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El uso de mascarillas se politizó sin remedio. Pero hay otras opciones

Aaron E. Carroll / Director de salud de la Universidad de Indiana / Escribe a menudo sobre las políticas en torno a la COVID-19 / The New York Times /

Cuando el lunes una jueza federal de Estados Unidos revocó el mandato de usar cubrebocas en aviones, autobuses y otros medios de transporte público, la mayoría de las principales aerolíneas no perdieron tiempo y eliminaron el requisito de su uso. Incluso los pasajeros celebraron en pleno vuelo cuando les anunciaron que podían quitarse las mascarillas. La ciencia sobre el uso de cubrebocas no cambió esta semana, pero los expertos en salud pública y los legisladores estadounidenses ahora se ven obligados a conformarse con lo que muchas personas ya no harán para proteger a las demás.

El Departamento de Justicia presentó una notificación para apelar el fallo después de que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) advirtieran que es necesario extender el requisito del uso de las mascarillas. Pero no está claro cuánto tiempo permanecería vigente el mandato en caso de que se reestableciera, pues de cualquier manera expiraba el 3 de mayo.

Es desafortunado que los mandatos del uso de cubrebocas, y los cubrebocas mismos, se hayan politizado y sean impopulares para muchas personas. Es por esa razón que varios gobernadores y empresas levantaron los requisitos mucho antes de que el número de casos de coronavirus disminuyera, y probablemente es la misma causa por la que las aerolíneas también lo hicieron tan rápido. Estos grupos tienen intereses que compiten con la ciencia. Las personas que quieran vivir como lo hicieron en 2019 pueden influir en esos grupos si son lo suficientemente ruidosos, incluso si no son la mayoría.

Pero la realidad es que, a pesar del deseo de vivir como si la covid ya no fuera una amenaza, ahora mismo Estados Unidos no tiene las protecciones necesarias para que eso sea posible. Las acciones que hacen que sea más seguro volver a vivir con normalidad, como el acceso a pruebas y medicamentos para tratar la covid, no están disponibles para todos de manera equitativa. Y las tasas de vacunación y de refuerzos no son tan altas como deberían ser.

Esta pandemia no ha terminado. Una nueva variante podría surgir en cualquier momento y los casos están aumentando en algunas partes del país. Demasiada gente, según los CDC, todavía está en riesgo. La resolución de la jueza puede argumentar que la organización se ha excedido en su autoridad legal, pero eso no quiere decir que estemos fuera de peligro.

Todavía no es el momento de renunciar a las medidas que podrían proteger a la población y hacer que los espacios y las actividades sean más seguros para quienes no pueden protegerse solos. Sin embargo, en lugar de seguir discutiendo sobre temas que se han politizado sin remedio —como los mandatos de uso de cubrebocas—, las autoridades de salud pública podrían concentrar sus esfuerzos en medidas que hagan una diferencia más significativa. Una posibilidad sería identificar y respaldar claramente políticas y herramientas que tengan un mayor impacto potencial y un menor riesgo de polarización.

Una de las más importantes es lograr que los edificios en el país tengan una mejor ventilación. Demasiados no tienen la capacidad de filtración para eliminar las partículas infecciosas del aire, y demasiados no tienen la calidad suficiente para evitar la propagación.

Otra política, que era importante revisar antes de la covid pero que ahora es imprescindible, implica tener un buen sistema de permisos o licencias laborales por enfermedad. Muchos estadounidenses temen quedarse en casa si están enfermos, temen perder ingresos o, lo que es peor, perder su trabajo. La cultura laboral estadounidense aún valora la resistencia, y se necesitan campañas para explicar que esto no solo está equivocado sino que también es peligroso.

La legislación también debe respaldar mejores condiciones y adaptaciones laborales para quienes de verdad aún corren un gran riesgo, especialmente los pacientes inmunocomprometidos. Algunas personas tendrían que trabajar desde casa; otras podrían no ser capaces de trabajar. Ellas e incluso algunos de sus cuidadores pueden necesitar apoyo adicional mientras exista el riesgo de la covid.

Es inadmisible que todavía persistan disparidades en el sistema de atención médica que impiden que los tratamientos para la COVID-19 estén disponibles para todos de manera equitativa. Es necesario liberarlos, pero no es suficiente. Las pruebas, las recetas médicas y el abastecimiento deben ser de fácil acceso a todas las personas y, sin embargo, muchas de quienes necesitan más ayuda les está costando trabajo obtenerlos.

En materia de inmunización, la persuasión ha llevado a Estados Unidos tan lejos como es posible. Los mandatos de vacunación obligatoria funcionan, pero también se han vuelto políticamente tóxicos. El aparato de salud pública estadounidense necesita ser mucho más innovador con las campañas de vacunación. Los trabajadores de la salud podrían ir a las comunidades de puerta en puerta o acudir a donde la gente trabaja o pasa su tiempo y ofrecerles inmunización inmediata. Podríamos obtener resultados más prometedores si logramos explicar mejor que las vacunas son gratuitas, seguras y fáciles de recibir. Los departamentos de salud pública deberían capacitar a una legión de voces confiables dentro de las diferentes poblaciones para ayudar con este esfuerzo.

Cuando la COVID-19 llegó a mi universidad, y a muchas otras, no desviamos la responsabilidad de la gestión de riesgos a los estudiantes, profesores y otros miembros del personal. Invertimos en infraestructura de salud pública; establecimos laboratorios para hacer pruebas covid de manera local; hicimos que el proceso para hacerse pruebas fuera sencillo; dirigimos clínicas de vacunación in situ; aumentamos del tiempo de licencia de enfermedad por covid para hacer cuarentenas, para poder aislarse e incluso la implementamos cuando había efectos secundarios de la vacuna, y cambiamos las políticas de trabajo en el hogar cuando era apropiado.

Nuestro éxito también dependía de una comunicación generosa, para que la gente supiera lo que estábamos haciendo y por qué, especialmente si las políticas que estábamos adoptando no eran populares. Teníamos claro que cuando los casos de coronavirus aumentaran considerablemente, como sucedió en enero, podríamos necesitar aumentar las medidas de protección, como exigir el uso de mascarillas en todos los espacios interiores. Cuando la situación se volvió mucho más segura, en marzo, levantamos nuestro mandato de uso de cubrebocas. Pero las acciones institucionales continuaron y tenemos un alto nivel de vacunación, por arriba del 90 por ciento.

Comprometerse con esfuerzos a gran escala que sean menos polémicos y más efectivos parece una opción sencilla. Pasamos demasiado tiempo enfrentándonos entre nosotros y no lo suficiente luchando contra la pandemia. Cada día que lo hacemos, todos perdemos.

Aaron E. Carroll es el director de salud y profesor distinguido de pediatría en la Universidad de Indiana. Su programa y pódcast sobre investigación y políticas de salud se llama Healthcare Triage@aaronecarroll

 

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