OPINIÓN

La ideología de género es una dictadura no científica

Dr. Carlos Araya Guillén / Educador y Filósofo /

La ideología de género es una dictadura de pensamiento. No admite ningún tipo de oposición. Sus planteamientos son absolutos e inequívocos y sus principios doctrinarios son incontestables e irrefutables. Nadie puede oponerse a sus  desviados “designios”.

Cuestionar sus dudosos contenidos es ofender a sus mentores. Examinar sus reglas heurísticas para encontrar y formular otras alternativas constituye una ofensa a la “veracidad” de sus supuestos.

Por ejemplo, su doctrina de que ser hombre o mujer nada tiene que ver con mi realidad biológica, sino con un alambicado tejido de construcciones sociales y culturales que construyen mi sexo, es falsa y negatoria del principio científico de la genitalidad. Empero, se nos quiere obligar a  aceptarla en forma vinculante como uno de los ejes sustantivos de los constructos que sostienen el andamiaje teórico de la ideología de género.

Todavía más la ideológica de género utiliza para su adoctrinamiento arqueotipos semejantes a los usados por Platón hace 2.500 años para expresar formas sustanciales pertenecientes al mundo de las ideas, pero sin ninguna prueba científica.

Por eso, sus defensores la imponen desde las estructuras gubernamentales y económicas del poder y no desde la evidencia de las ciencias racionales. La ideología de género es un bulo. Es una desconstrucción de la familia, la maternidad, la paternidad, el matrimonio, el hogar y el verdadero amor ágape.

La ideología de género atenta contra la familia. Los cónyuges hombre-mujer son insustituibles. No se vale tratar de modificar el derecho natural de la familia, sus responsabilidades, sus cometidos, sus funciones con filosofias sin asidero epistemológico, científico y ético. La familia hombre mujer e hijos es una vocación cocreadora basada en el amor. Ninguna dictadura de género podrá destruir el valor humano y espiritual de la familia. Mucho menos su aceptada y fundamentada identidad sexual.

La defensa de la dignidad humana desde el momento mismo de su concepción es un valor sagrado. Hombres y mujeres merecen respeto y estimación por su peculiar origen natural. La familia en su índole bi-parental (compuesta de padre y madre) es excelsa y maravillosa. La vida humana es inviolable desde el momento mismo de su concepción.

 La pretensión de la ideología de género de que el hombre y la mujer eligen su sexo y lo pueden cambiar las veces que se considere necesario es falsa y falaz. La afirmación de que “la vida sexual depende más de los acontecimientos biográficos que de las característica fisiológicas” (Gil Llorca) es un amaño de la seudociencia que acredita como verdad hechos alejados del método científico. No se puede extrapolar de la realidad natural del sexo principios que modifican su verdadero sentido. Los sexos son dos y no cinco. La distinción entre lo femenino y lo masculino es evidente. Macho y hembra fueron bendecidos por la  divinidad en el contexto de una clara y acertada visión fenomenológica.

La dictadura de la ideología de género se combate con la verdad (aleteia) porque la defensa vigilante de la persona humana ofrece un entendimiento de la realidad fáctica sustentado en la experimentación y no en la ciencia ficción. La dictadura de la ideología es maligna y tiene graves implicaciones morales que desmerecen el respeto a la condición humana más allá de su existencia terrena.

La creación del ser humano (hombre y mujer) es persuasiva y contundente a la luz de la razón (logos), la ciencia y  la evolución natural. La ideología de género no es el resultado de un conocimiento verificable.  No se apoya en leyes ni principios de validez universal. Tampoco es el fruto de un proceso que regula la naturaleza. Es subjetiva y carece de una rigurosa sistematicidad investigativa. Ni siquiera es una teoría científica. La ideología de género es una quimera para defender formas sexuales de conducta más allá de la reconocida dualidad existente.

La ideología de género es la vieja proclama de Nietzche “Dios ha muerto” y “sigue muerto” (La Gaya Ciencia,125). Es una doctrina atea y materialista. En una forma peyorativa niega la existencia de un Adonai, el poder creador. Por eso, hoy podemos escribir: “Nietzche ha muerto… Dios” y el Yahweh sigue siendo es el mismo ayer, hoy y siempre.

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