OPINIÓN

¿La Iglesia debe oponerse y excluir el confinamiento del Covid-19?

Dr. Gerardo Soto Solano /

Tanto la OMS (organización Mundial de la Salud) y el CDC (Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos), han tenido en varias ocasiones que retractarse y ajustar a la baja sus modelos matemáticos sobre posibles muertes relacionadas al Covid 19.

Mientras que en febrero y marzo de 2020 hablaban de una catástrofe humana con millones de muertes, ahora la evidencia científica los ha hecho cambiar de criterio.

Por contraste con el tamaño de la población mundial, el desarrollo actual de la tecnología, la investigación y la medicina, la pandemia relacionada con el Covid 19 no puede compararse, ni de cerca, con otras pandemias históricas.

Veamos: La peste negra mató más de 50 millones de personas entre 1327-1347. La gripe española más de 50 millones en 1918. La plaga Justiniana del año 540 mató más de 25 millones, en su pico morían hasta 10 mil personas diarias en el imperio Bizantino.

Llama la atención, las palabras del 8 de Julio, del primer ministro francés Jean Castex: “Pero no vamos a imponer un confinamiento como el de marzo pasado, porque hemos aprendido (…) que las consecuencias económicas y humanas de un confinamiento total son desastrosas».

Después de 30 mil muertes en Francia por causa del coronavirus, su criterio es responsable al sopesarlo con el daño social y económico al país y sus ciudadanos.

Por ser la Iglesia una voz objetiva y comprometida con la verdad, por su amor al prójimo, respeto profundo por la vida y dignidad humana, sugiero que sean una fuerza heroica para romper con el deterioro social y económico que causan las injustificadas medidas restrictivas y confinamiento de las autoridades de gobierno, además advertir que estas produzcan conflictos políticos innecesarios que podrían afectar la paz social.

Cinco derechos y garantías constitucionales se podrían estar lesionando total o parcialmente, algunos son derechos humanos: derecho a la libertad de tránsito, derecho al trabajo, derecho a la libre expresión, derecho al ejercicio individual – corporativo de la libertad religiosa y el derecho a la salud.

Respecto al derecho al trabajo, la Iglesia es una comunidad corporativa formada por familias y miembros de todas las edades, también conformadas por empresarios, profesionales y personas que trabajan para llevar sustento a sus mesas, pagan sus deudas, hipotecas, servicios y realizan inversiones para una vida digna.

Las restricciones al derecho al trabajo están causando la pérdida de empleos, cierre de empresas y el rompimiento de cadenas de comercio y servicios, aumenta la pobreza, la enfermedad y el deterioro social, esto podría decantar en graves situaciones de violencia en el corto plazo, inclusive el rompimiento del orden constitucional.

No hay que olvidar que la Iglesia tiene un compromiso con sus feligreses y sus familias.

El derecho al acceso a la salud está siendo restringido. La sobreestimación de la hospitalización fue exagerada, inclusive en ciudades como New York, donde la pandemia ha sido seria, los investigadores de la Universidad de Washington proyectaron el uso de 58 mil camas y solo se usaron 15 mil, un 25% de lo presupuestado.

Qué no decir de hospitales vacíos e inexistentes hospitalizaciones en la mayoría de otros centros. Esto ha provocado la cancelación en la atención de ciudadanos con enfermedad crónica, a mediano plazo observaremos sus consecuencias.

La Iglesia ha sido responsable en esta pandemia protegiendo a sus integrantes y colaborando con las autoridades, inclusive cerrando totalmente los templos, aunque muchos son del criterio que, por el llamado de la Iglesia, fue un error haberlo permitido.

La Iglesia tiene un compromiso con los que sufren dolor, muerte, desempleo, pobreza, enfermedad. La libertad religiosa es un derecho humano único e irreductible, particular entre otros derechos, se ejerce de manera individual o corporativo, tan fundamental como la libre expresión por tanto merece atención especial, respeto y protección para ejercerse en completa libertad.

El cierre se debió limitar a la reunión corporativa. Duele ver miles de templos cerrados.

Hay que rectificar. “La iglesia nunca cierra”, lo tiene por mandato divino, voluntaria sujeción, solidaridad extrema y por amor y misericordia. Deben prevalecer el derecho y siempre será necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

(Las opiniones y comentarios, son propios de las personas que los escriben y no necesariamente representan el pensamiento de este medio).

 

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