OPINIÓN

Los cristofóbicos

Dr. Carlos Araya Guillén /  Educador /

 La cristofobia es una conducta de rechazo  hacia los cristianos como personas humanas y hacia todas  aquellas creencias y símbolos (crucifijos, imágenes, libros, cantos)  asociados a su fe espiritual.

También el término hace referencia a todos los actos de rechazo y activación cotidiana contra la figura religiosa de nuestro Señor Jesucristo como hijo de Dios y Salvador.

El sentimiento de animadversión  hacia la presencia del cristianismo no es nuevo.  En los tiempos bíblicos el Imperio Romano fue intolerante con los seguidores de Jesús. La nueva fe fue perseguida, discriminada y reprimida con odio y criminalidad. Los fieles de la Iglesia Cristiana Primitiva fueron vituperados, sacrificados, torturados y devorados por leones para el  divertimento de los emperadores y sus acólitos en el Coliseo (Amphitheatrum Flavium).

Por ejemplo, la cruel persecución de Dioclesiano en el año 303 que iluminado por su dios tutelar, el hijo de Saturno y Ops, asesinaba y quemaba cristianos para complacer al pagano olimpo. Se destruyeron iglesias, textos sagrados, escrituras  y se confiscaron bienes y propiedades.

En la actualidad en un significativo número de países se persigue, se humilla, se menosprecia y asesina a los cristianos. Tanto es así, que la organización internacional Puertas Abiertas  (no denominacional), que trabaja por el bienestar  de los cristianos en Asia, Africa y otros continentes, ha solicitado a las Naciones Unidas el respeto absoluto al derecho Internacional de creencia.

Mientras que en otras naciones, donde no se persigue a los cristianos, es frecuente observar, en manifestaciones públicas organizadas por grupos cristofóbicos, mantas, carteles,  letreros, imágenes y coloridas parodias burlescas del evangelio, sus principios, sus enseñanzas, su mensaje y su fe en el Cristo de la Biblia.

La incitación  al odio contra los cristianos es evidente. Los cristofóbicos no cesan de acusar a La Iglesia católica y la Iglesia evangélica de retrógradas. Para ellos los sacerdotes y pastores viven en las cavernas. Los feligreses  devotos en el oscurantismo de la Edad Media  (como dijo el único diputado electo por el FA) y las autoridades cristianas son inquisidoras y enemigas del progreso, el desarrollo y la modernidad.

Se olvidan los cristofóbicos que el odio, como decía el filósofo inglés David Hume (1711-1776) “es un sentimientos irreductible” que no permite el diálogo, la contrucción sana, el juicio crítico y la apuesta democrática por la verdad y el entendimiento.

Todo cristiano tiene derecho de expresar la luz de su fe (Lumen Fidei) y vivirla como norma de conducta durante toda su existencia. También tiene la  libertad   de predicar el mensaje de Buenas Nuevas para todos aquellos hombres (sin discriminación) que quieran prestar oídos y aceptarlo en su vida personal.

Muy bien saben los sacerdotes y pastores que la conversión de un cristofóbico a la fe del Cristo victorioso del Gólgota no es tarea humana sino una acción de gracia propia del Espíritu Santo, porque la salvación viene del amor misericordioso del Dios Padre que siempre perdona la debilidad humana y endereza hacia el bien nuestras acciones.

La figura de Jesús, a pesar de la burla de los cristófobicos,  es fuente de vida y verdad para los cristianos.  Su encarnación nos lleva a  testificar una fe que se hace realidad en su sentido comunitario cuando la defendemos y la predicamos. Por eso, los cristianos no estamos solos. Habitamos como hermanos al abrigo de Dios y moramos bajo la sombra del Omnipotente.  (Salmo 91:1). El Señor de Señores es nuestra roca, nuestra fuerza, nuestro escudo. (salmo 28:7).

 

 

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