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Mientras los políticos pelean por la ayuda, los pacientes en Venezuela mueren sin ella

 Un día, la familia Casique viajaba apretada en una motocicleta hacia la escuela: la madre, un hijo y Nora, la hija de 8 años. En un abrir y cerrar de ojos, un camión los arrolló.

El accidente mandó a la familia al hospital… y condenó al padre, Israel Cacique, a buscar en todas las farmacias y el mercado negro, o viajar a Colombia, en una búsqueda interminable por los medicamentos y suministros necesarios para que ellos puedan sobrevivir, pues en su país el sistema de salud está colapsado y los hospitales carecen hasta de artículos esenciales como jabón y alcohol.

La llegada de las donaciones estadounidenses de alimentos y suministros médicos a la frontera entre Colombia y Venezuela a principios de febrero prometía ser un salvavidas para la familia Casique y para decenas de otros pacientes en condiciones críticas o con enfermedades crónicas graves que fueron entrevistados la semana pasada por The New York Times.

No obstante, la entrega de la ayuda ha quedado en el centro de una confrontación política creciente entre el presidente Nicolás Maduro y la oposición del país, y el punto muerto ha mantenido los suministros detenidos en un almacén aduanal en la ciudad fronteriza de Cúcuta, en Colombia, durante casi dos semanas.

Los pacientes con enfermedades crónicas en Venezuela afirman que el teatro político alrededor de la ayuda ha eclipsado sus necesidades con consecuencias catastróficas.

Alejandra Urquiola carga a su bebé mientras su pareja, Yonathan Graterol, observa cómo los médicos atienden a su hijo de un año, Yosneider.

A Samuel Hernández, de 10 años, le amputaron el brazo después de que fue electrocutado al intentar arreglar cables eléctricos en su casa durante un apagón. Los médicos no pueden operarlo porque no cuentan con todos los medicamentos ni los suministros necesarios: “[El gobierno] está tratando de tapar el sol con un dedo al fingir que no necesitamos esa ayuda”, dijo Marycarmen Ochoa, madre de Samuel.

En el ala pediátrica del Hospital Central de San Cristóbal, las madres desesperadas recorren los pasillos con listas de los medicamentos agotados que necesitan para las operaciones de sus hijos. Otras se sientan en un letargo impotente cerca de la sala de cuidados intensivos, donde sus bebés están en soporte vital y batallan contra enfermedades bacterianas evitables.

Irianny Baute Marín, una bebé de 2 meses con bronquitis, recibe tratamiento respiratorio de un dispositivo parchado con cinta adhesiva. Sus padres tuvieron que enviar a alguien a Colombia para conseguir los antibióticos que necesita, porque no están disponibles en Venezuela.

“Siento mucha angustia y desesperación”, dijo su madre, Irene Marín, de 21 años. “Yo la veo tan inocente”.

Muchas otras familias que no tienen acceso a dinero en efectivo para adquirir suministros importados consideran que la ayuda humanitaria retenida es su última oportunidad para salvar a sus hijos.

“Por favor, que la dejen pasar, en verdad la necesitamos”, dijo Yuritza Montero, abuela de un niño de un mes de nacido que padece una infección bacteriana, mientras contenía las lágrimas. “Sé que esta ayuda puede salvar vidas”.

Sobre el muro, un cartel escrito a mano dice: “La salud no tiene afiliación política”.

[Lee lo que los venezolanos cuentan sobre sus expectativas para el futuro del país]

Maduro ha negado que exista una crisis humanitaria en Venezuela. El 19 de febrero aseguró que el país está en condiciones para exportar medicamentos. Describió la ayuda estadounidense como un caballo de Troya cuyo propósito es derrocar a su gobierno, y mantiene un bloqueo del puente entre Venezuela y Cúcuta con barricadas y soldados.

Al otro lado del puente, los líderes de la oposición venezolana, junto con sus anfitriones colombianos, han descrito la entrega de esta ayuda como parte de un plan para sacar a Maduro. Ellos buscan eliminar el control de Maduro sobre el reparto de los medicamentos y la comida, una de las herramientas que ha utilizado para garantizar la lealtad. Los opositores también esperan que las fuerzas armadas venezolanas, pilar clave de apoyo a Maduro, se ponga en su contra si se ven obligadas a interferir entre el pueblo y los suministros de emergencia.

Para ello cuentan con el respaldo firme de Estados Unidos. El presidente de ese país, Donald Trump, advirtió el 19 de febrero a los militares venezolanos que si seguían impidiendo que la ayuda entre a Venezuela “perderían todo”.

Juan Guadó, líder de la oposición que se juramentó presidente encargado y ha sido reconocido por Estados Unidos y aproximadamente cincuenta gobiernos más, ha prometido que los convoyes pasarán a partir de este sábado y ya viajó a la frontera con Cúcuta para supervisar esa situación.

Artistas de pop latino, incluyendo a Maluma y Juanes, se presentarán este viernes en Cúcuta para un concierto en vivo, Venezuela Live Aid, organizado con algo de premura. El gobierno venezolano montará su propio espectáculo al otro lado de la frontera.

A medida que escala el teatro político en la frontera, algunos líderes de la oposición han reconocido que no se está haciendo lo suficiente para garantizar el paso de los suministros y que lleguen a las manos de la gente necesitada.

“El reto es tener en mente las necesidades humanas mientras se da esta lucha política”, dijo Feliciano Reyes, director de Acción Solidaria, una organización sin fines de lucro que importa pequeñas cantidades de medicamentos donados y los distribuye directamente a pacientes y médicos.

Aurelio Galán, funcionario de educación de San Cristóbal, se trasladó el pasado 16 de febrero, en un exhaustivo viaje por caminos sinuosos y montañosos cuando hacía un calor abrasador, hasta Cúcuta para ser parte de una manifestación que exigió el paso de los suministros médicos. Luz Marina, esposa de Aurelio, estaba a su lado, aferrada a una bolsa de plástico de solución para diálisis; tuvo que comprar la bolsa en Colombia, pues la clínica gubernamental a la que acude dejó de proveerla desde enero.

El suministro de una semana equivale a un mes completo del salario de Aurelio. Él aseguró que pronto ya no podrá comprarlos.

“Se trata de un espectáculo político por donde se le vea”, dijo Aurelio, de 53 años. “Si quisieran, ya habrían dejado pasar la ayuda”.

 Bolsas de ayuda humanitaria destinadas para las familias necesitadas de Venezuela en una bodega del lado colombiano del puente fronterizo.

Al igual que muchos otros pacientes de diálisis y sus familias, los Galán supieron por las redes sociales y la televisión local que los contenedores de ayuda en Cúcuta tienen materiales para diálisis, así como medicamentos para la hipertensión y la diabetes, que también necesitan los pacientes de enfermedades del riñón.

En el mitin de Cúcuta del 16 de febrero, los portavoces de la oposición aumentaron las expectativas.

“Vamos a traer los medicamentos a Venezuela, los materiales médicos y la libertad”, aseguró Gonzalo Ruiz, médico venezolano y organizador del grupo activista Coalición Ayuda y Libertad Venezuela.

El depósito de ayuda en Cúcuta mostraba un panorama muy distinto.

Desde el 7 de febrero, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) ha llevado aproximadamente 190 toneladas de ayuda a Cúcuta. La mayoría son alimentos.

La cantidad inicial de medicamentos en el almacén es demasiado reducida como para tener un impacto significativo, comentó Manuel Olivares, líder de la oposición a cargo de organizar la ayuda médica. No se espera que lleguen kits para hemodiálisis en el futuro cercano.

“No podemos fingir que esto resolverá todos los problemas de golpe”, dijo.

Organizaciones internacionales de asistencia como la Cruz Roja, así como decenas de grupos de asistencia médica de menor tamaño que trabajan en Venezuela, temen que el enfrentamiento político ponga en riesgo su trabajo en el país. Aunque Caritas, grupo asistencial católico, dijo el 21 de febrero que apoyará a la oposición en su intento de llevar la ayuda a Venezuela.

El 15 de febrero, la policía hizo una redada y confiscó medicamentos de la Fundación Mavid, una organización civil pequeña que ha distribuido medicamentos para el VIH en la ciudad venezolana de Valencia durante años.

Los críticos de la estrategia opositora para la ayuda han preguntado por qué ellos y sus aliados colombianos no han distribuido de una vez los suministros almacenados a los miles de venezolanos en problemas que han buscado refugio en Cúcuta o qué los detiene de permitir que los venezolanos crucen directamente hacia Colombia para recoger la ayuda.

A algunos trabajadores humanitarios les preocupa que los deseos de la oposición de derrocar a Maduro estén rebasando las necesidades de ayuda.

“Una parte trata de ganar puntos políticos mientras que la otra busca no perderlos”, comentó Deixol Saavedra, migrante venezolano que pidió comida en la bodega de ayuda en Cúcuta en enero. “Lo que les importa es el poder”.

Aunque Saavedra, al igual que la mayoría de los venezolanos en la región y que los pacientes crónicos que entrevistó el Times, culpa en gran medida a Maduro por el bloqueo de la ayuda. Denunciaron que al negar que hay una crisis condena a miles de ellos a la muerte.

Durante una sesión de diálisis en febrero, Steffany Villamizar, de 17 años, estaba sentada con un catéter en el cuello, rodeada de pacientes inflamados y moribundos. En la televisión, en un canal estatal, el presidente Maduro apareció mientras hacía un recorrido por una planta farmacéutica y reía junto con ministros de su gabinete.

“Para ellos todo era muy normal”, dijo, “Me enfureció”.

 

 

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