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Beijing imprime 240 millones de Biblias, pero persigue a quienes las distribuyen sin permiso

La "ilegalidad" radicaría simplemente en que quienes promueven la difusión de las Escrituras en chino son comunidades que no están registradas.

Asia News /

El secretario general de la Alianza Bíblica Universal, de visita en China, se reunió con los dirigentes de las Iglesias oficiales, reactivando la cooperación.

Pero, mientras tanto, varios cristianos de Hohhot se enfrentan a un proceso por haber comprado y distribuido «ilegalmente» ejemplares de la Escritura impresos en Nanjing, en la planta que visitó el pastor Gevers.  

 En las últimas horas han llegado de China dos noticias opuestas que -leídas en conjunto- muestran bien las dos caras de la situación de los cristianos en el país.

En estos días, los órganos oficiales dieron gran relieve a un acontecimiento importante: la visita a Beijing, Shanghai y Nanjing de Dick Gevers, el pastor pentecostal sudafricano que desde el pasado noviembre es secretario general de la Alianza Bíblica Universal, el organismo que agrupa a las sociedades bíblicas de todo el mundo que colaboran entre sí con el objetivo de difundir la Escritura en todas las lenguas y en todas las partes del mundo.

Promovida por el Consejo Cristiano Chino y el Movimiento de las Tres Autonomías -los organismos oficiales del mundo protestante en China-, la visita del secretario de la Alianza Bíblica Universal ciertamente no es un hecho sin precedentes.

Desde hace más de treinta años, en efecto, existe una colaboración que se ve evidenciado en la creación de la Nanjing Amity Printing Co, una gran imprenta de Nanjing fruto de una joint venture entre una fundación china directamente vinculada al Movimiento de las Tres Autonomías y la Alianza Bíblica Universal.

Activa desde 1988, produce Biblias no sólo para las comunidades chinas, sino también para las confesiones cristianas de todo el mundo.

En su página web, un contador ofrece una actualización en tiempo real del número de ejemplares impresos: el 1 de abril había más de 246 millones: 89 millones para China, los demás en todos los idiomas de 140 países del mundo.

La visita de Gevers fue una oportunidad para consolidar este proyecto de cooperación, que ahora cuenta también con una planta satélite en Etiopía.

En Beijing tuvo ocasión de reunirse con Chen Ruifeng, el nuevo responsable de la Administración de Asuntos Religiosos (SARA), así como con los responsables de los organismos católicos oficiales.

La página web oficial de la Asociación Patriótica dio noticia del encuentro de Gevers con Shen Bin, obispo de Haimen y presidente del Consejo de Obispos Chinos (órgano colegial no reconocido por la Santa Sede).

De hecho, la comunidad católica también pudo beneficiarse del esfuerzo realizado por la Alianza Bíblica Universal para la difusión de la Escritura en China.

Y en el relato de la conversación con Shen Bin no faltó el énfasis en cómo las traducciones son un aspecto de la «sinicización», la consigna que el presidente Xi Jinping dio al ámbito de las religiones.

Sin embargo, mientras todo esto ocurría, Bitter Winter hizo circular una cadena de oración que actualmente circula en China entre las comunidades protestantes «domésticas», es decir, las no oficiales.

Se refiere a un caso judicial en curso en Hohhot, capital de la Región Autónoma de Mongolia Interior. Este mes, algunos cristianos locales pertenecientes a estas comunidades serán juzgados por distribuir Biblias «ilegalmente» y se enfrentan a penas de hasta 15 años de cárcel.

Lo interesante es que -en su defensa- los acusados informaron que se trataba, precisamente, de copias de Biblias impresas por la Nanjing Amity Printing Co. que compraron al por mayor y distribuyeron a quienes no podían permitírselas, sin ninguna actividad comercial.

En este caso, por tanto, la «ilegalidad» radicaría simplemente en que quienes promueven la difusión de las Escrituras en chino son comunidades que no están registradas ni controladas por el gobierno. Lo que confirma -una vez más- lo que realmente significa la insistencia de Beijing en la «sinicización».

 

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