OPINIÓN

Lisonjas veneno en la iglesia

“…nunca usamos de palabras lisonjeras”: Apóstol Pablo.

Dr. Alex Alvarado Peterson / Articulista / Gráfica: Definición / Fines ilustrativos /

Como recordará el apóstol Pablo recibe una visión donde se le pide que visite la región de lo que hoy llamamos Europa. Es por eso por lo que lo encontramos en ciudades griegas junto a Timoteo, Silas y Lucas.

El enorme desafío era presentar el evangelio de Jesucristo en territorio pagano, aunque bajo gobierno de Roma, dominado por la cultura griega, lleno de mitologías y de seguidores de filósofos como Pitágoras, Sócrates, Platón, Aristóteles. Esto resulta intimidante para cualquiera. No en vano escribiría: «Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor».

Pablo tiene en su mano utilizar recursos propios de la cultura griega como la argumentación filosófica, el discurso que acaricia los oídos de su público o las lisonjas.  Pero no cayó en esa tentación. Él tenía un mensaje celestial y no se rebajaría a esas artimañas. Así que fue fiel a su llamado:

«…cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría».

«…y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder».

«pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre,porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones».

«Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo; ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros…».

Como podemos observar, la evidencia es abrumadora de que hay formas legítimas e ilegítimas de hacer la obra de Dios.

Por ejemplo, las lisonjas son veneno que nunca deberíamos utilizar. Pablo afirma: «nunca usamos de palabras lisonjeras».

Lisonja es la alabanza exagerada y generalmente con otros intereses, que hace una persona para conseguir un favor o ganar su voluntad. Es un arma muy efectiva para manipular.

Lisonja también puede significar un halago desmesurado o adulación que se hace para robar lealtades. El adulador sabe que esa alabanza es exagerada y desproporcional.

De alguna forma todos somos propensos a ser manipulados por la lisonja. Es una debilidad humana. Ante la adulación nuestro cerebro genera las ya famosas hormonas de la felicidad y recibimos una inyección de placer emocional.

El reconocimiento es una de las necesidades del ser humano. El elogio adecuado y con equilibrio es saludable. Todos necesitamos una palabra de aliento y saber que lo hicimos bien.

«Cuando nos encontremos, quiero alentarlos en la fe pero también me gustaría recibir aliento de la fe de ustedes». Romanos 1:12 NTV

Como pastor, agradezco el gesto de alguien que me manifiesta ser bendecido por la predicación. Incluso, a veces lo necesito con urgencia, cuando no he quedado muy contento conmigo mismo después de una disertación. También me alienta que alguien manifieste reconocimiento y agradezca por el trabajo que hacemos por ellos.

Al mismo tiempo, debo cuidarme de los aduladores. 

Desde hace algunos años la Iglesia del Señor se ha llenado de líderes aduladores y lisonjeros. El liderazgo manipulador, está usando las lisonjas para robar el corazón de la gente. Eso va desde alguien que manifiesta un espíritu como el de Absalón, hasta el mismo pastor que lo utiliza como forma de control sobre las almas.

Abundan líderes ministeriales,  locutores y pastores radiofónicos, que utilizan palabras como, por ejemplo: «tú eres muy especial», «veo que vienen cosas grandes para tu vida», «serás grandiosa», «eres un crack». (persona destacada en cualquier especialidad, con gran calidad y extraordinarias facultades, por tanto, ser un crack significa ser un genio, un superdotado o fuera de serie).

Y entre otras frases: «Te veo triunfando», «irás por las naciones». «Tú harás esto, tendrás esto y tú serás aquello». «Si te pasas a mi iglesia serás mucho más que en la que estás».

Es frecuente que algunos líderes lisonjeros utilicen diminutivos del nombre para referirse a las personas.

Así Pedrito, Pablito, Cecilita, esto los coloca en una posición de superioridad, casi paternal, que les facilita la manipulación.

Cabe distinguir de aquellas excepciones en las que de forma colectiva un grupo de la comunidad se refiere a una hermana con cariño como, por ejemplo: Martita. Ese no es el caso.  Más bien me refiero a ese líder de emisora o pastor que acostumbra a utilizar diminutivos como parte de su adulación.

El lisonjero se presenta como una persona bien intencionada, que quiere el bien de su víctima, pero tarde o temprano saldrá a la luz su verdadera intención de ganar poder sobre la gente, recibir admiración y lealtad enfermiza y aprovecharse de las personas.  Así lo manifiesta Judas en su carta:

«Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho».

El lisonjero va escalando posiciones en la iglesia, utilizando herramientas ilegítimas y demoniacas. Sabe decirle a su superior lo que quiere oír. Luego le traiciona y sigue escalando.

Pablo escribiendo a los creyentes de Roma las describe así:

«Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos».

La adulación y la lisonja son métodos carnales utilizados por falsos líderes para lograr lo que no pueden de forma legítima.

La iglesia que tolera esto, lo termina incorporando a su ADN, y produce una cultura de iglesia enferma, cautiva, en oscuridad y un liderazgo tóxico.

Mientras que el liderazgo de servicio y de integridad verá la bendición de Dios, como lo escribe Pablo a los tesalonicenses:

«Porque nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño, sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones».

El veneno de la lisonja lo corrompe todo. Los dones espirituales no escapan a esa corrupción. Los predicadores lisonjeros encuentran terreno fértil en las palabras de sabiduría, profecía, ciencia, etc. Y los ingenuos serán sus víctimas.

Notemos las palabras de Dios en el libro de Jeremías:

«Dice Jehová: He aquí que yo estoy contra los profetas que endulzan sus lenguas y dicen: Él ha dicho.  He aquí, dice Jehová, yo estoy contra los que profetizan sueños mentirosos, y los cuentan, y hacen errar a mi pueblo con sus mentiras y con sus lisonjas, y yo no los envié ni les mandé; y ningún provecho hicieron a este pueblo, dice Jehová».

En su segunda carta Pedro nos advierte de los lisonjeros de los últimos tiempos:

«…y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme».

 El liderazgo genuino concentra su esfuerzo en servir, ayudar, levantar y desarrollar las personas a su cargo con el fin de glorificar a Dios. Aunque tenga metas elevadas, no sacrifica sus valores para alcanzarlas.

«Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad». 2 Timoteo 2:15

Entonces esto dijo el Señor:

«Si cambias y regresas a mí, yo te restauraré y estarás ante mi presencia. Si dejas de hablar bobadas y dices lo que en realidad tiene valor, entonces tú serás quien hable por mí. Son ellos los que tienen que volverse a ti y no tú quien tiene que volverse a ellos». Jeremías 15:19.

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