos.

-El 20% de la pornografía online es pornografía infantil.

97.000 millones de dólares genera cada año la pornografía.

Además, un estudio de Save the Children afirmaba que casi siete de cada diez adolescentes españoles de 13 a 17 años consume pornografía de forma frecuente. Lo hacen fundamentalmente en la intimidad, desde el móvil, y visualizan contenidos gratuitos en los que el 88% de las escenas son escenas agresivas o violentas. El 94% de esa violencia está dirigida hacia la mujer y el 95% de ellas da a entender que a ellas les gusta ser tratadas así.

Siguiendo con esta cascada de datos terribles, destaca que el 68,2 % de adolescentes había visto pornografía en los últimos 30 días, llegando a consumir ellos el doble que ellas (81,6 % y 40,4 % respectivamente). Los chicos confirmaban que buscan este tipo de material casi a diario. Las respuestas de las chicas expresaban variaciones entre el consumo semanal o mensual.

El 53,8 % de las personas encuestadas había accedido por primera vez a la pornografía antes de los 13 años, y un 8,7% antes de los 10 años. La edad media es de 12 años de manera global (antes de los 12 años para los chicos y los 12 años y medio para las chicas).

Precisamente, este informe incidía igualmente en que a lo largo de los años, al mismo tiempo que se han desarrollado y difundido los smartphones y redes sociales, la edad a la que accede la población adolescente por primera vez a la pornografía es cada vez más baja.

La declaración de uno de los menores encuestados es muy revelador al respecto: “el porno no se busca, el porno se encuentra”.

El doctor Enrique Rojas, un conocido y veterano psiquiatra, asegura que la adicción a la pornografía es “una epidemia mundial. Se establece una correlación entre ciertas alteraciones en el cerebro y el consumo de pornografía que arruina vidas, matrimonios, familias, una desgracia que cae sobre gente atrapada en estas redes de este drama oculto y enmascarado que degrada al ser humano, lo rebaja, lo convierte en alguien que solo ve en la mujer la posibilidad de tener algún tipo de contacto sexual, desdibujándose otras muchas posibilidades en la relación hombre-mujer. La pornografía es una mentira sobre el sexo. Es maestra en ofrecer una imagen de la sexualidad utópica, irreal, delirante, absurda… que se convierte en una obsesión en distintos grados. Hoy sabemos por investigaciones recientes, que la adicción a la pornografía es más grave que la de la cocaína, pues afecta a circuitos cerebrales concretos, en donde una sustancia llamada dopamina asoma, y, después de un tiempo sin ver ese tipo de imágenes, uno se ve empujado a buscarlas, es como un imán que arrastra en esa dirección”.

Sobre esta epidemia del siglo XXI también alerta el doctor Peter C. Kleponis, psicólogo y psicoterapeuta con más de veinte años de experiencia en este campo y autor del libro Pornografía. Comprender y afrontar el problema (Voz de Papel).

En una entrevista con ReL explicaba que “ver pornografía es algo tan común que muchos son adictos sin darse cuenta”.

Kleponis justificaba así su afirmación: “la pornografía se ha convertido en la nueva droga favorita a causa de las cinco A de la pornografía:  1) Asequible: es gratis. 2) Accesible: está a distancia de un clic. 3) Anónima: es fácil de esconder o de mantener oculta. 4) Aceptada: ver pornografía es algo completamente asumido hoy entre los jóvenes. 5) Agresiva: a diferencia de otras drogas o del alcohol, la pornografía produce una gratificación inmediata y es altamente adictiva. A causa de estas cinco A, millones de personas han decidido ver pornografía habitualmente. Debido a que ver pornografía es algo tan común entre la gente, muchos son adictos sin darse cuenta”.

Ante un problema de tal gravedad que afecta a los más jóvenes, este especialista urge  a educarlos “en los peligros de la pornografía. Deben saber que es altamente adictiva, como las drogas y el alcohol. Deben saber que no muestra una visión saludable de la sexualidad. Al contrario, enseña a la gente que está bien utilizar a otras personas para el propio placer sexual egoísta. Consumir pornografía les impedirá mantener relaciones saludables. Sólo les conducirá a la soledad y el aislamiento. También hay que enseñarles que Dios tiene un plan maravilloso para la vida de cada persona. Para cumplir ese plan, deben esforzarse por vivir una vida virtuosa y saludable. Consumir pornografía les impedirá definitivamente alcanzar ese objetivo”.

Con respecto el problema con los menores este especialista hace esta recomendación a las familias: “al afrontar con un adolescente el uso de pornografía, es importante no avergonzarle por ello. A pesar de lo habitual que es el uso de la pornografía entre los jóvenes, en el fondo saben que está mal. La vergüenza que sienten por ello les fuerza a mantener en secreto el uso de pornografía.

La mayor parte de los adolescentes adictos a la pornografía quieren ayuda para superarlo. Les produce demasiado temor y demasiada vergüenza. Al hablar con ellos, es importante que un padre haga saber a su hijo cuánto le quiere y cuánto le quiere Dios. Si es posible, es mejor que hable el progenitor de su mismo sexo.

También es importante referirse al uso de pornografía como síntoma de un conflicto más profundo y no como un fracaso moral. Eso puede facilitarle al adolescente hablar del problema. Ofreciendo amor y compasión, y no avergonzándole, será más fácil para él admitir el problema y estar dispuesto a recibir ayuda para superarlo”.

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