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Nadie sabe lo que Tailandia hace bien para enfrentar la pandemia pero ha funcionado

Hannah Beech / Fotos:  Adam Dean / The New York Times /

 ¿Acaso el distanciamiento social que forma parte de la cultura tailandesa —el hábito de saludar a los demás con un “wai”, un movimiento similar a un rezo, en vez de un abrazo completo— ha evitado aquí la transmisión desbocada del coronavirus?

¿El uso temprano de las mascarillas en Tailandia, combinado con un sólido sistema de atención médica, mitigó el impacto del virus? ¿Acaso fue el estilo de vida al aire libre de muchos tailandeses o su relativamente baja tasa de enfermedades preexistentes?

¿Hay un componente genético que vuelve más resistentes el sistema inmunitario de los tailandeses y otros habitantes de la región del río Mekong frente al coronavirus? ¿O algún tipo de alquimia de todos esos factores habrá aislado este país de 70 millones de personas?

Algo es seguro. A pesar de que a inicios de año recibió una afluencia de visitantes de países que habían recibido un fuerte impacto del coronavirus, Tailandia ha registrado menos de 3240 casos y 58 muertes. Hasta el jueves, no se había registrado ningún caso de transmisión local en unas siete semanas.

Agentes de policía en Bangkok patrullan un puesto de control en una de las calles más concurridas de la ciudad, luego de que se aplicó el toque de queda en todo el país.

 Al parecer otros países de la cuenca del río Mekong comparten la baja tasa de infección de Tailandia. Vietnam no ha registrado ni una sola muerte y ha logrado pasar alrededor de tres meses sin ningún caso de transmisión comunitaria. Birmania ha confirmado 336 casos del virus, Camboya 166 y Laos tan solo 19.

Yunnan, la provincia suroccidental de China por donde atraviesa el Mekong antes de serpentear por el sureste asiático, tuvo menos de 190 casos. Ninguno está activo en este momento.

“No creo que se trate tan solo de un tema de inmunidad y genética”, opinó Taweesin Visanuyothin, el vocero encargado de la crisis de COVID-19 del Ministerio de Salud Pública de Tailandia. “Tiene que ver con la cultura. Los tailandeses no tienen contacto corporal cuando se saludan”.

“Y los países de la región del Mekong se saludan igual”, agregó Visanuyothin.

El panorama no siempre lució tan alentador. En enero, Tailandia confirmó el primer caso de coronavirus en el mundo fuera de China: un turista de Wuhan, la ciudad del centro de China donde se cree que inició el brote.

Los trabajadores de la construcción, un grupo compuesto principalmente por trabajadores migrantes, volvieron a sus dormitorios en Bangkok en abril.

Visitantes de Japón, Europa y Estados Unidos desataron otra ola de infecciones. Un evento de muay thai se convirtió en un súper propagador. Sin embargo, después de que se impuso una cuarentena en marzo, en la que se cerraron negocios y escuelas, disminuyeron las transmisiones nacionales. Todos los casos recientes de Tailandia han ocurrido entre personas que llegan del extranjero.

Wiput Phoolcharoen, un experto en salud pública de la Universidad de Chulalongkorn en Bangkok que está investigando un brote de coronavirus en Pattani, al sur de Tailandia, hizo notar que más del 90 por ciento de las personas que dieron positivo en esa zona era asintomático, una cifra mucho más alta de lo normal.

“Ahora estamos estudiando el sistema inmunitario”, comentó.

Phoolcharoen afirmó que los tailandeses y otras personas de esa parte del sureste asiático eran más susceptibles a ciertos casos graves de dengue, un virus que transmite un mosquito, que las de otros continentes.

“Si nuestros sistemas inmunitarios son tan malos en contra del dengue, ¿por qué nuestro sistema inmunitario no puede ser mejor contra la COVID?”, cuestionó.

Aunque los hospitales de Tailandia no se han saturado con pacientes de coronavirus, la economía del país, dependiente del turismo, ha sido golpeada.

En abril, Tailandia prohibió la mayoría de los vuelos entrantes en medio del restrictivo cierre de emergencia. Los turistas dejaron de venir a Bangkok, una ciudad que alguna vez ostentó el título de la más visitada del mundo. El ministerio tailandés de Turismo y Deportes estima que el 60 por ciento de los negocios dedicados a la hospitalidad podría cerrar para finales del año.

El Fondo Monetario Internacional predice que la economía tailandesa se contraerá al menos un 6,5 por ciento este año. En 2020, más de ocho millones de tailandeses podrían perder sus empleos o ingresos, según el Banco Mundial, en una nación que ya está dividida por la profunda brecha entre los ricos y los pobres.

 Un mercado es desinfectado antes de su reapertura en Bangkok, en mayo.

Los hogares tailandeses tienen algunas de las cargas más altas de deuda en Asia, y los más desesperados se han formado frente a templos budistas para que les donen arroz.

Después de que la promesa de una transferencia de fondos estatales de emergencia se empantanó en la burocracia, una mujer ingirió veneno para ratas afuera de un edificio gubernamental. Sobrevivió, pero en Tailandia hay un aumento de suicidios.

COVID Thailand Aid, una organización caritativa fundada a raíz de la pandemia, se ha inundado de peticiones de tailandeses que tan solo tienen 1 o 2 dólares en sus cuentas bancarias, dijo Natalie Narkprasert, una de las fundadoras de la agrupación.

La enorme población de trabajadores migrantes que tiene el país, muchos provenientes de naciones vecinas como Birmania y Camboya, también está sufriendo. Aunque algunas personas lograron llegar a casa antes de que cerraran las fronteras, otras quedaron varadas en Tailandia sin el salario de sus empleos como conserjes en hoteles, cocineros y operadores de puestos de comida.

“Ahora es cuando la gente quiere más ayuda, porque ha pasado mucho tiempo y no está mejorando la situación”, comentó Narkprasert.

Hace poco tiempo volvió una sensación de normalidad a Tailandia. Reabrieron las escuelas: los niños usan mascarillas y estudian en mesas distanciadas las unas de las otras. Además, a inicios de julio, el primer fin de semana festivo en meses —las fiestas del Año Nuevo tailandés se cancelaron en abril— provocó un repunte del turismo nacional.

Tailandia también ha permitido un flujo menor de extranjeros al país. No obstante, con las nuevas llegadas viene el riesgo de contagio.

La semana pasada se confirmó la infección de coronavirus de un piloto militar de Egipto, después de haber violado la cuarentena y visitado centros comerciales en un pueblo playero de Tailandia. Algunas escuelas de la zona están cerradas de nuevo. El miércoles, dos activistas que protestaban el manejo de la cuarentena que ha hecho el gobierno fueron arrestados por desobedecer el decreto de emergencia.

Trabajadores hacen cubrebocas de tela en una fábrica propiedad de Wacoal, un fabricante de ropa interior, en Bangkok, en abril.

También han surgido cuestionamientos en torno a por qué los trabajadores migrantes que fueron deportados de Tailandia llegaron a su país y, de inmediato, dieron positivo a la enfermedad, a pesar de que no estuvieron incluidos en el conteo oficial de casos de coronavirus de Tailandia, donde las tasas de pruebas siguen siendo relativamente bajas.

“Con la amenaza latente de la enfermedad, debemos mantener la guardia en alto”, dijo Visanuyothin, el vocero del ministerio de Salud.

Muktita Suhartono colaboró con este reportaje.

Hannah Beech ha sido la jefa de la oficina del sudeste asiático desde 2017, con sede en Bangkok. Antes de unirse a The Times, reportó para la revista Time durante 20 años desde bases en Shanghai, Beijing, Bangkok y Hong Kong.

 

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