FORMACIÓN

Mida bien las consecuencias

 Por George Fooshee /Revista Vino Nuevo /

Un letrero en la oficina de un ejecutivo dice:

«Si no obtienes los hechos, los hechos te tendrán a ti».

Jesús enfatizó este principio en Lucas 14:28: «Si alguno de ustedes quiere construir una to­rre, ¿acaso no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tie­ne con qué terminarla? (V.P.)».

La bien conocida historia de la alimentación de los cinco mil hombres es un ejemplo en el que Jesús pide información específica de sus discípulos: «Y El les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y ved. Y cuando se cercioraron le dije­ron: Cinco, y dos peces» (Mar. 6: 38).

Mi experiencia con personas que tienen problemas económi­cos corrobora esta observación, que la mayoría de las personas hacen costosas decisiones pecu­niarias sin obtener toda la infor­mación. La violación de este principio bíblico conduce inevi­tablemente a la ruina económica. Como dijera Salomón en Prover­bios 18: 13: «¡Qué vergüenza -sí, qué estupidez- decidir antes de conocer los hechos!»* Vivir de acuerdo con este principio bíbli­co, al igual que con los demás, es recibir la bendición de Dios.

Quiero enfocar en este artícu­lo algunas áreas en el manejo del dinero en las que a menudo no se miden las consecuencias. La pri­mera es en relación a la obra de Dios.

Lo que debe saber con respecto al dar

Todo cristiano que lee su Bi­blia sabe que el pueblo de Dios debe dar con generosidad y ale­gría. 1 Corintios 16:2 es un ver­sículo que vierte mucha luz al respecto:

Los domingos, cada uno de ustedes debe apartar algo, se­gún lo que haya ganado, y guardarlo para que cuando yo llegue no se tengan que hacer colectas (V.P.).

No espere que Dios bendiga su inversión económica si Ud. le está robando los diezmos que son Suyos por derecho.

Nuestro dar debe ser: Sema­nalmente: con regularidad – El primer día de la semana. Inclu­sivo; que ningún creyente deje de hacerlo – «Cada uno de ustedes». Determinado; específico – «Debe apartar». Proporcional; un por­centaje – «Según lo que haya ga­nado».

Dé por lo menos el diezmo al Señor. «Indefectiblemente diez­marás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año» (Deut. 14:22). No espere que Dios bendiga su inversión econó­mica si Ud. le está robando los diezmos que son Suyos por dere­cho.

Nuestra familia aplica esta verdad a nuestro presupuesto mediante –el uso de una cuenta especialmente dedicada para este propósito. Cada día de pago, la proporción de nuestros ingresos que se han comprometido para el Señor, es depositado en esa cuenta. Todo lo que damos viene de esta cuenta especial que el Se­ñor nos ha confiado. Cuando el servicio interno de recaudación del fisco revisó mis donativos, los cheques cancelados de esa cuenta fueron prueba suficiente para e­llos.  

Lo que debe saber con respecto al ahorro

La segunda área donde necesi­tamos informarnos es en lo que respecta al ahorro. Muchos cris­tianos creen que ahorrar no es compatible con la vida de fe. Se justifican con frases encontradas en el Nuevo Testamento como «porque por fe andamos, no por vista», y «no acumuléis tesoros en la tierra».

Otros usan diversas excusas en cada etapa de la vida como razo­nes para no ahorrar. Estas son las más comunes:

De 25-30 años de edad: No pue­do ahorrar ahora. Apenas estoy comenzando en la vida y mis in­gresos son muy pocos.

De 30-40 años: No puedo aho­rrar ahora. Tengo una familia que mantener.

De 40-50 años: No puedo aho­rrar ahora. Tengo dos hijos en la universidad.

De 50-60 años: No puedo aho­rrar ahora. Mi esposa y yo quere­mos disfrutar de la vida.

De 60-65 años: No podría aho­rrar 10 suficiente antes de jubilar­me.

De 65 años en adelante: No pue­do ahorrar ahora. Estoy viviendo con mi hijo y su esposa.

Sin embargo, la Biblia hace re­petidas menciones de este prin­cipio. En Génesis 41 José almace­nó alimento durante los años de abundancia para vivir en los años de hambre. En Proverbios 6 y 31 la hormiga es mencionada como ejemplo del que ahorra. Y el con­traste entre el hombre sabio y el necio es presentado con mucha claridad en Proverbios 21 :20:

«En casa del sabio hay riquezas y perfumes, pero el necio gasta todo lo que tiene» (V. P.). Prover­bios 21:5 dice: «Los planes bien meditados dan buen resultado; los que se hacen a la ligera causan la ruina» (V.P.).

Un amigo mío tiene una fór­mula muy sencilla si quiere co­menzar a planear el gasto de su dinero:

Dé el 10 por ciento al Señor; Ahorre otro 10 por ciento; ¡Gaste lo que queda con alegría!

Dios encomia a la hormiga porque sigue los principios del ahorro: «Hay cuatro animalitos en la tierra que son más sabios que los sabios: las hormigas, gran ejército sin fuerza que asegura su comida .en el verano … » (Prov. 30:24-25).

¿Está ahorrando con regulari­dad? ¿Es Ud. un hombre sabio, o necio? ¿Es Ud. un ahorrador o un gastador?

Lo que debe saber respecto a las deudas:

La tercer área que queremos enfocar es el endeudamiento

¿Ha notado que las tarjetas plás­ticas que la gente usa en vez de dinero se llaman «tarjetas de cré­dito»? Por lo menos la mayoría las llama así. Porque algunos se asustarían con la palabra «crédi­to», las compañías que las ofre­cen han usado todo tipo de nom­bres para camuflar el verdadero propósito de la tarjeta:

– Tarjeta Internacional

– Tarjeta de Descuento

– Diners Club

– Interbank Card

Para la mayoría de las perso­nas, el verdadero propósito de las tarjetas es el de gastar más de lo que se gana. Su nombre debería llamarse Tarjeta de Endeuda­miento y deberían venir con una advertencia impresa más o menos así:

«¡ADVERTENCIA! El uso de esta tarjeta puede causar tensión en su matrimonio. Pudiera vol­verlo irritable. Pudiera provocar depresión severa. Pudiera costarle su oportunidad de empleo. Pu­diera convertirlo en un esclavo para siempre. La consecuencia de usar esta tarjeta pudiera ocasio­narle en el futuro, un cambio drástico en su estilo de vida».

¿Por qué será que los que ofrecen crédito fácil evitan usar la palabra endeudamiento en sus anuncios? ¿Por qué dejan fuera los adjetivos comúnmente usados para indicar deuda en la descrip­ción del nuevo estado en que en­tra uno cuando pide dinero pres­tado? Me di cuenta del por qué cuando busqué en un diccionario de sinónimos los adjetivos bajo la palabra deuda:

Endeudado; obligado, gravado, ser o hacerse responsable de, en deuda, en circunstancias embara­zosas; en dificultades; abrumado, involucrado, envuelto en deuda, sumido en deuda; hundido en deuda; profundamente compro­metido; ante un obstáculo, con déficit, fuertemente atado; insol­vente; menos, con pérdida; no pagado; vencido, empeñarse, entramparse.

¿Se sintió incómodo cuando leyó esta lista? ¿Notó los aspec­tos negativos de cada palabra y frase para describir el endeuda­miento? No debemos entonces extrañarnos que Dios nos mande a no caer en deuda. Hay por lo menos tres buenas razones:

Primero, el endeudamiento viola el mandamiento de Dios para nuestras vidas. «No tengas deudas con nadie … » (Rom. 13:8 V.P.). La orden es bien clara: «¡NO TENGAS!» Esto, por su­puesto, no es muy fácil de cum­plir. Pero la Biblia ofrece un ca­mino definitivo para evitar la trampa: «¡vivan con lo que ga­nan!» (Luc. 3: 14). Los indivi­duos que yo conozco que han ca­ído en la trampa del endeudamiento tomaron exactamente ese camino; gastaron más de sus in­gresos. Violaron el mandamiento de conformarse con su sueldo y fueron más allá de su límite. El Talmud nos da un consejo muy sabio en este sentido: «¡Un hom­bre debiera siempre comer y be­ber menos de lo que sus medios le permiten; vestirse de acuerdo a sus medios y honrar a su esposa y a sus hijos más allá de sus me­dios! «

Segundo, el endeudamiento es costoso. ¿Por qué hay tantas personas ciegas a la trampa del crédito fácil? Porque no calculan el costo. La mayoría de las parejas que vienen buscando consejo han estado casadas unos pocos años. Además de una suma considera­ble de la hipoteca de la casa, de­ben, en artículos de consumo, alrededor de diez mil dólares. Para llegar a esa suma tuvieron que haber comprado algunos ar­tefactos para la casa, o tuvieron que haber usado una variedad de tarjetas de crédito en una forma constante y gastar más allá de sus medios en cosas como vacacio­nes, regalos de Navidad, repara­ción de automóviles y algunas promociones muy difíciles de de­jar pasar.

¿Se da cuenta de lo que una deuda de $10,000 significa? A un interés del 18 por ciento (es ma­yor en algunos países) eso signi­fica intereses de $150.00 por mes. Para cancelar la deuda en cuatro años, se requieren 48 pa­gos mensuales de $293.75 cada uno.

¿Comprende la dificultad de exprimir esa cantidad mensual de un presupuesto ya comprome­tido?

Tercero, se pierde la libertad. «El rico se enseñorea de los po­bres, y el que toma prestado es siervo del que presta» (Prov. 22: 7). La persona endeudada está cautiva de sus acreedores. Una porción de su salario está com­prometida a cancelar la deuda. Ya no hay elección de cómo gastar su dinero. Una parte de sus pertenencias están obligadas para asegurar el pago; la venta de estas pertenencias no es po­sible sin el permiso de los acree­dores, y eso por lo general no sucede hasta que la deuda haya sido pagada totalmente; y si se diera el caso de obtener libertad para hacerlo, la venta de la propiedad hipotecada muy rara vez produce lo suficiente para cance­lar la deuda.

Así que una buena regla para hacer un préstamo es la siguien­te: Nunca pida prestado para comprar artículos que se depre­cian. Cosas como autos, muebles, artefactos, botes y artículos de lujo no deben comprarse si no hay dinero disponible para pagar al contado.

Lo que debe saber con respecto al gastar

La cuarta área de nuestro estu­dio es sobre lo que se gasta. La Biblia dice que todas las cosas de­ben hacerse con decencia y or­den. Eso no se puede lograr sin un plan escrito de los gastos. Cualquiera que intente ordenar su vida económica sin un presu­puesto es como una persona que intenta llegar a su destino en una ciudad desconocida sin un mapa o sin direcciones. Las frustracio­nes y el desperdicio de una jorna­da así son fáciles de imaginar.

Malcolm MacGregor, autor de Your Money Matters* (Su Dine­ro es Importante) dice que cada mes que pasa sin apegarse a un presupuesto se desperdician entre $ 50 a $ 175. Mi esposa y yo que hemos vivido dentro de un presu­puesto todos los 26 años de nuestro matrimonio, lo sabemos. Sin embargo, creemos que si planea­mos bien nuestros gastos y obtenemos todos los datos con res­pecto a lo que pensamos com­prar podemos ahorrar aún más de lo que dice MacGregor.

Un presupuesto nos ha permi­tido dar un golpe de muerte a las compras impulsivas aún cuando los baratillos sean «demasiado buenos como para dejarlos pa­sar». «No está en el presupuesto» No hay razón para discutirlo; no lo podemos comprar. Nuestro presupuesto no cuadrará si lo compramos ahora, así que …

De los cientos de personas que han venido buscando ayuda para sus problemas económicos, nin­guna de ellas me ha dicho que te­nía un plan escrito para sus gas­tos. La falta de un presupuesto es una de las razones mayores por la cual las personas son arras­tradas a gastar más de lo permiti­do y a caer gradualmente en la trampa del endeudamiento.

Además, muchos otros no al­canzan sus metas en el ahorro y en el dar por las fugas en los gas­tos. La única manera efectiva que conozco para terminar con esas fugas es un presupuesto. Si no sa­be cómo comenzar a planear sus gastos, los capítulos 5 y 6 de mi libro You Can Beat the Money Squeeze presentan un plan muy sencillo para empezar. Otro libro que recomiendo es el de Malcolm MacGregor Financial Planning Guide For Your Money Matters.

Si ya tiene un presupuesto, manténgalo. Si no, comience uno. Hay ganancia cuando se planea y problemas en la demora.

Lo que debe saber en las decisiones económicas

El área cinco donde necesita­mos conocer todos los detalles es cuando vamos a hacer una deci­sión que involucre una cantidad mayor de dinero. ¿Ha notado cuán expresivas se ponen las per­sonas cuando acaban de hacer un gasto muy grande? He visto a pa­rejas que parecen estar en las nu­bes poco tiempo después de ha­berse comprometido a hacer 48 pagos mensuales de $200 cada uno por un automóvil que en rea­lidad no pueden permitirse el lu­jo de tener. La razón de su ale­gría momentánea es porque no conocen todos los hechos.

La Biblia dice: «Bienaventura­do el varón que no anduvo en consejo de malos» (Salmo 1). Sin embargo, la mayoría de los cris­tianos reciben su consejo econó­mico de la televisión, del periódi­co o de los «expertos» en el tra­bajo. Si su consejo viene de estas fuentes, no espere ser bendecido.

Antes de hacer una decisión grande en cuanto a lo económi­co, busque el consejo de hombres de Dios. Para eso obtenga todos los detalles con respecto a lo que quiere comprar. Algunas perso­nas que han buscado mi consejo casi me han gritado cuando des­cubren que la casa que quieren comprar está muy por encima de sus medios. Es mejor enfrentarse a la realidad entonces que a la ingenuidad de una joven mos­trando fotos de su casa a sus ami­gas y exclamando con nerviosis­mo: «{Después sabremos si po­demos permitirnos el gasto!»

Permítame darle dos ejemplos de personas que obtuvieron toda la información necesaria antes de hacer una decisión grande.

Una viuda en mi congrega­ción vino buscando mi consejo. Alguien le había hecho una ofer­ta para comprarle cierta propiedad suya y ella se inclinaba a aceptarla, debido a que la canti­dad que le ofrecían le parecía bastante atractiva y el corredor de bienes raíces estaba listo para cerrar el trato.

Sin embargo, antes de hacerlo, otro corredor le ofreció $500 más que el primero. La primera oferta había venido de un buen amigo de su difunto esposo y eso la confundió. Por eso decidió lla­marme.

Mi consejo fue sencillo. Obten­ga todos los datos. Busque a un perito que valore la propiedad (le sugerí el nombre de uno) y pá­guele por sus servicios. Investigue el valor de las propiedades alrede­dor de la suya según las ventas que se hayan hecho. Eso le dará una idea de lo que vale su propie­dad.

Ella lo hizo y se dio cuenta que valía $3.000 más que la oferta más alta. Se la ofreció al primer hombre por su valor real y obtuvo la cantidad justa.

Afortunadamente mi amiga no hizo su decisión sin antes tener todos los datos reales.

El segundo ejemplo es algo que me sucedió con un vendedor de material aislante. Con mi per­miso me mostró que el aisla­miento que tenía el desván de mi casa no era suficiente. Me aconse­jó que, sumándole cierto material al ya existente, me ahorraría el 20 por ciento del gasto de gas y de electricidad. Además, podría deducir de mis impuestos sobre la renta el 15 por ciento del costo total.

Recordé lo que dice Salomón: «El imprudente cree todo lo que le dicen; el prudente se fija por dónde anda» (Prov. 14:15 V.P.); así que decidí informarme mejor y consulté con el departamento de conservación de energía de mi ciudad quienes confirmaron que en realidad necesitaba más aislan­te en mi casa, pero sus cálculos eran del 10 por ciento de ahorro de energía en vez de 20 por cien­to. Me acordé de otro proverbio que dice: «Cuando no hay consulta, los planes fracasan; el éxito depende de los muchos conseje­ros» (Prov. 15 :22 V.P.), y bus­qué más información. Un espe­cialista de la compañía de elec­tricidad me dijo que se había comprobado un 10 por ciento de ahorro de energía con ese mate­rial.

Mi contador confirmó que era posible deducir el 15 por ciento del costo de mis impuestos. Compré el material y en cinco años mis ahorros en el gasto de gas y de electricidad fueron ma­yores de 10 que había invertido en el material aislante. Esa es una inversión con sentido que me traerá beneficios mientras viva en esa casa.

¿Qué puedo hacer yo?

En muy raras ocasiones las personas que vienen buscando mi consejo saben todo con respecto a su situación. No se han tomado la molestia de escribir todos los recursos con los que cuentan, ni tampoco se preocupan por saber todo lo que deben. Sin embargo, tenemos que comenzar desde donde estemos, con lo que uno tiene y haciendo lo que uno pue­de.

Una ilustración de este prin­cipio la encontramos en el Anti­guo Testamento, en 2 Reyes 4. Una viuda estaba siendo presio­nada para pagar las deudas de su marido. El precio era pagar in­mediatamente o perder a sus dos hijos como esclavos (cómo han cambiado las cosas).

La angustiada mujer vino a Eliseo con una pregunta muy clara: «¿Qué puedo hacer?» La respuesta de Eliseo fue asesorar la situación con otra pregunta:

«Dime qué tienes en casa» (2 Rey. 4:2 V.P.).

En esta situación, igual que con la alimentación de los cinco mil, Dios multiplicó lo que había a mano para llenar la necesidad, pagando la deuda y alimentando a la multitud.

¿Tiene Ud. problemas econó­micos? ¿Los quiere solucionar? Obtenga todos los datos. ¿Qué es lo que debe? ¿Qué es lo que tiene? ¿Cuáles son sus ingresos? ¿Qué alternativas tiene para aumentar sus ingresos? ¿Qué al­ternativas ha buscado de sus a­creedores? ¿Qué gastos se pue­den cortar?

La Biblia nos da mucho áni­mo cuando buscamos conocer todos los elementos. Santiago 5 dice: «Pero si alguno de voso­tros tiene falta de sabiduría, que la pida a Dios, el cual da a todos los hombres abundantemente y sin reproche, y le será dada».

George Fooshee, es graduado de la Universidad Southern Metho­dist y tiene una Maestría en Administración de Empresas de la Universidad de Harvard. Es pre­sidente de una agencia de cobros en Wichita, Kansas, EE. UU., y es autor de dos libros: «You Can Be Financially Free» (Tú Puedes Ser Económicamente Libre) y «You Can Beat the Money Squeeze» (Tú Puedes Vencer la Presión Económica).

Reproducido de la Revista Vino Nuevo Vol. 3 Nº 11 febrero 1981 / Usado con permiso /

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