¿Móvil sí o no? La realidad en las escuelas aviva el debate social
El inicio del curso escolar en Europa saca a la luz las diferencias entre los países que prohíben el móvil y los que optan por gestionar la tecnología dentro de clase.
Joel Forster / Protestante Digital /
¿Prohibir o gestionar? Han pasado suficientes años para que los ‘smartphones’ hayan transitado de ser una novedad tecnológica a ser un ingrediente vital para los jóvenes en Europa.
Conforme se acumula evidencia sobre el efecto negativo que las pantallas pueden tener sobre el aprendizaje de los niños, también se aceleran los cambios en las políticas educativas.
Hungría ya no permite móviles en primaria y secundaria. Finlandia da nuevos poderes a los profesores para intervenirlos cuando lo vean necesiario. Y Francia ha desarrollado un plan para restringir gradualmente los dispositivos entre los menores de 15 años.
En España, el gobierno quiere que sólo se pueda mirar el móvil “cuando lo plantee el profesor cuyo proyecto pedagógico lo requiera”, mientras que Bélgica ha implementado su propio plan para “combatir el acoso y mejorar la concentración de los estudiantes durante el horario escolar”. Un acercamiento parecido se da en los Países Bajos.
Sin embargo, “aún no se ha llegado a una conclusión” común, explica a Evangelical Focus Dámaris García Medina, una psicóloga en Toledo que habitualmente trabaja con niños y adolescentes. Hay profesores que “optan por hacer un buen uso del teléfono móvil integrándolo dentro del trabajo pedagógico” para “no limitar la cantidad de información” que pueda ser útil en clase. Otros simplemente piden que los profesores tengan libertad para decidir qué acercamiento tomar con sus alumnos.
“Cada sociedad es diferente” y está en su propio proceso de descubrimiento de las tecnologías, dice la psicóloga. Un ejemplo es Suecia, donde “se han hecho pasos atrás” tras años de incluir las nuevas tecnologías en las rutinas educativas.
El móvil como herramienta para todo
¿Para qué sirve un móvil en clase? Depende a quien le preguntes. “Unos tendrán la necesidad de mirar el móvil continuamente ‘por si me han escrito o le han dado a un me gusta’, otros pueden hacer un buen uso y utilizarlo para aprender o buscar información, sin necesidad de meterse en Instagram”. De mientras, “otros lo puedan utilizar para grabar a algún alumno o alumna insultado a otro”.
La cantidad de apps que se pueden encontrar las tiendas de Google o Apple son ilimitadas, y un móvil puede ser una herramienta para casi todo, desde comunicarse con los padres hasta hacer apuestas online, desde participar en un kahoot (una herramienta para responder preguntas en grupo muy usada en escuelas españolas) hasta acceder a contenidos eróticos.
“Mi opinión respecto al uso de pantallas es que no está beneficiando a los niños ni a los adolescentes”, prosigue Dámaris García. “Estoy viendo en consulta problemas de concentración, de comprensión lectora, desorden en cuanto a las tareas… Además, hay problemas a nivel visual”.
Dámaris apuesta por seguir usando “libros en papel, escribir en papel y utilizar el móvil como herramienta pedagógica en algunos momentos concretos”.
El impacto en el desarrollo emocional de los niños
Investigadores como Francisco Villar, autor del libro Sin pantallas, pienso y siento mejor (2024), advierten de que las pantallas conllevan menos tolerancia a la frustración y menor empatía, “lo que dificulta la vida” la vida a jóvenes que se ven privados de ejercitar capacidades sociales básicos. La posición de este autor es radical: no dar móviles a chavales menores de edad.
Para García, el quid de la cuestión es encontrar el punto de equilibrio. “No tiene sentido que a un niño o niña de primaria le demos pantallas y todo sea digitalizado, y luego les quitemos puntos en un examen por faltas de ortografía a la hora de escribir”.
En este sentido, en primaria recomendaría “ni pantallas ni móviles” porque “hasta los 14 años el cerebro no comienza a entender el mundo digital”. Aunque el uso pedagógico tiene sentido en algunos momentos del horario de clase, la psicóloga consultada por Evangelical Focus es favorable a crear un ambiente en el que los alumnos “puedan guardar los móviles durante los recreos con tal de que interactúen cara a cara, y evitar así también posibles grabaciones”.
Un problema que es también de adultos
En este punto, la psicóloga cree que es importante ser realista y admitir que «los adultos somos los primeros enganchados al móvil». Lo más natural es que los hijos «copien» a sus padres, por lo que los adultos son en realidad los «principales responsables» de cómo la tecnología formará parte de las rutinas familiares. En este sentido, García propone preguntarse honestamente: «¿Tengo mis prioridades en orden?»
«A veces, en consulta, tengo adolescentes que les dicen a sus propios padres que cuando ellos les cuentan algo importante, los padres están con el móvil contestando a alguien, haciendo algún pedido, o mirando las redes sociales. Es triste ver cómo un hijo dice a sus padres: ‘no me siento escuchado’ o ‘parece que no te importa lo que me pasa’».
Es esencial, añade Dámaris García, que tanto padres como maestros en el ámbito educativo tengan información actualizada del impacto del mundo digital sobre los menores de edad.
Todo lo bueno
¿Hay beneficios del uso de internet? Claro que los hay. «En muchos momentos el buen uso del móvil les facilita la vida a los chicos y chicas», argumenta Dámaris García, que está involucrada con los Grupos Bíblicos Estudiantiles (GBE), que reúnen a adolescentes entre 12 y 18 años.
El móvil ayuda a los chavales «a no perder tanto tiempo haciendo trámites, perciben mucha más información útil y actualizada, pueden encontrar datos a la hora de elegir lo que quieren estudiar, cómo hacer un currículum, cómo hacer un trabajo escolar, buscar técnicas de estudio, incrementar la autonomía, hacer trabajos grupales sin desplazarse, ver vídeos para comprender mejor de temas que han trabajado en clase…»
La lista puede ser aún más larga si ampliamos el foco más allá del rendimiento educativo. Tener un ‘smartphone’ «les aumenta la red social, pueden alegrarse de lo que están viviendo otras personas que conocen o familia, quizás pueden buscar a una persona que no ven hace mucho tiempo para saber cómo le va la vida, pueden buscar información sobre intereses personales y pueden estar actualizados sobre el mundo en el que les ha tocado vivir – ya que sin este conocimiento, les costaría mucho encontrar un trabajo en el futuro».
Lo que no está yendo bien
Ahora bien, la lista de perjuicios también es larga. “La realidad, por mucho que nos cueste aceptarlo, es que cada vez veo más adolescentes con una adicción considerable. He llegado a tener menores de entre 11 y 13 años, que pasaban de 6 a 11 horas con el teléfono móvil, en clase viendo Instagram y TikTok, por lo que no atienden y no saben hacer las tareas, lo cual se refleja en los resultados en los exámenes, llevando a una baja motivación, y finalmente a una baja autoestima y un estado de ánimo ansioso-depresivo”.
García, que está casada y tiene un niño de apenas dos años, observa de cerca las tendencias entre las generaciones más jóvenes. “En consulta veo a muchos adolescentes inseguros, a los que les cuesta tomar decisiones tan sencillas como qué ropa se van a poner, o qué cereales quieren para desayunar. No saben qué emoción están sintiendo o qué hacer con la frustración o cuando están enfadados”.
El cerebro de un adolescente “no está preparado para gestionar tanta información como la que reciben diariamente a través de este dispositivo”. Muchos pasan horas “mirando y codiciando un ‘yo ideal’ que realmente no existe y terminan sintiendo ansiedad, frustración, decepción y depresión”. Si esto es incluso una realidad entre muchos adultos, tanto más grave es el problema en edades en las que aún está aprendiendo a procesar sentimientos y pensamientos.
“A los adolescentes les cuesta mucho más (porque su cerebro no está preparado) ponerse límites a ellos mismos y a los demás, o incluso filtrar la información que reciben a través de sus ojos. Existe una realidad en cuanto al consumo de pornografía en niños a partir de nueve años y adolescentes que asusta y es algo que estoy viviendo en consulta”.
García lanza la pregunta: “Si no me conozco a mí misma, no sé qué quiero o cómo quiero ser, qué amigos quiero tener y cuáles no me convienen, si no sé qué se me da bien, qué cualidades y habilidades tengo, y no sé poner límites, ¿puedo decidir de manera adecuada ante las cuestiones que se ponen delante de mí cada vez que uso mi teléfono móvil para consumir o subir contenido a redes?”
Lo que la Biblia tiene que decir
Le preguntamos en este punto a la psicóloga sobre su fe cristiana, y dónde ve que el evangelio tiene puntos de conexión con la comunicación móvil.
“Creo que el reto de hoy en día es ser personas íntegras y auténticas, sin filtros ni retoques. Dios nos pide que nuestras vidas sean testimonio de lo que Dios hace en nosotros y creo que en redes solo podemos transmitir una pincelada de ello, pero no nos conocen en nuestro día a día. Si no, ¿por qué se hacen tantos vídeos del tipo ‘un día conmigo’? Queremos conocer cómo vive esa persona a la que estoy siguiendo para comprobar si todo lo que dice lo lleva a cabo también”.
“Jesús decidió convivir y estar con personas. Podría haber estado con ellos en momentos puntuales en los que se encontrara con buen ánimo, o sin emociones desagradables, sin embargo, lo que hace que creamos en Jesús es su honestidad, su sabiduría y su ejemplo, su máxima expresión de amor fue morir por nosotros”.
García cita la 2ª Carta de Juan, en el capítulo 1:12, donde el apóstol dice: ‘Aunque tengo mucho más que deciros, no quiero decirlo por carta. Espero ir y hablar personalmente con vosotros. Así podremos alegrarnos juntos’.
“No podemos transmitir nuestras emociones y lo que nos ha pasado de una forma tan honesta como cuando estamos presencialmente juntos”, dice Dámaris, “la pandemia también nos lo enseñó”.
El mismo Jesús reta a no ‘hacer obras delante de la gente sólo para que los demás las vean’ (Mateo 6:1). En este sentido, cree la psicóloga, “quizás sea bueno preguntarnos ¿dónde está puesto nuestro corazón? ¿qué nos mueve a hacer lo que hacemos? ¿cuál es nuestra intención? Porque Dios está presente en tu día a día, también cada vez que desbloqueas el móvil”.
Decisiones conscientes
Dámaris concluye animando a los jóvenes a “encontrar un equilibrio a la hora de usar las redes sociales”, ser respetuoso “a la hora de dar un toque de atención a otros en su uso del móvil” y “pedir ayuda si la necesitas”.
Un uso responsable y meditado del móvil cambiaría muchas cosas a nivel social, porque “para muchos de nosotros el móvil es una herramienta de trabajo y también social”. “Aunque no nos guste, la realidad de la que partimos es esta, y creo que los jóvenes de hoy en día ven el móvil como una extensión de sí mismos”.
En las escuelas es clave “el aprendizaje consciente, el aprendizaje que necesita tiempo para saber hacer algo bien y el estudiar a conciencia para poder aprobar”.
Y concluye: “Me parece muy relevante que los y las adolescentes sean conscientes de que, si no, toman las decisiones, otra persona las van a tomar. Cada uno tenemos que decidir lo que queremos que entre por nuestros ojos, por nuestros oídos y saber qué cosas no me convienen para cuidar el cuerpo, mente y espíritu que Dios me ha regalado”.