OPINIÓN

Martin Luther King: El gran hombre

Supo unir, con una armonía sin fisuras, el mensaje bíblico con las situaciones políticas y económicas de la sociedad, manteniendo hasta la muerte un ritmo frenético de actividad.

Máximo García Ruiz  / Teólogo español /Actualidad Evangélica /

Este artículo es el primero de una serie titulada “Figuras cristianas del siglo XX”, dedicada a Martin Luther King Jr, extracto de una conferencia pronunciada por el escritor y teólogo bautista, Máximo García Ruiz, en 1999, en la Universidad de Deusto. Esta serie fue publicada completa con permiso del autor en Actualidad Evangélica en 2018.

 Martin Luther King  (MLK) (1929-1968) era un hombre libre en un país y en una época en la que, por el sólo hecho de ser negro se nacía condenado a vivir sometido y discriminado.

Fue uno de esos hombres que nacen con luz propia y que, por no se sabe qué extrañas razones, no superan nunca los cuarenta años. Una de esas estrellas fugaces que, a pesar de ser tan efímera su vida, son capaces de dejar una estela imborrable.

Personalmente abrigo serias dudas de si debería dar prioridad en mi intervención a su biografía, y narrar la épica de las MARCHAS: Washington, Atlanta, Montgomery, Albany, Birmighan, Selma, Chicago, New York, Memphis, Los Ángeles, o dar prioridad a las motivaciones que le impulsaron, es decir, su condición de cristiano comprometido y de pacifista convencido.

Porque, al acercarnos a la biografía de MLK nos damos cuenta de que este hombre no es tan solo un negro enganchado por el problema racial. MLK va mucho más allá del problema negro.

De la Biblia aprende que todos los hombres han sido creados a imagen y semejanza de Dios. Y este convencimiento le hace comprometerse en la defensa de la dignidad de todos los seres humanos, sin detenerse en ningún tipo de distinciones. Por ello, para entender a MLK hay que resaltar el impulso cristiano y bíblico que le motiva. No es un hombre obsesionado por el problema racial; le preocupan otros problemas importantes como la guerra y la paz, la bomba atómica, el subdesarrollo, el papel de la ciencia y la técnica, el materialismo, la economía social…

Libros como “Por qué no podemos esperar” o “La fuerza de amar”, este último una recopilación de sermones predicados en las iglesias que pastoreó durante el boicot a los autobuses en Montgomery, algunos de ellos escritos en la cárcel, muestran la imagen de un hombre capaz de soñar y de poner su propia vida en la conquista de los sueños.

Visita a la India (1959). MLK presenta una ofrenda floral sobre la tumba de Gandhi. “A otros países tal vez vaya yo como turista, pero a la India vengo como peregrino”, diría.

En 1959 viaja a la India. Se entrevistó con discípulos directos de Mahatma Gandhi (1869-1948) y con el Primer Ministro Nehru (1889-1964). “A otros países tal vez vaya yo como turista, pero a la India vengo como peregrino”. Se siente cautivado por Gandhi, de quien aprende el camino de la no violencia como única vía para encauzar su lucha en pro de la libertad. De Gandhi aprendió a resistir con amor en lugar de odio. Gandhi le ofreció una estrategia práctica que no abandonaría jamás.

No se trata de una pasividad irresponsable, como bien dejó sentado MLK; lo suyo no fue un pacifismo sumiso, sino una valerosa confrontación con un sistema social injusto, movido por la fuerza del amor; se trataba de estar comprometido radicalmente contra el mal.

El discurso de MLK, del que extraemos algunas frases, en el inicio de esta resistencia no violenta fue determinante para sentar las bases del movimiento:

«Nuestro sistema» -proclama convencido- «será el de la persuasión, no el de la coacción. Sólo diremos a las personas: Que tu conciencia sea tu guía. Acentuando el amor de la doctrina cristiana, nuestras acciones deben guiarse por los más profundos principios de nuestra fe cristiana. El amor debe ser nuestro ideal regulador… Si nos olvidamos de obrar de esta forma, nuestra protesta finalizará como un drama sin motivo en las páginas de la historia… A pesar de los malos tratos que hemos sufrido, no debemos ser rencorosos… acabando por odiar a nuestros hermanos blancos».

De los filósofos cristianos, especialmente de W. Rauschenbusch, con su “Christianity and the Social Crisis” (Evangelio Social), aprenderá la importancia de predicar y vivir un evangelio integral.

Pero, además, en el terreno de las influencias recibidas, no podemos olvidar que MLK era un cristiano con apellido: era pastor, y era bautista. Esto quiere decir que se movía dentro de la corriente de la Reforma Radical, que no solamente consiguió reconducir la Reforma Magisterial de Lutero, de Zwinglio y de Calvino hasta el compromiso social y el congregacionalismo eclesial, sino que elevó a su mayor nivel el concepto de la dignidad personal y la libertad de conciencia.

En el principio del amor cristiano encontró MLK la fuerza y el coraje para luchar. “Pronto me di cuenta de que la doctrina del amor cristiano, operando a través del método de Gandhi de la no violencia, era una de las más potentes armas de que disponían los negros en su lucha por la libertad…” (VL, 102).

Supo unir, con una armonía sin fisuras, el mensaje bíblico con las situaciones políticas y económicas de la sociedad, manteniendo hasta la muerte un ritmo frenético de actividad. Sus biógrafos señalan que durante algún tiempo dormía únicamente cuatro horas cada noche, y podía quedarse dos o tres días sin acostarse.

(Los comentarios, artículos de opinión, de testimonio o de formación espiritual, así como las informaciones que reproducimos de otros medios, sean noticias o debates, son propios de las personas que los escriben y no necesariamente representan el pensamiento de este medio).

 

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