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Suecia paga su estrategia contra el coronavirus

Emilio de Benito/ Álvaro Sánchez /El País / Foto: ULF PALM / AFP /

El país es ya el segundo de Europa en casos por habitante y tiene la segunda mayor tasa de crecimiento.

Los números, incluso los de la epidemia del coronavirus, que a veces parecen cogidos con pinzas, son tozudos. Mientras la inmensa mayoría de Europa está ya en distintas fases de la desescalada, en Suecia todavía hay dudas de si han empezado a descender la famosa curva de la epidemia.

El país escandinavo es ya, según los datos del centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC), el segundo con una mayor tasa de positivos por 100.000 habitantes (550,3). Solo en Luxemburgo es mayor (674,5), pero se trata de un país de apenas 670.000 habitantes (Suecia ronda los 11 millones) con un total de 4.099 casos, según la última lista del ECDC. Suecia ha reconocido 6.395 nuevos positivos solo en la última semana.

El día 18 de junio, las autoridades suecas –país donde está el Instituto Karolinska, una referencia europea en cuestiones sanitarias– reportaron más de mil nuevos casos. Ese día la tasa sueca superó por primera vez a la belga y a la española. La lista de países más afectados está este domingo (con datos del sábado) así: Luxemburgo, Suecia, Bélgica (530) y España (526). La media europea está en 282,7. Ese día también fue el que más casos se han reportado en el mundo: 181.232, según la OMS.

Pero estos datos son acumulados desde el inicio de la epidemia. Si se toman los valores de la última semana, que indica mejor el estado actual de la pandemia, el que más nuevos casos ha comunicado es el Reino Unido (8.865), seguido de Suecia (6.359).

Se trata de dos países que al principio de la expansión del coronavirus intentaron estrategias similares: evitar los confinamientos y confiar en que los sucesivos contagios entre la población –aun a riesgo de elevar el número de muertes– crearan la llamada protección de rebaño, que se da cuando un porcentaje importante de los habitantes (por encima del 60% o 65%) ya han pasado la enfermedad y, por tanto, tienen una inmunidad adquirida, aunque no sea permanente, que corta la circulación del virus.

El Reino Unido, cuyo primer ministro, Boris Johnson, tuvo que ingresar en una UCI el 6 de abril afectado por la covid-19, cambió de política el 20 de marzo y estableció confinamientos y limitaciones a la movilidad (aún exige cuarentena para entrar en el país).

Suecia no impuso más restricciones que cerrar los centros educativos para los alumnos de más de 16 años. Bares, restaurantes, gimnasios, bibliotecas y todos los demás establecimientos siguieron abiertos, y se recomendó no reunirse en grupos de más de 50 personas.

El caso sueco ha sido muy estudiado –y criticado–. El pasado 12 de junio la revista British Medical Journal (BMJ) publicó un artículo titulado ¿Ha tenido éxito la controvertida estrategia sueca contra el coronavirus? en el que se recogían críticas de epidemiólogos y otros especialistas del país a esta estrategia. En él se critica al responsable de esta actuación, el epidemiólogo Anders Tegnell, quien ya el 26 de abril dijo que la curva de contagios en el país estaba descendiendo. La autora del trabajo, Heba Habib, destaca cómo “los números iban a demostrar lo contrario” y cita, por ejemplo, que en la semana del 25 de mayo al 2 de junio, Suecia tuvo la mayor tasa de mortalidad de Europa, 5,29 por millón de habitantes. El segundo fue el Reino Unido (4,48). Además, tampoco se ha conseguido la ansiada protección de rebaño.

El 11 de mayo la OMS calculó que menos del 10% de la población tenía anticuerpos (un porcentaje en el rango de los casos de España y Francia). Un estudio del 20 de mayo calculó que la inmunidad en Estocolmo, la ciudad más afectada, estaba en el 7,3% de la población. El 2 de junio el primer ministro, el socialdemócrata de Stefan Löfven, admitió fallos en la estrategia y anunció una investigación interna.

La situación sueca ha sido tan diferente que el jueves 18 de junio un pueblo de la Laponia, Gällivare (8.500 habitantes), causó una conmoción al ordenar el cierre de museos, piscinas, bibliotecas y la suspensión de algunas líneas de autobuses.

La zona había detectado 31 positivos, y una nota del Ayuntamiento hablaba de situación descontrolada. Esa apreciación fue luego matizada por el concejal, Henrik Ölvebo, del partido verde, quien echó la culpa al gabinete de comunicación “que, en tiempos de crisis, puede ir demasiado deprisa”. “La situación es seria, pero no incontrolable”, matizó el edil.

El epidemiólogo sueco Anders Tegnell, durante una rueda de prensa el 9 de junio.TT NEWS AGENCY / REUTERS.

 Si se toma el aumento de casos por 100.000 habitantes durante la última semana, Suecia sigue en los puestos de cabeza. Concretamente es segunda, con una subida de este indicador del 12,8%. Solo Bulgaria experimenta una subida mayor (el 17,67%).

La media europea está en el 2,48%. Y países que en el histórico están en los primeros puestos, si se toma la última semana están en puestos de cola, como Bélgica (una subida del 1,1% de la tasa), Luxemburgo (1,09%), Italia (0,72%) y España (0,97%).

Esto indica que han tenido una importante afectación, pero que ya es cosa del pasado y, salvo que aparezcan nuevos brotes, la epidemia está controlada.

La situación de los dos países del Benelux que también están entre los de peores tasas es diferente. Una mirada rápida a las cifras podría hacer pensar que el coronavirus ha pasado como un ciclón por Bélgica y Luxemburgo.

La primera lidera las muertes por población en todo el mundo con 84,9 muertos por cada 100.000 habitantes (9.696 en total). Mientras que el Gran Ducado está en lo alto del ranking europeo en contagios.

La realidad es mucho más compleja. Bélgica ha apostado por un sistema de recuento de fallecidos propio en el que los muertos en residencias y domicilios particulares que no han sido sometidos a un test pero son sospechosos de haber padecido la covid-19 se añaden automáticamente a la estadística (España, por ejemplo, solo cuenta los casos con prueba PCR positiva).

Varias voces han criticado que eso expone al país a una crisis de reputación, dado que muchos análisis no se detienen en este punto y se limitan a señalar a Bélgica como líder mundial de fallecidos, pero el Gobierno y los expertos locales se han mantenido firmes al considerar que el método es el mejor para presentar un retrato más real del impacto causado por la pandemia.

 Las comparaciones con los fallecidos de años anteriores dan la razón al Ejecutivo: mientras en otros países las diferencias entre muertos confirmados y las defunciones respecto al año pasado son abismales, en Bélgica están casi a la par. Y prácticamente nadie en Bélgica cree que su país haya sido de verdad el más azotado por el coronavirus.

El caso de Luxemburgo es distinto. El pequeño Estado, de una extensión similar a la provincia de Álava y una población como la de la ciudad de Sevilla, se ha lanzado a una ambiciosa carrera por hacer análisis a toda la población. Eso ha hecho emerger un mayor número de casos que en otros países con menos capacidad para hacer pruebas.

Se han hecho exámenes a casi uno de cada cuatro luxemburgueses, el equivalente a que España hubiera hecho más de 10 millones de test (el sábado el Ministerio de Sanidad dio el dato de 3,2 millones de PCR, pero varias de estas se hacen a la misma persona). Como resultado, se han reportado 675 casos por cada 100.000 habitantes, más que en ningún otro país europeo.

La cifra de muertes avala esa tesis, dado que pese a haber sumado más infectados por población, Luxemburgo tiene casi cuatro veces menos muertos que España en relación con sus residentes: un total de 110 fallecidos para 4.105 casos. “Luxemburgo no ha tenido muchos muertos porque no hay ciudades con alta densidad. Es cierto que se han retrasado en su promesa de hacer test a todos, pero la sensación entre la gente es que se ha actuado bien”, explica Diego Velázquez, periodista del Luxemburger Wort.

 

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