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Teofobia política

Dr. Carlos Araya Guillén   /          

Se sabe que la teofóbia es un miedo irracional (si se quiere patológico) a los dioses e incluso a cualquier manifestación de naturaleza religiosa.

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Por ejemplo, un teofóbico ciudadano del imperio romano la hubiera emprendido contra Febo, Juno, Marte, Vulcano y   Baco, hijo de Júpiter y la humana Semele, a pesar de ser amado por su exquisito vino Dionisiaco.  Ninguna divinidad mitológica ni cristiana escapa al odio de los teófobos.

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Por su “metus” contra los dioses las personas que padecen de teofobia sienten aversión hacia todo aquello que tenga que ver con la religión ya sea monoteísta o politeísta.

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En su conducta cotidiana se niegan a aceptar la presencia de Dios en el acontecer de la vida humana. Mucho menos en la actividad política como un camino de orientación en la toma de decisiones.

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Es tal su “pánico” que la emprenden contra todos aquellos que fortalecen su fe con la creencia en un ser supremo creador, por el poder de la palabra, de los cielos y la tierra. Los creyentes son sus adversarios y enemigos.

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Por eso repudian a los cristianos y se burlan, se mofan y hacen escarnio con palabras groseras, afiches, grafitis, comentarios en las redes sociales y todo tipo señales ofensivas contra todos aquellos que viven la experiencia sublime de morar bajo la sombra del Altísimo.

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Los Zeusofóbicos (como también se les llama) son persistentes en su ataque a las iglesias, pastores, sacerdotes, monjas, líderes políticos cristianos, predicadores, etc.

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Cuando un creyente incursiona en la actividad política con liderazgo y posibilidades de éxito lo primero que descubre es que sus enemigos más inmediatos no son los militantes y dirigentes de otros partidos, sino los teofóbicos que apoyan a determinada organización política. Aborrecen su candidatura, lo odian, lo insultan y lo zahieren con mil acusaciones falsas.

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Sin embargo, no hay que confundir la “teofobia” con el “temor a Dios” que es muy propio de los fieles como una actitud de reverencia y respeto al Todopoderoso. La misma palabra de Dios enseña que “El Señor cuida de los que le temen, de los que esperan en su gran amor” (Salmo 33:18). “El principio de la sabiduría es el temor del Señor; buen juicio demuestran quienes cumplen sus preceptos…” (Salmo 111:10)

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Conviene recordar que la opción política es un camino de la fe cristiana. Pero de aquella política entendida como un arte de sin igual nobleza. Bien dice el investigador de la CEPAP, Antonio Pérez Esclarín: “ Es un arte difícil porque supone superar esa práctica habitual que ha degradado la política a mera politiquería, a retórica, negocio o espectáculo;  que utiliza el poder para lucrarse y aprovecharse de él, poder para  dominar y servirse del Estado y de los demás. La política auténtica entiende y asume el poder como un medio esencial para servir, para buscar, más allá de las aspiraciones individualistas o de grupo, el bien de toda la sociedad”. 

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Por eso, la dignidad de la política para un cristiano está en la participación de todos aquellos hombres de buena voluntad que aman la solidaridad, el bien común, la democracia y la libertad. Sin ignorar que la “palabra de la cruz es locura para los que no creen, más para los que creen es potencia de Dios”. (1 Corintios 1:18).

 

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