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Imparten interesante conferencia sobre el «Rollo de Isaías»

Róger Murillo / periodicomaranata.com / Fotos: Adina Hernández /

El pasado siete de agosto en la Sociedad Bíblica de Costa Rica el Dr. Adolfo Roitman compartió una serie de reflexiones respecto a los rollos de Isaías, conferencia denominada “El significado de Isaías en el judaísmo antiguo.

El Dr. Roitman se graduó primero como antropólogo, luego como historiador y en 1986 lo hizo como rabino en el Seminario Rabínico Latinoamericano. En el año 1980 obtuvo una maestría en religiones comparadas y en 1993 un doctorado en “Pensamiento Judío Antiguo”, ambos en la Universidad Hebrea de Jerusalén. En la actualidad es director y curador del Santuario del Libro en el Museo de Israel en Jerusalén.

Este argentino radicado en Israel, que está entre los más informados del mundo en esta temática, aclaró desde los inicios que su conferencia era de carácter monográfica y de una perspectiva desde la crítica histórica, sin pretender confirmar o desconfirmar nada, sino hacer una reflexión  desde el campo de los estudios bíblicos, de las religiones comparadas y desde la óptica de la historia.

El doctor Roitman expresó que el tema de Isaías es muy complejo en la literatura del Mar Muerto y que este 2018 en el Santuario del Libro en el Museo de Israel en Jerusalén, -donde funge como curador-, se encuentran celebrando el 70 aniversario del descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto, algo que conmocionó al mundo en su momento y que todavía lo sigue haciendo por cuanto tiene que ver con los orígenes del judaísmo histórico y del cristianismo.

La historia de tales hechos se remonta entre 1946 y 1957, al encontrarse 25.000 fragmentos de manuscritos en 11 cuevas de un lugar llamado Qumrán, en la costa occidental del Mar Muerto, ubicado a 40 kilómetros de Jerusalén.

Cabe aclarar – según lo indicó el Dr. Roitman -que, aunque se les llaman manuscritos bíblicos realmente esto es un anacronismo, por cuanto en ese tiempo todavía no existía la Biblia, por lo tanto, se debe decir solo manuscritos.

“Esto sin duda es el mayor descubrimiento de manuscritos antiguos que se conocen en las tierras de Israel, es algo único en la historia del Mar Muerto, por la cantidad y por el estado de los fragmentos”, aseveró don Adolfo durante su alocución.

 “ La historia cuenta que fueron unos beduinos los que encontraron este material, ellos estaban pastando cabras y en ese proceso encontraron la cueva número uno donde hallaron diez vasijas, ocho estaban vacías, una de ellas con tierra y la última contenía tres manuscritos, luego siguen a otra cueva donde hallan  cuatro manuscritos  en cuero, sumando siete en total, y aunque todo esto tiene mucho de novelesco realmente ellos no sabían que estaban encontrando los manuscritos más completos e importantes del Qumrán, algo que nunca lograron los arqueólogos, lo hicieron los beduinos”, dijo este conferencista.

Este curador explicó, que en aquel tiempo poner los manuscritos en vasijas era algo normal y que se hacía para efectos de conservar el contenido.

Según la versión oficial, fue el beduino Mohammed Adh-Dhib, junto con dos compañeros suyos, quienes encontraron los primeros jarrones. Dentro de estos había una muestra completa del libro del profeta Isaías, otro de Habacuc y un texto desconocido.

Dr. Adolfo Roitman durante la conferencia en la Sociedad Bíblica de Costa Rica.

Tratando de conseguir algo de dinero, los beduinos negociaron los manuscritos a dos vendedores de antigüedades de Belén: Khalil Iskander Shahin y Faidi Salahi.

 Posteriormente, cuatro de los siete manuscritos fueron comprados por el archimandrita (abad superior al rango de obispo en las iglesias ortodoxas) Atanasio José Samuel, (Mar Samuel) del monasterio sirio-ortodoxo de San Marcos, en la ciudad vieja de Jerusalén, por el monto de veinticuatro libras esterlinas.

A finales de ese año y tras auténticas peripecias debido a la tumultuosa e inestable situación de Palestina, el arqueólogo E. L. Sukenik, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, adquirió para dicha institución los tres rollos restantes.

A principios de 1948, el archimandrita se puso en contacto con el profesor Sukenik y con John C. Trever del American School of Oriental Research (ASOR) para certificar la autenticidad de los textos.

Esta fue la primera ocasión en la que los manuscritos fueron fotografiados. Sin embargo, durante el período de la guerra de Independencia, a lo largo de ese mismo año, fueron sacados de Jerusalén por “Mar Samuel”, exponiéndolos en Estados Unidos durante 1949-1951 en numerosas galerías de arte con el objetivo de venderlos.

“Primero los exhibió en la biblioteca del Congreso y luego en varias universidades. Él deseaba venderlos pero no conseguía comprador, lo anterior por varias razones: primero porque la suma que pedía era exorbitante, un millón de dólares, segundo se dudaba que fueran reales, tercero el estatus legal no quedaba claro, eran todos ladrones, los beduinos los sacaron de las cuevas durante el mandato británico sin permiso, los negociaron con vendedores de antigüedades, quienes los sacan de contrabando de Palestina y de la misma forma Anastasio Samuel los introduce a los Estados Unidos”, afirma Adolfo Roitman.

Hubo tal cantidad de gente que se habilitó una sala adicional con pantalla.

Al fracasar en su empeño de venderlos, el archimandrita decidió guardarlos hasta el 1 de junio de 1954, fecha en que anunció a través de The Wall Street Journal su venta: “Los cuatro rollos del mar Muerto. Se venden manuscritos bíblicos que datan al menos de 200 a. C. Serían un regalo ideal para una institución educativa o religiosa por parte de una persona o una colectividad”.  (rezaba el anuncio).

Afortunadamente y como si de un acto del destino se tratase, Y. Yadín, hijo del profesor Sukenik, se encontraba en Estados Unidos, por lo que pudo adquirir los manuscritos en nombre del Estado de Israel por la nada despreciable suma de 250.000 dólares y devolverlos a su lugar de origen a comienzos de 1955. Así fue como los siete manuscritos iniciales volvieron a estar juntos.

Aprovechando que se hacía público tal acontecimiento, el Gobierno de Israel decidió crear en febrero de 1955 la Fundación del Santuario del Libro, parte del Museo Nacional de Israel y encargada de la preservación, estudio y exhibición de los textos.

Entre 1957 y 1965, los siete rollos fueron exhibidos en una diminuta sala del sótano del edificio de la administración de la Universidad Hebrea de Jerusalén, hasta ser finalmente trasladados a su lugar de exhibición permanente, en el Santuario del Libro, museo de original arquitectura, pues su estructura es similar a la de las vasijas en las que se encontraron los manuscritos.

Durante muchos años, visitar este museo ha sido la única opción posible para contemplar uno de los mayores logros arqueológicos de todos los tiempos  y el que más repercusión ha tenido en el siglo XX hasta ahora.

Para el Dr. Roitman, los Rollos de Isaías, son sin duda el mayor tesoro cultural del Estado de Israel.

Parte de los asistentes a la conferencia.

 La digitalización

A finales de setiembre de 2011, el Museo de Israel y Google presentaron una iniciativa de la que se venía hablando desde hace relativamente pocos años, que en este caso también  sacudiría los cimientos del mundo académico interesado en estos estudios.

Uno de los patrocinadores del Santuario del Libro y fundador del Center for Online Judaic Studies (COJS), el empresario neoyorquino George Blumenhal, fue el que sugirió a ambas entidades el proyecto.

El gigante norteamericano acordó con el departamento israelí de antigüedades, realizar un proyecto valorado en 3,5 millones de dólares por medio del cual estuvieran disponibles a través de Internet la totalidad de los manuscritos (casi 900 fragmentos) en un plazo máximo de cinco años.

A lo largo del proyecto, el Museo será siempre el encargado de captar las imágenes en alta definición, para lo cual está empleando una tecnología multiespectral desarrollada por la NASA.

Gracias a esto, los investigadores esperan arrojar nueva luz a información que ha pasado inadvertida al ojo humano durante años. (Ver sitio web aquí).

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